“Lo único necesario para que triunfe el mal es que los
hombres buenos no hagan nada”. La célebre cita del dublinés Edmund Burke
sirve a la periodista y experta en comunicación María Irazusta para dar
arranque a Las 101 cagadas del español. Reaprende nuestro idioma y descubre
algunas curiosidades (Espasa), en el que intenta sacar a relucir algunas
peculiaridades de la lengua española, profesando “el noble arte de defender
la preciada y preciosa lengua de Cervantes de las tropelías ortográficas,
desafueros sintácticos y semánticos que cometen bellacos, felones e indolentes
de toda laya y condición”.
Irazusta aboga por abordar nuestro desconocimiento con
valentía y sin ninguna clase de complejo. Como recuerda, “ya la cagaron Lope
de Vega o Umbral, usando ‘espúreo’ por ‘espurio’ en sus brillantes
escritos; y también Torrente Ballester o el mismo Delibes, reconocidos
leístas”. Y, sin embargo, explica la autora, nada de ello puso en
entredicho la calidad de su obra. Pero sí el conocimiento profundo de la
lengua.
No se trata, argumenta la socia directora de Irazusta
Comunicación, de que el lenguaje sirva “como ladrillo con el que erigir los
muros de la intolerancia que nos separa”, sino como “amalgama que nos une”.
Por ello, el libro comenzó en las redes sociales, continuó con el trabajo del
equipo de redacción, en el que se encontraban Beatriz Fernández, Nacho
Miquel, Noemí Sánchez y Acacia Núñez y concluyó con su
edición en papel. A continuación, recogemos algunas de las curiosidades más
llamativas del volumen.
Alma máter
“Cuando en el uso del lenguaje lo falso toma forma de
verdadero y, además, de cultismo, es mucho más difícil de erradicar”,
señala Irazusta. Aunque estemos acostumbrados a leer “el alma máter”, lo
correcto es “la alma máter”. “¿Cómo?”, se preguntarán algunos. “¡Si se debe
escribir ‘el alma’!” El truco, en este caso, se encuentra en que “alma máter”
es una locución latina que significa “madre nutricia” (sinónimo de
“universidad”, no de miembro de la misma), por lo que “alma” sería en este caso
un adjetivo, no un sustantivo, y escaparía de la norma que afecta a los
negativos.
Gurriatos, escondelite, mostrenco
En uno de los capítulos más reveladores del libro, la
autora recoge algunas de esas palabras que, al borde de la extinción, aún perduran
en algunos rincones de España. Es el caso de “gurriatos” (gorriones),
“escondelite” (escondite), “desmedrado” (desmejorado), “domeñar” (dominar),
“mostrenco” (ignorante o persona gorda y pesada), pero también “antier”
(anteayer) o “trasantier” (trasanteayer).
El efecto Humpty Dumpty
“Cuando yo uso una palabra, quiere decir lo que yo
quiero que diga, ni más ni menos”. Con esas palabras –que significa exactamente
lo que parecen decir– le explica Humpty Dumpty a Alicia en el célebre libro de Lewis
Carroll el uso que de las palabras hace dicho personaje. La autora utiliza
a Humpty Dumpty para reunir todas esas palabras que han cambiado de
significado a lo largo del tiempo, influidas por los usos de los hablantes:
es el caso de “álgido” (en el pasado, algo muy frío), “sofisticado”
(“falsificado”, “adulterado”), “enervar” (“debilitar”), “nimio” (“excesivo”) o
“lívido” (“amoratado”).
Ojalá
Pocos lo saben, pero cada vez que expresamos nuestros
anhelos con la palabra “ojalá”, estamos invocando a Alá. Se trata de una
evolución de “lawsha’aAllah”, que se castellanizó como “oxalá” antes de adoptar
su forma actual. Como recuerda Irazusta, los casi ocho siglos de dominación
árabe nos han legado más de 4.000 palabras (alrededor de un 8% de nuestro
vocabulario actual).
Errores aceptados
Aunque muchos se lleven las manos a la cabeza, la RAE
admite un amplio abanico de palabras que suenan absolutamente incorrectas
a nuestros oídos. “Abundosa”, “interromper”, “zabullirse”, “soñolencia”,
“hacera”, “perene”, “podrirse”, “prolífero”, “rencontrar”, “mariguana”… Sin
embargo, a juicio de los autores, “la RAE llega demasiado lejos en su empeño de
evitar ser elitista y recoge verdaderas ‘joyitas’ del lenguaje justificándose
en el uso que de ellas se hace”.
Tener más moral que el Alcoyano
Está divertida expresión no alude a ningún personaje
histórico ni de la intrahistoria española como sí puede ser Picio, sino al Club Deportivo Alcoyano,
equipo de fútbol de la ciudad alicantina de Alcoy. La leyenda cuenta que,
puesto que estaban encajando una voluminosa goleada, el árbitro decidió
pitar el final del partido antes de tiempo. Los jugadores del equipo alicantino
protestaron enérgicamente. ¡Se les estaba arrebatando la posibilidad de
remontar!
Hacer el amor
Cuando escuchamos una canción en inglés, o vemos una
película en dicho idioma, nos extraña comprobar cómo “hacer el amor” tiene un
significado más amplio que el de practicar el acto sexual. Pero se trata
de algo que también ocurre con el castellano: es más, en el diccionario de la
RAE, “enamorar” es aún la primera acepción de la expresión. Son los franceses,
tan románticos ellos, quienes nos han legado la expresión.
Dar abasto
Mucha gente cree que el origen de la expresión “no dar
abasto” proviene de los bastos de la baraja española –y, por ello, escriben la
forma incorrecta “no dar a basto”–, pero no tiene nada que ver. El “abasto” es
la “provisión de cosas necesarias” (de ahí surgen palabras como
“aprovisionamiento”), y también, “dar o ser bastante, bastar, proveer
suficientemente”.
Noche toledana
Aunque en alguna ocasión se utilice como sinónimo de
noche de juerga, la expresión “noche toledana” (utilizada para referirse a esas
malas noches en las que nos cuesta conciliar el sueño) tiene un origen mucho
más negativo. Se remonta al año 812, cuando gobernaba en Toledo un cruel joven
que respondía al nombre de Jusuf-ben-Amru. El motín del pueblo provocó
que este fuese decapitado, pero su padre, Amru, se vengó ampliamente
haciendo lo propio con las cabezas de los nobles de la ciudad, que
habían sido invitados a un banquete por el guerrero.
Chulapismos
Toda región española tiene sus propias expresiones, y
la capital no podía ser una excepción. Aunque aún recordemos términos como
“pirao” (loco), “chupa” (cazadora), “peluco” (reloj), “sobar” (dormir), quizá sean
menos conocidos términos como “jamón de mono” (cacahuetes), “parné” (dinero),
“beatas” (pesetas), “parpusa” (la gorra de los chulapos), “aligerar por la
verdú” (marcharse) o el auténtico origen escocés de la palabra “chotis”
(“schottisch”).
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