sábado, 27 de abril de 2013

El poder curativo de la palabra


El poder 'curativo' de la palabra

Analizamos los efectos positivos del lenguaje a través del prisma de la psicología, el 'coaching' y la espiritualidad

El ser humano es, en esencia, un animal verbal. Eso quiere decir que la acción de comunicarse la lleva inscrita en su ADN. Quizás sea por ello, por tratarse de algo tan ancestral y a la vez tan cotidiano, que muchas veces no somos del todo conscientes del poder que puede llegar a ejercer la palabra respecto a terceros y a uno mismo. Es posible que el simple hecho de tener esta herramienta tan a mano y de utilizarla casi de manera automática haya ejercido sobre nosotros una falsa sensación de inocuidad, tanto en su vertiente negativa como en la positiva, en relación a todo aquello que verbalizamos. Nada más lejos de la realidad.

La palabra puede ser fuente de curación y crecimiento”, explica a LaVanguardia.com la psicóloga Mercè Conangla, una de las creadoras del concepto de
ecología emocional y cofundadora de la Fundació Àmbit. Se ha constatado, relata, que las personas a las que se les administra calmantes y, a pesar de ello, siguen sufriendo – “el dolor se puede aliviar con analgésicos pero el sufrimiento psicológico no”- normalizan sus constantes fisiológicas cuando “alguien que se encuentra cerca de ellas les acompaña con esa palabra tierna. Es muy curativo”.

En la técnica de la PNL (Programación Neuro-Lingüística) la palabra también tiene un peso fundamental. El lenguaje, como explica Pablo Mora, psicólogo y responsable del centro
Coaching Barcelona, supone en este método uno de sus tres pilares fundamentales. “En lugar de interpretar, suponer, o ponernos en el lugar del otro, gracias al lenguaje es posible averiguar cuál es exactamente la experiencia subjetiva de la persona”.

Mediante el uso de la palabra, es posible recopilar información útil para, posteriormente, iniciar el proceso de cambio, “ya sea transmitiendo confianza, motivación, induciendo nuevos estados, modificando creencias, instalando nuevos aprendizajes que mejoren su experiencia subjetiva…”.

A través del lenguaje también es factible “reaprender a hacer las cosas de otra manera, obteniendo resultados distintos”, afirma Mora. “Se trata de transmitir a las personas que su situación es reversible”. Así ocurrió, por ejemplo, con uno de sus pacientes. Se presentó en su consulta con un diagnóstico más que dudoso de posible dislexia, elaborado por dos profesionales distintos, y con el uso de la palabra –“y de la hipótesis de que el joven no sufría ninguna patología”- se halló la solución. “Le hice notar, conversando con él, que no tenía ningún problema, sino que se trataba de aprender, en este caso, a leer de otra manera”.

Sin duda, en todos los casos la credibilidad del emisor es parte fundamental de la ecuación para que el discurso pueda llegar a tener el efecto deseado. En este sentido, cómo no, el contenido del mensaje, pero también el tono utilizado (las pausas, la comunicación no verbal, etc.), se antojan indispensables para que la fuerza de la palabra alcance su máxima expresión.

Válido para uno mismo

El poder del lenguaje también tiene su incidencia en el diálogo interior que mantiene todo ser humano consigo mismo. Un discurso mental, éste, que en muchos casos hay que combatir por su tendencia a la negatividad (quizás por la propia naturaleza de la mente humana, que “tiene un lado muy neurótico y difícil”, como explicaba en su día
Ramiro Calle). También la experiencia vital puede jugar un papel fundamental en este sentido, y es que “a partir de las palabras que hemos recibido, elaboramos nuestras creencias”, recuerda Conangla. “Y éstas son como el software de nuestro disco duro a partir del cual generamos también emociones”.

En ambos casos, se da la paradoja de que el problema y la posible solución tienen idéntica base, la palabra, pero usada de forma antagónica. “Así como nos podemos herir, también nos podemos decir palabras que curan”, recuerda Conangla.

