Por: Pilar
Jericó | 13 de junio de 2013
Solo sé que no sé nada es la archiconocida frase de
Sócrates y el comienzo de cualquier aprendizaje. Y esto que parece tan fácil,
no lo es en absoluto. Aprender significa humildad, reconocer que no somos tan
buenos en algo y que tenemos espacio de mejora. Aprender es también una actitud
y una forma de ver la vida. Muchas veces nos empeñamos en forzar las cosas
conforme a nuestras expectativas, a lo que creemos que deberían ser. Sin
embargo, la realidad se “empeña” en demostrarnos que sencillamente somos humanos
e imperfectos. Y es ahí donde surge la posibilidad del aprendizaje. Cuando
estamos muy seguros de todo, no contemplamos lo que nos sucede con los ojos del
aprendiz. Optamos por una actitud de “superioridad”, de pensar “ya lo decía yo”
e insistimos en encajar la realidad a nuestras expectativas. Un ejemplo clásico
es cuando catalogamos a alguien de un determinado modo. Podrá dar igual lo que
haga porque seguiremos viéndolo del mismo modo. O si no, ¿cuántas veces
quedamos con alguien y reforzamos un día tras otro que teníamos razón? Aprender
significa descansar un poco de nuestra cabeza, ser
curiosos, humildes
y, sobre todo, dejarnos sorprender. De algún modo es sustituir una actitud de
ir por la vida como un tren con carriles bien marcados, a un barco que navega
por surcos sin dibujar. Y el primer paso consiste en reconocer que “solo sé que
no sé nada”.
La Programación Neurolingüística (PNL) ha recogido las fases del
aprendizaje de un modo muy sencillo. Veámoslas a continuación:
- Inconscientemente incompetente (No sé
que no sé): El ser
humano es especialmente habilidoso para autoengañarse, ¡puede que sea una de
nuestras mayores capacidades!... y cualquier argumento es válido en una cabeza
que no está dispuesta a reconocer una carencia. Esta fase es la zona ciega de
nuestro carácter o de lo que hacemos. Tenemos una venda que nos impide ver más
allá. E incluso por mucho que nos digan algo los demás, llegamos a ser
especialmente tercos en no querer verlo. Sin duda, esta fase es la más difícil
porque es un tema de actitud. Un ejemplo de dicha etapa es cuando aprendemos a
conducir. Hemos podido ver a nuestros padres conducir y no pensamos que sea tan
difícil. Con esta actitud nos sentamos la primera vez en un coche.
- Conscientemente incompetente (Sé que no sé): Para entrar en esta fase,
necesitamos habernos dado cuenta de nuestros límites y tener la intención de
explorar. ¿Cómo se logra ser consciente? En el mundo de la empresa se utilizan
a veces las herramientas de diagnóstico. Se hacen evaluaciones de lo que uno
piensa de sí mismo y de lo que el resto piensa de él y se comparan. Ahí es
donde surgen las sorpresas. Los errores y los fracasos son grandes maestros para
adentrarnos en esta fase. Son momentos de vértigo, de caerse incluso las
seguridades en uno mismo, pero son las puertas para explorar. Siguiendo con el
coche, es cuando conducimos la primera vez. Los otros coches parecen que están
demasiado cerca y las calles resultan lugares complicados.
- Conscientemente competente (Voy
aprendiendo): Esta es la
fase del entrenamiento o de la práctica. Es el momento de las clases, de los
maestros, de los libros… o de lo que hagamos para ir mejorando. Equivaldría a
nuestro ejemplo cuando vamos conduciendo y vamos memorizando “piso embrague,
cambio de marcha”; “pongo intermitente, giro volante”… sabemos hacerlo pero
vamos despacio. No fluimos todavía con ello. También se ve con los idiomas,
cuando tenemos que construir la frase mentalmente. En este punto, la habilidad
más importante es la paciencia y la constancia para crear nuevos
hábitos; y el
principal riesgo es el posible aburrimiento.
- Inconscientemente competente (Sé). Somos capaces de conducir y pensar
en cuatro cosas a la vez, sin darnos cuenta del embrague o del intermitente; o
hablamos el otro idioma sin tener que hacer paradas en busca de la palabra
precisa. Esta es la fase en la que hemos interiorizado el aprendizaje. Hemos
llegado a este punto después de mucha práctica y el riesgo se esconde en un
posible exceso de confianza o dejar de contemplar lo que sabemos con ojos de
aprendiz. Y aquí es cuando los errores se convierten en maestros que nos llevan
a comenzar el ciclo desde el principio.
Recetas:
- Toma
aquello que haces bien y cuestiónalo. Pregunta a amigos, compañeros,
familiares sobre algún aspecto en el que te sientas muy seguro e interroga
sobre qué podrías mejorar. Deja espacio a la duda interna.
- Cuando
quedes con alguien que conoces bien, indaga sobre algún aspecto que no
veías antes de él o de ella. Intenta salirte de tu creencia y explora.
- Y si te
enfrentas a un error o a un fracaso, pregúntate sobre qué podrías aprender
de ello.
Fórmula:
Aprender significa
tener una actitud socrática: solo sé que no sé.
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