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A
casi nadie nos gusta que nos critiquen. En general nos hace sentir vulnerables, inseguros y en
ocasiones atacados. Por eso tendemos a negar, a buscar argumentos para
defendernos, a reaccionar con ironía o en el peor de los casos con violencia.
Hay personas que en un intento desesperado por prevenir las críticas terminan
por renunciar a sus proyectos personales o a sus objetivos más ambiciosos. La
única forma segura de prevenir la crítica de los demás es no hacer nada, así
no nos equivocaremos.
Las
críticas duelen más cuando cumplen dos criterios. El primero es que sean
globales. Nos duele que nos digan que somos personas defectuosas, malas o
insuficientes. Sin embargo nos resulta más soportable que nos hablen de
nuestro comportamiento, es decir, de algo concreto que hicimos en un momento
concreto. El segundo criterio es si podemos hacer algo por mejorar, es decir,
hasta qué punto sentimos que podemos cambiar eso por lo que nos critican.
Resumiendo, las críticas se digieren peor cuando son extremadamente
globales y hacen referencia a características de nosotros mismos no podemos o
no queremos cambiar. Dicho de otra manera, nos duele que nos toquen en
ese valor tan preciado que es nuestra propia imagen, nuestro concepto o de
forma más general, la percepción que tenemos de nosotros mismos.
Construimos
esa imagen a lo largo de los años, recogiendo información de diferentes
fuentes y tratando de darle sentido. Pero no somos objetivos en el proceso. Sabemos
muy bien que al percibirnos tendemos a cometer errores, a sesgar la
información o a interpretarla de manera que encaje con lo que habíamos
asumido previamente. El resultado es que esas instantáneas de nosotros
mismos, en ocasiones, son tremendamente imprecisas. Algunas investigaciones
han puesto de manifiesto esta realidad tanto en rasgos de personalidad (ej.,
extraversión, neuroticismo) como en atributos físicos e intelectuales (ej.,
atractivo, inteligencia). Los resultados son claros, la percepcion que
tenemos de esos atributos coincide poco o nada con la percepción de los demás
o con medidas objetivas de esos atributos.
Tener
una idea precisa de quiénes somos, de cuáles son nuestros puntos fuertes y
débiles, es un recurso fundamental para tomar buenas decisiones sobre nuestra
carrera, nuestras relaciones con los demás, etc. ¿Cómo resolvemos ese problema?
¿De dónde sacamos esa información para cuadrar versiones y construirnos una
imagen más realista de nosotros mismos?
Las
críticas bien gestionadas son una excelente fuente de información
Las
críticas son como el espejo en el que nos miramos por las mañanas antes de
salir de casa. Nos aportan información, nos cuentan quiénes somos desde
perspectivas distintas a la nuestra. Es como si pudiéramos salir durante
unos segundos de nuestra persona y vernos desde fuera. No son juicios,
aunque a veces lo parezcan. Las críticas son opiniones, no pueden ser
juicios, nadie es mejor juez de cada uno de nosotros que nosotros mismos. La
gente de nuestro alrededor puede observarnos, pensar sobre nosotros y emitir
su opinión al respecto, pero no pueden juzgarnos.
En
ocasiones criticamos a los demás para doblegarlos, para manipularlos o
sencillamente hacerles dañoLa cuestión es qué se oculta detrás de esas
opiniones. La primera opción es que la crítica tenga buenas intenciones, es
decir, que pretenda darnos información de una manera constructiva. En este
caso el peligro es que la critica sea de mala calidad, esto es, global y
carente de sugerencias de mejora. En estos casos, siempre podemos ayudar a
nuestro crítico mostrando interés por su opinión, pidiéndole más información
y tratando de llegar a la versión más completa posible de su crítica.
La
segunda opción es que la intención no sea tan constructiva. En ocasiones
criticamos a los demás para doblegarlos, para manipularlos o, sencillamente,
hacerles daño. En estos caso no tenemos por qué aceptar el mensaje y tenemos
todo el derecho del mundo a decir ·no estoy de acuerdo·.
Nuestra
sugerencia consiste en asumir que todas las criticas son constructivas
hasta que se demuestre lo contrario. La ventaja de este enfoque es que
permite sacar todo el partido de las opiniones constructivas y desarma una
parte importante de las críticas destructivas. Para conseguir unos buenos
resultados podemos seguir estos sencillos pasos.
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martes, 25 de junio de 2013
Cómo encajar bien las críticas y sacar partido de ellas
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