Parece obvio, sin embargo, que es más fácil destruir que construir, lo que significa que cuesta mucho menos caer en las trampas que te presenta a menudo la mente que urdir un discurso positivo. “Pero para sentirse bien hay que esforzarse”, explica Jaume Grau, profesor de yoga, con más de 20 años de experiencia, y director de la
escuela que lleva su nombre.

“Nuestro discurso mental nos condiciona. Hay muchos libros que te dicen ‘tu vida es la suma de tus pensamientos’, ‘es lo que te dices a ti mismo’, pero lo que no te dicen es cómo has de pensar o qué tipo de lenguaje has de utilizar”, lamenta Pablo Mora.

El sonido, beneficioso

Ya no la palabra, sino un simple sonido o vibración, que vendría a ser la versión más primitiva del lenguaje, puede reportar beneficio al ser humano. Los mantras que se recitan en la práctica del yoga serían un claro ejemplo. “El sonido es algo muy primitivo en la raza humana”, apunta Jaume Grau. “Es algo que nos vincula mucho con lo más profundo de nosotros mismos. Escuchas los pájaros, el agua, la lluvia, los árboles y te producen un efecto. Por eso quizás también buscamos el contacto con la naturaleza, con los orígenes, porque también es una necesidad en parte”, agrega.

La casa de la palabra

Muchas veces, para que la palabra pueda tener el efecto deseado, hay que fomentar un contexto adecuado. Los gritos, la soberbia, la petulancia… todo son obstáculos que pueden hacer acto de presencia en innumerables ocasiones minando la posibilidad de que la comunicación fluya. Esto lo tienen muy claro en Mali.

Según explica Mercè Conangla, en muchos pueblos de este país africano existe una construcción, “hecha con adobe y recubierta con paja y troncos”, a la que se le denomina la casa de la palabra. Es un lugar para dirimir, pacíficamente, posibles disputas. Para empezar, estas casas acostumbran a medir un metro sesenta centímetros de altura. Eso quiere decir que muchas personas que acceden lo primero que tienen que hacer es agacharse (eso les recuerda que si quieren entenderse con los demás deberán ser humildes).

Una vez dentro, ambos contendientes se sientan uno enfrente del otro con un tronco como silla. Cuando, preso de la furia que genera la misma discusión, uno de ellos se levanta de golpe para abalanzarse sobre el contrario se da de cabeza con el techo. Eso le recuerda que con la agresividad no se arregla nada y solo se consigue sufrimiento.

Seguro que con este antiguo, pero no menos efectivo, sistema será mucho más fácil alcanzar un acuerdo satisfactorio. Y todo ello gracias a que se han dado todos los condicionantes para que la palabra pueda fluir sin impedimentos.

La Vanguardia

14 consejos para automotivarte


 
Conocer algunas actitudes que favorecen la automotivación puede ayudarte a superar situaciones de frustración, minimizando los problemas y enfocando tus energías para alcanzar tus metas.

 Aquí van algunas recomendaciones:
1.     No dejarse influir por factores externos sobre los que no se tiene ningún control.

2.     Vivir las situaciones nuevas que se presenten como oportunidades. 

3.     Enfocar la energía hacia las oportunidades y minimizar las limitaciones. 

4.     Percibirse como una persona libre que persigue sus metas. 

5.     Planificar el trabajo diario, valorar las relaciones personales y el aprendizaje continuo. 

6.     Involucrarse en actividades de ocio, deportivas, culturales, etc. 

7.     Perder el miedo y adaptarse a los cambios en la vida cotidiana. 

8.     Tener una actitud positiva respecto a lo que se quiere y lo que se hace. Positivizar el diálogo interior. 

9.     Agradecer la reafirmación, pero no vivir sólo de ella. 

10.   Ser fiel a las propias ideas y mantenerlas si se cree que son correctas. 

11.   Perseverar en el empeño a pesar de los posibles obstáculos 

12.  Entender que el éxito es el resultado de haber persistido después de muchos tropiezos, es fruto más de la perseverancia que de la buena suerte. 

