Muchos de nosotros
vamos a tener que afrontar retos en la vida cuya envergadura todavía
desconocemos y por eso hemos de sentirnos confiados para afrontar lo nuevo.
Quien confía en sí mismo nunca es pequeño ante el reto. La voluntad y el
deseo de superación pueden ser más poderosos que la propia genética. Por
eso cada día hemos de entrenarnos para hacer las cosas pequeñas de una manera
grande. Si nuestro trabajo es colocar piedras, de qué manera tan distinta se
colocan si nos vemos construyendo un simple muro o si nos vemos construyendo
una catedral. La ilusión en los momentos críticos es la que decide.
Cree en tus
posibilidades
Toda meta nos pone a
prueba y nos hace ver si estamos a la altura requerida. Cuando nos encontramos
ante la dificultad y sentimos la tendencia a abandonar, hemos de mantenernos
firmes, ya que es la única manera de hacer que nuestra mente busque en una
solución en lugar de encontrar una salida fácil. Esa solución emerge al ponerse
en movimiento algunos de nuestros talentos más ocultos e insospechados. El
éxito se construye paso a paso y no de la noche a la mañana, por más que
algunas “mentes preclaras” intenten convencernos de ello.
Se trata de ser todo lo que uno
es capaz de ser, sabiendo que nuestro destino está en nuestra menteSi queremos
alcanzar metas transformadoras, vamos a tener que asumir muchas incomodidades e
inseguridades. Hay que desarrollar ese coraje necesario para aguantar el
dolor cuando nos enfrentamos a la vulnerabilidad de nuestra imperfección y
a la incertidumbre de lo desconocido. Que al final de nuestras vidas no
digamos: “¡Si tan solo hubiera creído más en mis posibilidades!”.
En esta vida ninguno
de nosotros tenemos que ser perfectos, de hecho la perfección, como solemos
entenderla, es el estándar más bajo del mundo porque sencillamente es
inalcanzable. Lo importante no es que seamos perfectos, sino que intentemos
superarnos día a día poniendo todo lo que somos en todo lo que hacemos. Se
trata de ser todo lo que uno es capaz de ser, sabiendo que nuestro destino está
en nuestra mente y en nuestra alma. Es así como poco a poco vamos reduciendo la
distancia entre lo que nos proponemos y lo que logramos. Hay que estar atento y
preparado para aprovechar cualquier oportunidad que nos acerque a aquellas
metas que fortalecen dimensiones enteras de nuestras vidas.
Recordemos que
toda meta está definida por ocho elementos:
1-Específica
2-Escrita
3-Medible
4-Delimitada en el
tiempo
5-Desafiante
6-Inspiradora
7-Visualizable
8- Congruente con los
propios valores
Me niego a poner en
la lista la palabra realista, porque con frecuencia confundimos lo imposible
con lo improbable. Todos sabemos de demasiadas personas que han logrado lo
aparentemente imposible como para considerar que lo que nos parece razonable
también es lo realista. Lo realista no lo determina nuestra razón, sino la
realidad. Que las cosas no nos salgan bien de entrada no quiere decir
que no puedan acabar saliendo mejor de lo que nos imaginamos. En nuestro
transitar, sin duda va a haber momentos en los que tengamos la sensación de que
la meta que nos hemos planteado es inalcanzable y es en esos momentos en
los que tenemos que hacernos una pregunta: ¿Qué es lo que puedo seguir haciendo
con lo que ahora tengo?
Estar a la altura
Tal vez al final no
logremos alcanzar nuestra soñada meta, pero sí tendremos muy claro que al menos
hemos agotado todas las posibilidades que hemos sido capaces de vislumbrar. El
éxito no sólo consiste en llegar al final del camino, sino también en
recorrerlo con ilusión, determinación, persistencia y paciencia. Por eso, no
bajemos nuestras metas a la altura de nuestras aparentes capacidades, sino
dejemos que sean nuestras capacidades las que poco a poco se vayan estirando a
la altura de nuestras metas.
Mario Alonso Puig
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