lunes, 23 de diciembre de 2013

EL SESGO DE ACCIÓN: POR QUÉ NO PODEMOS ESTAR SIN HACER NADA



En 2007, el investigador Michael Bar-Eli publicó un revelador estudio en el Journal of Economic Psychology en el que intentaba averiguar qué pasa por la cabeza de los porteros de fútbol nanosegundos antes de que el jugador del equipo contrario chute el balón desde el punto de penalti. Aunque los lanzadores suelen repartir la trayectoria de sus disparos entre el centro, la izquierda y la derecha de la portería, el portero tiende a lanzarse hacia un lado u otro. ¿Por qué?
Como recuerda el profesor israelí, cuando no sabemos qué hacer, pensamos que lo mejor es hacer algo y, sobre todo, no quedarse parado, ante el riesgo de parecer tontos. Es el llamado “sesgo de acción” o action bias, uno de los sesgos cognitivos menos conocidos, que hace que nos sintamos mejor ante un problema si tenemos la sensación de que hemos hecho algo, por mucho que la situación no haya cambiado o incluso la hayamos esperado.
El valor de esperar
Una de las máximas más célebres del inversor Warren Buffett es “al invertir, no hay una correlación clara entre la actividad y el rendimiento”. O, dicho de otra forma, no gana el que más invierte, sino en muchas ocasiones, el que mejor sabe esperar sin que la inactividad no acabe con sus nervios.
Los jugadores novatos de póker suelen ir en todas las manos. Diversos estudios han demostrado que, precisamente, son los policías o miembros de la fuerza de seguridad más veteranos los que más tardan en intervenir en caso de una pelea. No se trata de desidia, sino de experiencia. Debido a que un novato se muestra inseguro ante algo a lo que nunca ha tenido que hacer frente, el sesgo de acción le lleva a intentar terciar cuanto antes. ¿El resultado? Que en esos casos, al intervenir, suele haber muchos más heridos.
El económico y el policial no son los únicos ámbitos en los que el sesgo de acción puede ser altamente perjudicial. También lo es la medicina, cuando un facultativo receta un medicamento en lugar de esperar aunque no sea capaz de realizar un diagnóstico claro. O el póker, cuando un jugador novato pierde rápidamente todo su dinero al no saber en qué manos ha de pasar.
Nadie nos aplaudirá por no hacer nada
La mayor parte de psicólogos han explicado este sesgo a partir de razones evolutivas. Nuestros antepasados tenían que ofrecer respuestas muy rápidas a las diversas amenazas que la naturaleza les presentaba en el día a día, por lo que se acostumbraron a hacer algo, huir o luchar, en el menor tiempo posible. Sin embargo, la sociedad contemporánea no se parece en nada a aquella que conocieron nuestros predecesores, por lo que muchos de los problemas que se nos plantean se resolverían con más acierto en caso de que nos parásemos a pensar.
A pesar de ello, la sociedad sigue favoreciendo la acción y valorando a los hombres enérgicos capaces de tomar decisiones arriesgadas y rápidas, por descabelladas que sean. “Al menos lo ha intentado”, suele decirse de aquellos que conducen a una empresa al descalabro simplemente por su imposibilidad de dejar el tiempo parar. Una buena razón para que no juzguemos con dureza al portero de nuestro equipo la próxima vez que vuelva a tirarse al lado equivocado aunque el disparo del delantero vaya dirigido al centro de la portería. 