13.  Ser tolerante con los propios errores y tomarlos como aprendizajes.

14. Disfrutar de los aciertos.  

 

domingo, 14 de abril de 2013

Lo más importante no son las respuestas que nos damos, sino las preguntas qeu nos hacemos


Lo más importante no son las respuestas que nos damos, sino las preguntas que nos hacemos
Las preguntas que nos hacemos o nos dejamos de hacer, son las que orientan nuestro caminar. Recordemos que toda pregunta es una llamada a observar y a fijar nuestra atención en algo determinado. Lo que es importante saber, es que donde va nuestra atención, también van nuestras emociones y se hace más real para nosotros. Esto quiere decir que el tipo de emociones que experimentamos a lo largo de la vida, tiene una estrecha relación con el tipo de preguntas que nos hacemos. Si yo por ejemplo, al enterarme oyendo la radio, viendo la televisión o leyendo un periódico, de algunas de esas cosas que a veces ocurren y que tanto nos consternan, me lleno de ira, de resentimiento y de frustración, es porque tal vez ante lo sucedido, me he hecho una pregunta que ha desencadenado dichas emociones.
Recuerdo a un conocido que en un ataque de ira, tuvo una gran subida de la tensión arterial y un desprendimiento de retinaA veces y en ciertos momentos, muchos nos hacemos preguntas como: ¿Por qué hay tanta gente malvada? ¿Qué hemos hecho nosotros para merecer esto? ¿Por qué no hay justicia en el mundo? Este tipo de preguntas por muy lógicas que nos parezcan, ponen en marcha de forma automática emociones aflictivas. Si bien la ira, el resentimiento y la frustración, cubren nuestra egocéntrica necesidad de significancia, de importancia, de estar muy por encima de esas conductas realizadas por personas a las que consideramos “mezquinas”, estas mismas emociones también nos dañan más de lo que probablemente supongamos. Todavía recuerdo a un conocido que, en un ataque de ira, tuvo una gran subida de la tensión arterial y un desprendimiento de retina. Lo que le habían hecho a esta persona era injusto, de eso cabe poca duda y sin embargo, desde entonces tenía problemas de visión, a pesar de que ya llevaba cuatro operaciones.
El tipo de preguntas que nos hacemos, tiene una enorme relación con el tipo de mundo en el que creemos que vivimos. Quien cree que vive en un mundo hostil, tenderá a hacerse preguntas que refuercen su forma negativa de ver las cosas. Quien cree que vive en un mundo amigable, tenderá a hacerse preguntas que orienten su atención a lo que de positivo también existe en el mundo.
Albert Einstein, que no sólo destacó como físico sino también como metafísico, dijo: “La pregunta más importante a la que todos tenemos que responder es, ¿Vivimos en un universo hostil o en un universo amigable?
Si queremos no ser parte del problema sino parte de la solución, podemos empezar a hacernos preguntas que pongan en marcha nuestra curiosidad y el interés por explorar, conocer y descubrir. Sólo así aprenderemos, mejoraremos como personas y ayudaremos a crear un mundo más amigable y equilibrado.
Hay muchas cosas que están sucediendo en la realidad y que no las vemos porque no estamos atentos a ellas. El arte de preguntar nos entrena así en el arte de mirar.
Decía William Blake, poeta, grabador y místico inglés del siglo XVIII:
“Si las puertas de la percepción fueran limpiadas, la realidad aparecería como es: Infinita.
El mundo en un grano de arena.
El paraíso en una flor.
La eternidad en una hora.
Todo lo existente en la palma de mi mano”.

 

La dudosa utilidad de las quejas ( y sus beneficios secundarios )


