El triunfo de la sociedad del consumo, o más bien del
usar y tirar, de la inmediatez y de la gratificación puramente material, ha
moldeado hasta las cuestiones más espirituales y existenciales. La felicidad ya
no forma parte del terreno filosófico, de la reflexión profunda basada más en
las preguntas que en las respuestas, sino del mercadeo coaching o de
autoayuda, cuando no del propio hábito de consumo. Queremos una fórmula única
de la felicidad y la queremos ya, pero desafortunadamente no existe una
serie de principios universales, aunque la ceguera materialista nos impida
verlo. El neoplatonista Pierre Hadot lo desarrolla brillantemente en La
filosofía como forma de vida.
Lejos de converger hacia un único modelo del bienestar
vital, los principios del desarrollo personal se basan en la reflexión sobre
los dilemas existenciales para alejar el tormento desde el conocimiento.
Cada uno que saque sus conclusiones. Como defiende Foucault en El
Gobierno de sí y de los otros, el verdadero desafío es que “los sujetos se
constituyan por sí mismos, pues así se constituye el ser moderno de la
filosofía”.
Las razones (cambiantes) de la existencia
¿Quiénes somos?, ¿de dónde venimos?, ¿adónde vamos? Ni
una sola respuesta universal, a pesar del esfuerzo de las grandes religiones
por sacarnos del atolladero. Lo único que podemos saber es que aquí estamos y
que para disfrutarlo necesitamos ser felices, sentirnos realizados y llevar
una vida digna. A partir de estas nociones básicas, se puede citar otra
subyacente: buscar la realización de nuestros ideales, luchando por ellos y los
seres queridos. El bienestar no tiene una única meta, sino que se trata de una
consecución de metas recambiables. Se trata de sentirnos bien por el camino
en el que transitamos.
La ética (individual) del buen vivir
No todo el mundo tiene que seguir la misma dirección,
ni durante toda su vida, pues la mejor elección dependerá de la etapa
vital en la que nos encontremos. La vida es un aprendizaje continuo, las
experiencias nos moldean y las personas de las que nos rodeamos más. El buen
arte de vivir dependerá de que todos estos factores convivan en armonía con
nuestra ética individual.
Desde los filósofos griegos hasta los contemporáneos,
explica Foucault, la sabiduría (o la búsqueda constante de ella) entendida
como disciplina de vida, es la mejor forma de asegurar nuestra ética
individual. Es decir, debemos cultivarla todos los días. ¿La distinción entre
el bien y el mal? “La contemplación”, diría la filosofía oriental y sus
correspondientes sucedáneos.
¿Quién soy yo?
El conocimiento interior es una de las pocas fórmulas
universales que nos ayudan a alcanzar el bienestar “siendo uno mismo”. Desde la
filosofía griega hasta la contemporánea, pasando por la oriental, se ha
defendido la contemplación interior como el método más eficaz de alejar
los tormentos que nos acechan, desde la angustia, la incertidumbre, los
fantasmas o los golpes vitales.
La vivencia del presente, de las oportunidades y de
las cosas buenas de la vida, pueden quedar anuladas por la obsesión en el
pasado o el futuro. El principio socrático de “conocerse a sí mismo”
sigue siendo un método aplicable hoy en día, entendido siempre de forma activa,
planificando y anticipándonos.
Qué debo hacer
La voluntad puede ser frágil y en ocasiones
insuficiente para ser uno mismo y controlar nuestro propio destino. El
entorno nos condiciona, por lo que intentar transformalo o intentar convivir
sin traicionarnos nos marca el camino del bienestar, así como resistir a las
tentaciones y cantos de sirena que van en contra de nuestra ética personal. En
ello consiste la libertad, otro de los pocos principios universales
que caracterizan a la felicidad.
Hoy en día no son pocos los elementos que condicionan
nuestra manera de vivir, más allá incluso de los credos o parámetros
socioculturales. La frustración puede surgir fácilmente si no contamos con
las herramientas psicológicas necesarias, que a fin de cuenta proceden del
conocimiento en uno mismo anteriormente mencionado.
…pero lo vida me maltrata
La contemplación sin acción pierde toda su utilidad.
Para luchar y salir adelante se necesita mucha disciplina y capacidad de
resistencia. La vida es compleja y la voluntad puede flaquear por momentos,
pero debemos ser conscientes de los problemas que podemos gestionar
por nosotros mismos y de los que no. De este modo podremos relativizar
los golpes y aprender a convivir con ellos de la mejor manera posible. No
se trata de aprender de las desgracias que nos ocurren. Aunque como
asegura Nietzsche “lo que no nos mata nos hace más fuertes”, si no
estamos preparados para asumir las desgracias nos podrán traumatizar y
amedrentar.
La mejor manera de superar estas situaciones es
afrontarlas desde un punto de vista positivo, tratando siempre de buscar una
solución o, al menos, un remedio que atenúe el sufrimiento. No
podemos ganar siempre, pero sí mejorar con el tiempo y la práctica para
asegurar una existencia lo más cercana posible al bienestar.
elconfidencial
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