NECESITAMOS LÍDERES DE VERDAD, QUE DEFIENDAN LOS VALORES QUE NOS MEJORAN



Cada vez necesitamos más la presencia de verdaderos líderes en nuestra sociedad y en nuestra vida. Me refiero a un tipo de personas que no se obsesionan ni por ganar un concurso de popularidad, ni por ser los primeros. El mundo pide a gritos la presencia de seres humanos que no nos pidan que les echemos una mano antes de que se hayan ganado nuestro corazón.
Si cada uno de nosotros no mejoramos nuestra calidad como personas, tampoco podremos convertirnos en esos líderes que sean capaces de inspirar a otros para que desplieguen sus alas y se transformen en quienes están llamados a ser. El ser humano, tantas veces atrapado en lo que teme ser o en lo que pretende ser, se olvida de aflorar lo que verdaderamente es. Hoy en día, cuando hay tanta incertidumbre, ambigüedad y cambio, solo podrán servirnos de guía aquellas personas que tengan como prioridad defender aquellos valores que nos perfeccionan. Puede que lo que digo parezca un simple sueño y por eso, me gustaría compartir unas palabras de Augusto Cury:
"Un día, un niño se paró ante un pensador y le preguntó:
-¿De qué tamaño es el Universo?
El hombre miró hacia el infinito y le respondió:
-El Universo tiene el tamaño de tu mundo.
Confuso, el niño preguntó otra vez:
-¿Y de qué tamaño es mi mundo?
Y el pensador le respondió:
-Tiene el tamaño de tus sueños."
Decía Gandhi que seamos nosotros el cambio que queremos ver en el mundo. Por eso, porque hacia dónde va nuestro mundo depende en gran medida de lo que hagamos cada uno de nosotros, me gustaría proponerte, querido lector, a modo de despedida, unas referencias para que reflexiones, evalúes y resuelvas si quieres incorporarlas a tu vida.
  1. Actúa con valentía en una situación arriesgada y estarás tratando la inseguridad de otros.
  2. Actúa con serenidad frente a un ataque y estarás tratando el prejuicio de otros.
  3. Actúa con confianza en medio de la duda y estarás tratando la indecisión de otros.
  4. Actúa con generosidad en medio de la escasez y estarás tratando el egoísmo de otros.
  5. Alaba con alegría a alguien y estarás tratando la envidia de otros.
  6. Actúa con humildad y estarás tratando la vanidad de otros.
  7. Mira siempre adelante y si te caes no mires al suelo sino al horizonte.
  8. No te enfoques en tu cansancio, enfócate en tu meta.
  9. No te enfoques en la queja ante el problema, sino en encontrar una solución al mismo.
  10. No te enfoques en evitar lo que no te gusta, sino en alcanzar lo que anhelas.
  11. No te enfoques en defender como sea tu posición, sino en comprender otras perspectivas y enfoques.
Si tienes claro hacia dónde quieres ir, no importa lo lejos que esté, todo lo que hagas y la manera en la que lo vas a hacer, reflejará, expresará la fuerza y la inspiración que emanan de tu sueño. El éxito es la consecuencia de una forma de hacer que surge de elegir una manera de ser en la vida.
Sé audaz y descubre el mundo en el que puedes vivir y la diferencia que puedes marcar en la vida de otras personas. Apasiónate con lo que es posible para ti como ser humano. Tu vida puede ser un maravilloso mensaje. Recuerda que no estás limitado ni por tu inteligencia, ni por tu imaginación ni por el coraje que ya habitan en tu mente y en tu corazón. Tan solo estás limitado por el tamaño de tus sueños.