La dudosa utilidad de las quejas (y sus beneficios secundarios)
Por increíble que parezca, las quejas pueden ser útiles. Es sorprendente que una actividad tan deprimente y paralizante pueda tener alguna utilidad, pero es así. El problema es que no siempre somos conscientes de esta “utilidad”. Diferentes grupos de investigadores han demostrado que en personas con una tendencia estable a experimentar emociones negativas (neuroticismo), la preocupación produce sutiles beneficios. Concretamente, parecen resolver más rápido tareas relacionadas con la memoria y la atención. Además cuanto más importante sea lo que tienen entre manos, más probable es que una parte su cerebro busque en sus archivos información necesaria para percibir de manera negativa la situación, generando un estado de preocupación y negativismo, y ¿por qué? Porque es probable que en algún momento anterior esta estrategia haya dado buenos resultados.
Pero no es el único beneficio de la preocupación. Cuando nos enfrentamos a una situación interpersonal de conflicto (ej., no estamos de acuerdo con alguien), tendemos a obtener mejores resultados de nuestro “adversario” cuando mostramos emociones negativas como la preocupación o la queja. Parece ser que transmitimos la sensación de que necesitamos ayuda, y esto provoca una mayor condescendencia por parte de los demás. Dicho de otra manera, ceden por que les hemos dado pena, no por que estén realmente convencidos.   
El lado oscuro de la queja
Sin embargo, las quejas tienen grandes inconvenientes. El primero es que generalmente ocultan un problema mal planteado. Es probable que nos estemos quejando porque no tenemos suficiente control o influencia sobre las causas del problema o porque está formulado de forma que no podemos hacernos cargo de él (ej., planteado en términos demasiado vagos o abstractos).
El segundo es el emocional. La preocupación y la queja producen un estado de hipervigilancia sostenida, algo así como si estuviera a punto de pasar algo malo constantemente. Esto hace que durmamos mal, que nos duela la cabeza y que tengamos problemas digestivos. Y por si todo esto fuera poco, además es contagioso.
Quejarse genera pequeños beneficios en el corto plazo, pero trae severos problemas con el tiempoEl último es el efecto sobre nuestro carácter, sobre nuestro estilo general de afrontar los retos y problemas en nuestras vidas. Ya dijimos que cuando la preocupación se alinea con la negatividad, produce efectos engañosos, generando la sensación de agilidad o facilidad mental que nos llevará a buscar este estado negativo en siguientes ocasiones, dando lugar a una peligrosa espiral de negativismo. Cuanto más negativos seamos, más oportunidades tendrá la preocupación para mostrar su “utilidad”, y cuanto más tiempo pasemos preocupados, más negativos nos estaremos volviendo.
Eliminando la queja innecesaria
La cuestión, una vez más, es que hay que elegir. Ahora sabemos cómo funciona la queja, ¿no? Sabemos que provocará pequeños beneficios en el más corto plazo, y que traerá problemas más severos después. Correremos el riesgo de volvernos pasivos, temerosos, asustadizos e inseguros. Así que hay que elegir. Nuestro consejo es que durante unos días esté atento a cómo se habla a sí mismo y a los demás. Que observe con detalle cuántas veces se queja y cuanto tiempo pasa dándole vueltas a todo lo que le preocupa.
Es todo un privilegio poder influir sobre nuestros problemas, así que no desperdicie la oportunidadUna vez que sea consciente de cuánto, cuándo y cómo lo hace (es el primer paso para romper un hábito o automatismo complejo) puede seguir estos sencillos pasos para deshacerse de la queja innecesaria. Empiece por preguntarse para qué iba a quejarse. Si quería conseguir algo de la persona que tenía delante (ej., más conversación, un favor, una palabra de tranquilidad…) busque un camino más directo, sea asertivo, “pida” lo que necesite y asuma que los demás pueden decirle que no, pero pídalo. Si iba a quejarse porque realmente tiene un problema, pregúntese si ese problema es importante y si tiene usted algo que hacer, es decir, si puede usted influir sobre las causas de dicho problema. Si puede hacer algo, ¡hágalo ya! Cuanto antes. No lo aplace ni se lo piense más. Es todo un privilegio poder influir sobre nuestros problemas, así que no desperdicie la oportunidad. Por otra parte, si no hay nada que pueda hacer, déjelo cuanto antes. No se preocupe, recuerde que no había nada que hacer. Quejarse no va a cambiar las cosas.
Por último, si no sabe muy bien por qué iba a quejarse pero estaba a punto de hacerlo, ¡no lo haga! Lo mejor que podría pasarle es que le fuera bien y así tuviera la sensación de que ha servido de algo. Recuerde que eso es precisamente lo que pone en marcha la espiral del negativismo. Busque en su memoria cualquier razón para sentirse privilegiado o agradecido y céntrese en ella.
Y permítanos una última sugerencia. La próxima vez que alguien le responda “bien” cuando usted pregunte “¿qué tal?”, alégrese por esa persona, muestre interés por lo que le hace sentir bien, y si tiene oportunidad, agradézcaselo. Recuerde que podía haberse quejado y no lo ha hecho, y eso siempre es de agradecer.

