Puede que te resulte familiar: Alguien te ha pedido algo y has dicho “sí”
cuando en el fondo deseabas decir “no”. Pasó lo de siempre: te dejaste
envolver y al final cargaste con algo que no deseabas ni tenías por qué
hacer.
¿Te sucede esto con frecuencia? ¿Eres de los que suele decir frases como “no
te preocupes, ya me encargo yo” pero enseguida te enfadas por haber sido
incapaz de negarte a hacerlo? Es probable que esto te haya sucedido alguna
vez porque son muchas las personas que se aprovechan de otros: no es difícil
encontrar jefes con exigencias abusivas, personas que se escaquean de sus
obligaciones y las encasquetan a otros, o “amigos” que nos “usan” para
su propio beneficio.
Y aunque los veamos venir, a veces es muy difícil poner límites a los
que intentan abusar de nosotros. No obstante, hacerlo es necesario. Solo
así lograremos respeto de los demás y también el nuestro. Pero por si esto no
fuese suficiente, se ha demostrado que no hacerlo afecta, entre otros
aspectos, a la dignidad de la persona y a la autoestima y
también genera indefensión y una dañina sensación de falta de
control sobre la propia vida.
Es por ello que numerosos expertos se han centrado en el estudio de las
técnicas más eficaces para afrontar este tipo de situaciones. Barbara
Berckhan es una de las más conocidas. Participa en diversos proyectos de
investigación en la Universidad de Hamburgo, pero sobre todo, se encuentra
plenamente volcada en la divulgación de un modelo de “defensa”
bastante contrastado por la experiencia clínica. A pesar de las
diferencias existentes entre los modelos propuestos por diversos expertos,
casi todos comparten los mismos puntos en común.
¿Cómo defenderse de los expertos en aprovecharse de los demás?
- En primer lugar debemos concienciarnos de que ser amable es una
virtud que hay que potenciar; pero es más importante ser respetado que
caer bien. Es necesario recordarlo porque muchas personas ceden una y
otra vez intentando ser amables, para evitar discutir o para que no piensen
mal de ellos. Y hoy sabemos que hacerlo es un error y que abusos de ese tipo
pueden afectarnos más de lo que pensamos.
- También debemos tener claro que para cambiar se necesita práctica.
No basta sólo con querer hacerlo. No es tan fácil. Practique con los amigos,
con el jefe… Valore los resultados y si falla vuélvalo a intentar.
- Pero antes de actuar debe prepararse. Piense en formas concretas en
las que llevará a cabo su plan de defensa. Muchos programas han
demostrado su eficacia. Tenga claro qué hacer, practique y sea constante
hasta que lo logre.
- Estudie la técnica del abusador. No permita que le pille desprevenido
y le aborde por sorpresa: Muchas víctimas dicen reconocer en ellos una
pauta de actuación. Se acercan con una excusa, se muestran cordiales,
envuelven a la presa. Seguidamente cuentan sus penas: “Tengo mucho
trabajo” y al final, el drama: “Estoy desesperado. No sé a quién pedir
ayuda”… Ya está. Antes de darse cuenta, se habrá ofrecido a ayudarle.
- Pero hoy, usted ya está listo. Ha puesto un cactus o unos libros justo
donde se suele sentar para hablarle. Así evitará que se sienta cómodo
y que se tome confianzas excesivas. Ha llegado el momento de iniciar su plan
de defensa personal.
- Enfréntese. Lo primero que debe hacer es cambiar su lenguaje
corporal: Se ha demostrado que “los que siempre dicen sí” muestran
claramente que aceptarán fácilmente lo que se les pida. ¿Cuáles son los
rasgos que delatan?: Mirada poco firme, sonrisa complaciente, continuos
gestos de asentimiento con la cabeza. “Los aprovechados” detectan a su
presa fácilmente, así que si quiere hacerse respetar, debe evitar hacerlos.
Cámbielos.
- Y ¿cómo conseguirlo? Adopte una postura digna, firme y segura:
Cuando detecte la conocida “danza de seducción” intente mantenerse erguido y
con actitud firme. Agárrese a algo si los nervios le hacen moverse.
- Es fundamental que intente mantener los ojos a la altura de su
interlocutor. Si está sentado, pídale que tome asiento; si no lo hace,
levántese usted.
- No hace falta dejar de ser cordial. Muéstrese amable pero en el
momento que detecte que le quieren envolver para que haga algo que no desea,
cambie su expresión amable por una cara neutral. Resista sus comentarios con
expresión firme y segura. Practique.
- Deje de sonreír; evite asentir con la cabeza; no haga gestos de
conformidad, sobre todo cuando su interlocutor empiece a dejar ver que
quiere adjudicarle un marrón.
- Apártese un poco. Aumente la distancia que les separa.
- Muestre claramente, desde el primer momento, que no va a hacerlo.
Adopte una postura evidente de negación. Sacuda la cabeza; rompa el
contacto visual y mire hacia otro lado.
- Entreténgase con algo: mire la hora, busca un caramelo de menta,
anote algo en un papel o revise sus bolsillos. Demuéstrele que su discurso no
le interesa.
- También es eficaz interrumpir para cambiar así de tema y no
dejarle avanzar en su discurso. “Si yo también quería hablar contigo de
algo…”
- Si sigue a pesar de todo, sigue intentando convencerle, levántese con
decisión y diga con rotundidad «lo siento, pero no puedo hacerlo».
- Aunque insista, no se salga de ese argumento. Funcione como un disco
rayado, no deje que el experto en el escaqueo, encuentre fisuras en la
firmeza de sus respuestas.
- No deje que la situación se alargue. En el momento que haya quedado
claro que no lo hará, intente cortar la conversación. Puede salir
del despacho; decir que tiene una cita o que necesita ir al baño. Pero si
simplemente desea seguir con lo que hacía antes, diga simplemente “lo
siento, estoy muy ocupado ahora no tengo tiempo para hablar”.
- Existen jetas profesionales que logran dejar su trabajo sobre su
mesa y desaparecer. Si esto sucede, reaccione rápido. Llámele
enseguida y diga brevemente que “cree” que ha olvidado los documentos y que
pase a por ellos.
-Puede ser que a pesar de todo, no le quede más remedio que decir
claramente que no piensa hacer su trabajo. No se sienta mal, hágalo con
educación. No pierda el control.
- Es un hecho. Son muchas las personas que se
aprovechan de los demás y no todo el mundo tiene competencia suficiente para
defenderse. No pasa nada. Las habilidades necesarias para hacerlo, se
aprenden. Sólo hay que trabajar con firmeza hasta conseguirlo. Lo confirma la
investigación y sobre todo la experiencia clínica:… Hacerlo merece la
pena.
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