domingo, 15 de diciembre de 2013

LA RELACIÓN ENTRE EL OPTIMISMO Y LA SALUD



El pesimista se queja del viento; el optimista espera que cambie; el realista ajusta las velas.
William George Ward
Pesimistas y optimistas hacen interpretaciones muy dispares de los sucesos positivos y negativos que acontecen en su interacción con el mundo:
1) Los pesimistas tienden a pensar que lo ocurrido, si es positivo, tiene un carácter temporal, momentáneo y lo ven como fruto de algo que se les escapa de las manos y no depende de ellos. Si el resultado es negativo piensan que durará mucho tiempo y lo ven todo negro, teniéndose como responsables únicos de todo lo ocurrido.
2) La forma de percibir de las personas optimistas funciona de otro modo, son capaces de tener una actitud realista (ajustar las velas) pero también esperanzadora (darse cuenta de que todo acaba pasando). Básicamente la diferencia está en la confianza, la creencia de que puedo contar con mis recursos y de que todo pasa por alguna razón que facilitará mi aprendizaje y desarrollo.
El optimismo nos ayuda a enfrentar las dificultades como retos, retos que la persona realista asume y en los que persevera confiando en nuestras potencialidades y capacidades como ser humano y en la buena disposición que otros tienen hacia la ayuda.
Qué efectos tiene para la salud una u otra actitud.
“Ni tus peores enemigos te pueden hacer tanto daño como tus propios pensamientos”
(Buda)
Las personas más optimistas suelen tener mejor humor y salud que las negativas.
Ya en la Odisea de Homero se narraba como la alegría y el optimismo eran formas de mantener una buena salud y cómo estos actuaban como escudos protectores frente a múltiples enfermedades.
La moderna medicina y las investigaciones recientes apuntan a este dato ya descrito en la Odisea. Veamos cuales son algunos de los efectos sobre la salud de una u otra actitud:
Actitud negativa:
• Trastornos de tipos psicológico: Trastornos de ansiedad fóbica como la agorafobia, las fobias sociales, las fobias específicas o aisladas, el trastorno de pánico, el trastorno de ansiedad generalizada y el trastorno mixto ansioso-depresivo.
• Ingesta desmedida de alcohol, el consumo de tabaco o de sustancias psicotrópicas.
• Estrés que genera, a la vez, más esteroides que debilitan el sistema inmune, por lo que se tiene más tendencia a enfermar.
• Disminución de las catecolaminas e incrementa la secreción de endorfinas, lo que disminuye la actividad del sistema inmunológico, facilitando así la enfermedad.
• Mal genio o agresividad: riesgo grave para el corazón y el cerebro pudiendo ocasionar o precipitar infartos cerebrales o infartos de miocardio.
Actitud optimista-realista:
• Disminuye los síntomas de depresión.
• Refuerza el sistema inmune.
• Disminuye la aparición de los síntomas de ansiedad.
• Modera la tensión arterial.
• Menores niveles de angustia.
• Mayor porcentaje de supervivencia que las enfermas pesimistas.
• Previene el cáncer.
Ahora la gran pregunta aquí es de dónde surgen estas actitudes, ¿por qué algunas personas son más optimistas que otras y por qué algunas no paran de quejarse continuamente y verlo todo oscuro?
El pesimismo es básicamente una respuesta condicionada, aprendida socialmente. Es frecuente que personas negativas hayan tenido padres también negativos o que hayan vivido en sociedades y ambientes sociales negativos.
Cómo cambiar nuestra actitud de negativa a optimista.
Si la persona está interesada en reprogramar su mente para construirse una mente más feliz ha de iniciar un proceso de desarrollo personal donde pueda en primera instancia observar su mente, sus personajes internos y sus esquemas de pensamiento que lo llevan a conformar esa visión catastrofista de la realidad y de sí mismo para luego ir introduciendo cambios que le permitan cambiar estas formas de pensamiento que no le favorecen y que le limitan. A medida que la persona automatice la autoobservación de los propios pensamientos y atestiguándolos sin juzgarlos, irá desidentificándose de ellos.
¿Y tú cómo quieres ver tu vaso: medio lleno o medio vacío? Ten en cuenta que la voluntad es el primer paso para la acción.
Soraya Founty

