Las zancadillas que las mujeres
se ponen en la adolescencia se trasladan a la edad adulta en el ámbito de
trabajo. (Corbis)
Parece ser que
aquello que no puede ser expresado en forma de opinión, por su alta
incorrección política, sí puede defenderse si una investigación científica
lo avala. Es lo que ocurre con el último de los estudios destinados a
desentrañar los rincones más oscuros del comportamiento femenino, realizado por
la Universidad de Ottawa en Canadá y publicado en la revista Philosophical
Transactions of the Royal Society B, que promete sembrar la polémica en los
cenáculos de la filosofía social (o, al menos, en las redes sociales).
Según dicha
investigación, dirigida por Tracy Vaillancourt, las mujeres tienden a
criticarse mutuamente con tanta frecuencia por razones evolutivas. El
estereotipo parece ser cierto: a ellas les gusta apuñalarse, criticarse,
ponerse la zancadilla y malmeter para vencer en la competición evolutiva,
sugiere el artículo. Este comportamiento tiene un único objetivo: conquistar
al macho alfa y quitarse a las competidoras de en medio.
Una competición
salvaje
El estudio indica que
si bien tanto hombres como mujeres suelen utilizar la agresión indirecta a la
hora de asegurarse la mejor posición en su carrera por conquistar a la pareja
ideal, las mujeres son particularmente traicioneras a la hora de tratar
con sus adversarias, con el objetivo de desmoralizarlas.
En este tipo de
agresión, la persona que ataca no sufre ningún daño“A diferencia de los
hombres, las mujeres suelen suprimir la sexualidad de otras mujeres y lo
hacen realizando sanciones informales como el ostracismo o el cotilleo
despectivo”, explica el estudio, que asegura que las actitudes presentadas en
películas como Chicas malas (Mean Girls, Mark S. Waters,
2004) no están tan lejos de la realidad.
“Las mujeres
compiten, y pueden llegar a hacerlo de forma muy salvaje con otras”, explica en
el artículo su autora. “La forma en que suelen llevarlo a cabo es por lo
general la agresión indirecta, porque tiene un coste bajo: la
persona que ataca no sufre ningún daño”, añadía, poniendo de manifiesto la
importancia que tiene la inversión en la búsqueda de pareja, algo que ha puesto
de manifiesto en repetidas ocasiones la teoría evolutiva.
Un ataque
indetectable
“A menudo, la
motivación de la persona no se detecta, pero aun así hace daño a la persona
a la que agrede”, añadía Vaillancourt. En la mayor parte de casos, las mujeres
objetivo del ataque suelen ser las más atractivas o de un estatus social más
alto, es decir, aquellas que pueden suponer una mayor competición en la
conquista del hombre.
La agresión indirecta
suele llevarse a cabo por adolescentes y jóvenesComo ya habían puesto de
manifiesto diversos estudios, las mujeres suelen identificar a sus compañeras
más atractivas como potenciales competidoras, mientras que los hombres reparan
en otras características, como la fuerza física o la capacidad de liderazgo.
También atentan contra las mujeres más promiscuas porque, siguiendo la lógica
del mercado (una tendencia cada vez más frecuente en el estudio
sobre las relaciones de pareja), “son las que hacen
bajar el precio del producto”.
Según el grupo de
investigadores, este tipo de agresiones son más frecuentes durante la
adolescencia y primera madurez de las mujeres, lo que confirma su función
como herramienta competitiva. “El hecho de que la agresión indirecta sea
utilizada sobre todo por adolescentes y jóvenes que dirigen su agresión a sus
compañeras del mismo sexo, nos ayuda a reforzar la hipótesis de que la agresión
indirecta se usa en el contexto de competición por la pareja”.
Cuando son adultos,
los hombres también lo hacenEl estudio señala que el hecho de ocultar las
intenciones puede ser un mecanismo para salvaguardar la integridad física, algo
esencial desde el punto de vista evolutivo, puesto que la hembra debe criar a
su retoño. Algo que se contrapone a la competitividad del macho, generalmente
marcada por la agresividad directa y, en muchos casos, física,
especialmente durante la pubertad.
Sin embargo, cuando
el hombre alcanza la mayoría de edad, comienza a utilizar las mismas
estrategias que las mujeres en su conquista de las mismas. “Cuando llegan a la
edad adulta, los hombres también lo hacen, especialmente en el lugar de
trabajo”, ha señalado la investigadora Anne Campbell, de la
Universidad de Durham, a LiveScience.
Crimen y castigo
Según señala el
estudio, las mujeres suelen castigar las transgresiones sexuales percibidas.
En el estudio, los investigadores averiguaron que la mayor parte de ellas
solían dirigir su agresión a las parejas más atractivas, mientras que ignoraban
a aquellas que iban vestidas de forma más conservadora.
El estudio muestra su
preocupación por el hecho de que esta circunstancia pueda entorpecer la
emancipación de la mujer dentro de la sociedad, y sirva para reforzar los
viejos clichés. Entre otras cosas porque, según la investigadora principal,
“los beneficios de utilizar la agresión indirecta parecen claros: menos
competición y un mejor acceso a los machos deseados”.
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