No somos animales, pero nos comportamos como si lo
fuésemos. Cuando el nerviosismo comienza a crecer en nuestro interior, y el
miedo y la incertidumbre devoran nuestro estómago, comenzamos a tomar malas
decisiones siendo plenamente conscientes de ello, conducidos por una mano que
no parece ser la nuestra. Nos metemos en la cama frustrados, agotados e
infelices, porque sabemos que al día siguiente volverá a ocurrir lo mismo.
Se trata de la ansiedad extendiendo sus garras sobre nosotros, una cárcel que
construimos con nuestras propias manos y de la que resulta difícil escapar.
¿Cómo podemos evitarlo? Poniendo al frente al
pensador, como sugiere la psicóloga Meg Selig, autora de Changepower!
37 Secrets to Habit Change Success (Routledge) en un artículo publicado en Psychology Today. El pensador, explica la autora, es el
córtex prefrontal, el área dedicada a la
planificación de comportamientos cognitivamente complejos, a la expresión de la
personalidad, a los procesos de toma de decisiones y a la adecuación del
comportamiento social. Sin embargo, la ansiedad surge para ayudarnos a
sobrevivir en los momentos de gran estrés, apagando la funcionalidad de esta
región cerebral y poniendo en marcha nuestro lado más animal.
Diferentes mecanismos pueden ayudarnos a parar a la
bestia en nuestro interior y a retomar las riendas de nuestra vida, algo
que resulta de vital importancia para tomar buenas decisiones que nos alejen de
los esquemas mentales negativos y obsesivos. Si tienes que cambiar, empieza por
aquí.
Identifica cuándo tu cerebro está
mal
Al igual que ocurre en los programas de tratamiento de
adicciones, un primer e importante paso es reconocer que tenemos un problema.
Selig sugiere que pensemos que nuestra confusión no es una debilidad
inherente a nuestra personalidad, sino el resultado de procesos mentales
equivocados que ponen en marcha reacciones químicas dañinas. Sólo entonces
podremos dejar de culpabilizarnos y comenzar a cambiar aquellas cosas que
conducen a nuestra mente a adoptar esquemas mentales caracterizados por el
paralizador miedo.
Da besos y abrazos
Las expresiones físicas de cariño son
esenciales para el bienestar humano, y la ciencia lo ha demostrado. Como puso
de manifiesto una investigación realizada por la psicóloga Laura Berman
de la Escuela de Medicina Feinberg de la Universidad del Noroeste a partir del
análisis de 2.000 parejas, aquellos que sólo besan cuando hacen el amor tienen
ocho veces más posibilidades de sufrir estrés y depresión que los que lo hacen
frecuentemente. Como explicó la autora, “besarse alivia el estrés y crea un
sentimiento de conexión, lo que libera endorfinas, los químicos que
contrarrestan la depresión y la ansiedad”.
Haz ejercicio
Todas las recomendaciones sobre la eliminación de la
ansiedad pasan por el ejercicio físico, pero si tanto se repite, es porque
efectivamente puede marcar una gran diferencia. El deporte regula la liberación
de serotonina, el neurotransmisor considerado como el químico de la
felicidad. Según las recomendaciones realizadas por la Asociación
Americana de la Ansiedad y la Depresión, 30 minutos de actividad física diaria (o dos
horas y media a la semana) pueden tener efectos inmediatos en el ánimo del
deportista.
Afirma tus propios valores
La ansiedad conduce al miedo, y el miedo conduce,
además de al lado oscuro, a la incertidumbre y a los problemas de autoestima.
Con ellos comenzamos a dudar incluso de nuestras propias certezas. Como puso de
manifiesto una investigación realizada por el psicólogo David
Creswell, aquellas personas a las que se les había solicitado que
reflexionasen sobre sus valores más importantes superaron el estrés de dar una
charla de forma mucho más exitosa que los que lo habían hecho sobre aquello que
apenas les afectaba. En resumidas cuentas, pararnos a pensar en lo que nos
importa ante una situación estresante mejorará nuestra actuación.
Convierte la ansiedad en excitación
La ansiedad no es necesariamente mala. Como puso de
manifiesto una investigación publicada en el Journal of
Experimental Psychology, aquellas personas que afirmaban antes de enfrentarse a un reto que
estaban “entusiasmadas” lo hicieron mucho mejor que los que manifestaban
estar “calmados”. En definitiva, sugiere Selig, debemos “reenmarcar” aquellos
retos que se nos ponen por delante para convertir lo amenazante en divertido.
Diseña un “tiempo para preocuparse”
Aquellos que suelen leer los consejos sobre la
ansiedad suelen argüir que es complicado eliminar, de golpe y porrazo, todas
nuestras preocupaciones. Por ello una buena alternativa puede ser dedicar una
pequeña fracción del día a devanarnos los sesos con aquello que nos atormenta,
siempre y cuando seamos capaces de dejarlo a un lado más tarde. Como puso de
manifiesto una investigación publicada en el Journal of
Psychotherapy and Pyschosomatics, el plan de cuatro pasos de control del
estímulo puede ayudar a nuestra mente a dejar de darle vueltas
continuamente al mismo asunto. ¿Cuáles son estos pasos? Identificar el objeto
de la preocupación; conseguir un momento y un lugar para pensar sobre ello;
evitar que distraiga nuestra atención fuera de dicho tiempo; y utilizar de
forma productiva el “tiempo de la preocupación” para poner remedio a nuestros
problemas.
Escribe aquello que te atormenta
La expresión de nuestros miedos y preocupaciones es
fundamental para la superación de los mismos. Por ello, una investigación
realizada por la Universidad de Colorado puso de manifiesto que escribir los
problemas nos ayuda a eliminarlos de nuestra mente. “Reevalúas la situación,
por lo que es menos probable que vuelvas a preocuparte por dichos problemas,
puesto que has matado a la bestia”, aseguró la profesora de psicología de la
Universidad de Chicago Sian Beilock.
Deja de preocuparte por tu salud
El último consejo, aunque suene paradójico, es evitar
que la preocupación por nuestro bienestar nos haga infelices. Como ponía de
manifiesto la profesora de la Escuela David Geffen de Medicina Susan M.
Love en un artículo
publicado en The New York Times, la necesidad de cumplir con todos los requerimientos
que los médicos y gurús del bienestar exigen sobre nuestra salud nos hace aún
más ansiosos. En su opinión, debemos permitirnos un pequeño margen, puesto que es
imposible tener una salud perfecta. Es más, resulta mucho más peligroso
para la mente intentar vivir de manera saludable los 7 días de la semana, las
24 horas al día.
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