CÓMO SER UN BUEN JEFE ANTE LOS EMPLEADOS



Le propongo un pequeño test de autoevaluación, y le aseguro que cuando finalice sabrá si su comportamiento se asemeja al de un buen jefe para sus empleados. Pero antes de entrar en materia os pongo este simpático vídeo para romper el hielo:
Si el resultado de este cuestionario es un “necesita mejorar”, le animo a que se repita cada una de las preguntas y se aplique nuestras recomendaciones para que sus empleados acaben rindiendo de forma efectiva:
1. ¿Exige puntualidad a sus empleados, pero usted llega tarde, porque tiene flexibilidad en el horario por ser el jefe?
Un buen jefe debe dar ejemplo con su propio comportamiento. Debe aplicarse a sí mismo lo que exige a su plantilla. La tendencia actual son jefes sin despachos, cuya mesa de trabajo se posiciona junto a su equipo. Conoce sus nombres, llega a la oficina con ellos, comparte con ellos.
Recuerde que la información es poder, mientras más se dedique a observar a su plantilla, más aprenderá de ellos, información que le servirá a la hora aplicar  planes de motivación, de formación, marcar objetivos.
Intente ser cercano y accesible.
2. ¿Sabe su equipo que se espera de ellos?
Un buen jefe, debe de marcar objetivos, repartir funciones y tareas y explicar qué y por qué. Lo importante a la hora de pedir es acompañar la explicación con  una explicación.
Recuerde siempre incorporar un ‘porque’ tras una petición. Un ‘porque’, al final de la petición marca la  diferencia entre un empleado comprometido con el proyecto y un empleado que no sabe que está haciendo ni para qué, lo que favorece esta ultima situación a que no sepan resolver problemas generados a su tarea, y sean empleados dependientes 100%.
Intente ofrecer autonomía a sus empleados, lo agradecerán.
3. ¿Está demasiado ocupado para escuchar a sus empleados?
Un buen jefe siempre, repito siempre, tiene tiempo para escuchar a un empleado. Atiende a nuevas propuestas, una idea, una queja.
La distinción de un jefe comprometido con el equipo es proporcionar un trato directo y comprometido, no cometa el error de ser inaccesible.
Cuando se reúne con un empleado, fije su atención en ese empleado, no está pendiente a emails, ni a llamadas, no piense que puede hacer dos cosas a la vez. Muestre atención, interés y respeto por la persona que le está hablando.
4. ¿Reconoce el esfuerzo y está atento para recompensarlo?
La diferencia entre un buen jefe y un jefe mediocre, consiste en el trato humano. Está anticuado pensar que dentro de la nómina se encuentra el agradecimiento a la puntualidad, al esfuerzo, a las buenas ideas…evidentemente parte de estos comportamientos son intrínsecos al trabajador. Pero usted como buen jefe, debe estar atento para agradecerlo, no cuesta nada y está fomentando el aumento de las emociones positivas en su equipo.
5. ¿Permite un ambiente de trabajo ameno, relajado y fomenta el trato amable?
Recuerde, que las emociones se contagian. Si fomenta un trato de amabilidad y compañerismo, si usted se muestra enérgico y entusiasta, su equipo se comportará de esta forma. Para ello recuerde que usted debe ser el primer ejemplo.
Para generar un ambiente con emociones positivas, a veces es tan fácil como saber hacer un cumplido, haga una prueba, y dígale a alguien algo tan simple como: “que bien te sienta el naranja”, “Hoy estás muy elegante”, estas afirmaciones provocan un sentimiento cálido y de agrado.
Permita un ambiente desenfadado en su jornada laboral. No confunda trabajo duro y responsabilidad, con seriedad.
5. ¿Facilita a sus empleados las herramientas para que consigan sus objetivos?
 Un buen jefe debe facilitar el trabajo de sus empleados. Conocer cuáles son los puntos fuertes y puntos débiles del equipo, gracias a la escucha activa y a la observación, y realiza las gestiones necesarias para ofrecer las herramientas que favorezcan un trabajo de mayor calidad.
Un buen jefe ayuda y apoya a su equipo en la consecución de objetivos, desde el principio del proyecto hasta el final.
6. ¿Amenaza a su equipo con el despido?
 Para generar un ambiente de compromiso, de responsabilidad y esfuerzo, no es necesario coaccionar ni amenazar. Con la coacción aumentará su ego pero solo  conseguirá que sus empleados lo detesten.
7. ¿Se interesa por la formación continua de su equipo?
El objetivo de un buen jefe, es conseguir los objetivos, generar ideas de mejora y ayudar al desarrollo profesional de sus empleados. Por este motivo, un buen jefe se interesa por la formación adecuada y continua de sus empleados.
8. ¿Castiga el error?
Un buen jefe, tiene confianza en si mismo y en su equipo. Por eso les permite flexibilidad y autonomía para realizar el trabajo. Preocupándose por ofrecer un colchón que garantice sostenibilidad en el caso de equivocación.
Fomenta la búsqueda de soluciones y no de culpables.
9. ¿Realiza todo lo que está en su mano, para que los empleados trabajen de forma productiva, tranquila y feliz?
Precisamente por este motivo, una de las grandes empresas, conocida por todos, Google, permite un 20% del tiempo de sus empleados a que trabajen en algo personal, les permite un espacio donde pueden dormir y relajarse… todo ello porque ellos saben algo que usted debería saber: Un empleado despreocupado y tranquilo rinde más. Y un espacio donde se permita mayor libertad, genera más ideas y de mayor calidad.

En general un buen jefe, es entusiasta, es educado, procura una escucha activa, gestiona sus herramientas y presupuesto en pro de buenos resultados, hace partícipe a todos en la medida de lo posible en la toma de decisiones, invierte en formación, recompensa el esfuerzo, marca objetivos claros y ambiciosos, permite los errores, exige calidad en el trabajo, fomenta el compañerismo y ante todo es un buen ejemplo para su equipo.
Y lo más importante, un buen jefe, se autoevalúa diariamente. No caiga en el error de justificar sus salidas de tono por la presión, las amenazas por la crisis económica, su desconocimiento de la situación de su empresa por sus largos viajes y falta de tiempo. Sea un jefe de campo y por su puesto nunca, bajo ningún concepto, deje de escuchar, de generar ideas nuevas y de tener un trato humano y cercano.
  Anabel Sierras