 El confidencial.com

lunes, 1 de abril de 2013

El mindfulness mejora la comprensión lectora y la concentración


Hola a todos/das, fue en el año 2009 cuando estando en unos cursos en un hotel me llamó mucho la atención una mesa de unas 15 personas que estaban comiendo sin comentario alguno entre sus comensales, y la verdad es que el hecho me dejó muy intrigado y más entre españoles! esa fue la causa por la que mi curiosidad me llevó a preguntarle a uno de los camareros y me contestó que era una práctica de Mindfulness ( bueno, no lo dijo exáctamente así pero eso es otra historia ), me llamó mucho la atención y curiosamente (causalmente, diría yo) durante ese año empezé a encontrarme con ese término con asiduidad, lo que me llevó a empezar a practicar esta disciplina desde entonces. De ahí que os ponga este artículo de Recursos de Autoayuda. Un saludo


Si crees que tu incapacidad para concentrarte es algo irremediable, estás equivocada/o. De acuerdo con un estudio realizado por investigadores de la Universidad de California Santa Barbara, dos semanas de
práctica de Mindfulness (o atención plena) pueden mejorar significativamente tu comprensión lectora y tu capacidad de concentración.

Esta investigación fue publicada recientemente en la revista Psychological Science.

“Lo que más me sorprendió fue la claridad de los resultados”, dijo Michael Mrazek, autor principal del estudio, “no hubiera sido raro encontrar resultados contradictorios. Pero las conclusiones fueron muy claras.”

Muchos psicólogos definen la atención como un estado de no-distracción caracterizado por una relación plena con la tarea que estamos realizando o con la situación en la que nos encontramos. Sin embargo, nuestro día a día suele ser de todo menos consciente. Tenemos tendencia a reproducir eventos pasados o a pensar en el futuro, como nuestros planes para el fin de semana.

La mente distraída no es un problema serio en muchas circunstancias, pero en las tareas que requieren atención, la capacidad para mantener la concentración es fundamental.

Para investigar si el entrenamiento de la atención plena puede reducir las divagaciones de la mente y de ese modo mejorar el rendimiento, los científicos asignaron aleatoriamente a 48 estudiantes a dos clases diferentes: en una clase se enseñaba la práctica de la atención plena y en la otra clase se trataron temas fundamentales en la nutrición. Ambas clases fueron impartidas por profesionales con amplia experiencia docente en sus campos. Una semana antes de las clases, los estudiantes recibieron dos pruebas relacionadas con la lectura y la concentración. En ellas semedía la divagación de la mente.

Las clases de Mindfulness consistían en una introducción conceptual y en una instrucción práctica sobre cómo practicar la atención plena en la realización de tareas y en la vida cotidiana. Mientras tanto, en la clase de nutrición se enseñaron estrategias para una alimentación saludable.

Una semana después de que las clases terminaran, los estudiantes fueron examinados de nuevo. Sus resultados indicaron que el grupo que acudió a la clase de Mindfulness mejoró significativamente en las pruebas realizadas. No se apreció ningún cambio en los estudiantes que asistieron a las clases de nutrición.

“Esta investigación demuestra rigurosamente que la atención plena puede reducir las divagaciones de la mente. Entrenar la atención puede mejorar claramente las habilidades lectoras”, dijo Mrazek.

Mrazek y el resto del equipo de investigación están examinando si los beneficios de la atención plena pueden ser extrapolados a un completo programa de desarrollo personal, que también apunte a la nutrición, el ejercicio, el sueño y las relaciones personales.