martes, 25 de junio de 2013

Cómo encajar bien las críticas y sacar partido de ellas




A casi nadie nos gusta que nos critiquen. En general nos hace sentir vulnerables, inseguros y en ocasiones atacados. Por eso tendemos a negar, a buscar argumentos para defendernos, a reaccionar con ironía o en el peor de los casos con violencia. Hay personas que en un intento desesperado por prevenir las críticas terminan por renunciar a sus proyectos personales o a sus objetivos más ambiciosos. La única forma segura de prevenir la crítica de los demás es no hacer nada, así no nos equivocaremos.

Las críticas duelen más cuando cumplen dos criterios. El primero es que sean globales. Nos duele que nos digan que somos personas defectuosas, malas o insuficientes. Sin embargo nos resulta más soportable que nos hablen de nuestro comportamiento, es decir, de algo concreto que hicimos en un momento concreto. El segundo criterio es si podemos hacer algo por mejorar, es decir, hasta qué punto sentimos que podemos cambiar eso por lo que nos critican. Resumiendo, las críticas se digieren peor cuando son extremadamente globales y hacen referencia a características de nosotros mismos no podemos o no queremos cambiar. Dicho de otra manera, nos duele que nos toquen en ese valor tan preciado que es nuestra propia imagen, nuestro concepto o de forma más general, la percepción que tenemos de nosotros mismos.

Construimos esa imagen a lo largo de los años, recogiendo información de diferentes fuentes y tratando de darle sentido. Pero no somos objetivos en el proceso. Sabemos muy bien que al percibirnos tendemos a cometer errores, a sesgar la información o a interpretarla de manera que encaje con lo que habíamos asumido previamente. El resultado es que esas instantáneas de nosotros mismos, en ocasiones, son tremendamente imprecisas. Algunas investigaciones han puesto de manifiesto esta realidad tanto en rasgos de personalidad (ej., extraversión, neuroticismo) como en atributos físicos e intelectuales (ej., atractivo, inteligencia). Los resultados son claros, la percepcion que tenemos de esos atributos coincide poco o nada con la percepción de los demás o con medidas objetivas de esos atributos.

Tener una idea precisa de quiénes somos, de cuáles son nuestros puntos fuertes y débiles, es un recurso fundamental para tomar buenas decisiones sobre nuestra carrera, nuestras relaciones con los demás, etc. ¿Cómo resolvemos ese problema? ¿De dónde sacamos esa información para cuadrar versiones y construirnos una imagen más realista de nosotros mismos?

Las críticas bien gestionadas son una excelente fuente de información

Las críticas son como el espejo en el que nos miramos por las mañanas antes de salir de casa. Nos aportan información, nos cuentan quiénes somos desde perspectivas distintas a la nuestra. Es como si pudiéramos salir durante unos segundos de nuestra persona y vernos desde fuera. No son juicios, aunque a veces lo parezcan. Las críticas son opiniones, no pueden ser juicios, nadie es mejor juez de cada uno de nosotros que nosotros mismos. La gente de nuestro alrededor puede observarnos, pensar sobre nosotros y emitir su opinión al respecto, pero no pueden juzgarnos.

En ocasiones criticamos a los demás para doblegarlos, para manipularlos o sencillamente hacerles dañoLa cuestión es qué se oculta detrás de esas opiniones. La primera opción es que la crítica tenga buenas intenciones, es decir, que pretenda darnos información de una manera constructiva. En este caso el peligro es que la critica sea de mala calidad, esto es, global y carente de sugerencias de mejora. En estos casos, siempre podemos ayudar a nuestro crítico mostrando interés por su opinión, pidiéndole más información y tratando de llegar a la versión más completa posible de su crítica.

La segunda opción es que la intención no sea tan constructiva. En ocasiones criticamos a los demás para doblegarlos, para manipularlos o, sencillamente, hacerles daño. En estos caso no tenemos por qué aceptar el mensaje y tenemos todo el derecho del mundo a decir ·no estoy de acuerdo·.

Nuestra sugerencia consiste en asumir que todas las criticas son constructivas hasta que se demuestre lo contrario. La ventaja de este enfoque es que permite sacar todo el partido de las opiniones constructivas y desarma una parte importante de las críticas destructivas. Para conseguir unos buenos resultados podemos seguir estos sencillos pasos. 
  1. Escucha atentamente lo que tienen que decirte, deja que el otro acabe. No te defiendas antes de confirmar que hay un ataque.
  2. Muestra tu disposición a aceptar al menos una parte de la crítica. Recuerda que la otra persona tiene todo el derecho del mundo a opinar y eso es todo lo que está haciendo, decir lo que piensa. Trata de asegurarte de que lo has entendido, pide más información, aclara o trata de concretar más lo que has escuchado.
  3. Por último, pide sugerencias y déjate aconsejar, ya decidirás si lo haces o no. No olvides que la crítica, venga de quien venga, no es más que una imagen de ti mismo vista desde una perspectiva que hasta ahora no conocías. Las sugerencias que obtengas desde ese punto de vista pueden ser de gran utilidad al tomar decisiones o resolver problemas.
¡Ah! y no te olvides de dar las gracias. Al ser agradecido con tus críticos conseguirás que quienes querían hacerte daño con sus opiniones se sientan frustrados y desconcertados. Y lo que es más importante, tu agradecimiento hará que quienes querían ayudarte se sientan más motivados para volver a criticarte en el futuro, y eso es genial, ¿no?.

Elconfidencial.com

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