Los jefes deben desarrollar una comunicación positiva con sus subordinados
para motivarlos y mejorar su rendimiento. (Corbis)
Las nuevas dinámicas del mercado laboral, debidas al
actual contexto de crisis y de adaptación a los cambios del entorno
(tecnológico y de consumo), ha provocado que las empresas demanden también nuevas competencias y aptitudes a sus trabajadores. Una necesaria evolución que deben
asumir igualmente los empresarios y demás cuadros directivos, aunque en otros
términos, según defiende el profesor y actual director del instituto suizo
Essential Management, Xavier Camby, en su último libro titulado 48
claves para una gestión sostenible (48 clés pour un management durable, editado por Yves Briend).
Después de haber analizado las prácticas y técnicas de
gestión de más de 8.000 directivos desde el inicio de la crisis, Camby ha
llegado a la conclusión de que “el mánager nunca fue tan crucial y necesario
para la buena marcha de una organización empresarial en momentos de
dificultades, al tiempo que nunca antes hubo que adaptarse tan rápido a los nuevos
requisitos”. Una situación que se debe a la aceleración de los cambios
globales, el clima laboral y económico general y la rápida rotación de los
equipos que hace difícil identificar con el suficiente tiempo de antelación
a los trabajadores que escalarán en la jerarquía laboral.
El ‘jefe-planificador’, una figura en extinción
La concepción tradicional de los jefes como las
personas encargadas de organizar o, incluso de controlar, ha perdido casi todo
su sentido en la actualidad. Para los expertos en sociología de las
organizaciones empresariales, los superiores deben abandonar su rol de
planificadores, ya que es menos necesario debido a las nuevas cualidades
requeridas a los trabajadores y al entorno laboral generado por la potenciación
del trabajo en equipo.
Este cambio se debe también a que la información de las
funciones y objetivos de cada trabajador deben ser conocidos y compartidos por
toda la plantilla. Un reto que va en contra de la falta de transparencia y
la ocultación de información que puede ser del interés de los trabajadores para
el correcto desempeño de sus labores. Por tanto, se han impuesto una serie de
nuevas competencias que cualquier dirigente debería asumir y que se resumen en
cuatro características concretas que el consultor en liderazgo cita en su
último libro.
Si trasmitimos todo lo que sabemos a los subordinados
saldremos ganando, no hay que tener miedo irracional a que lleguen a ser
mejores que nosotrosCapacidad relacional y comunicativa. “Los buenos jefes tienen que tener
una actitud cordial, relajada, cercana y, sobre todo, con capacidad de
comunicación positiva”, según explica Camby. Saber valorar a los trabajadores
sirve para mejorar su implicación tanto en las tareas que realizan como en la
propia organización empresarial. “Deben saber motivar a los empleados para
darle un valor añadido a su trabajo y hacerles sentirse lo más a gusto posible
en la empresa”, insiste. De este modo, aumentará su rendimiento y compromiso.
Saber transmitir los conocimientos necesarios y el know-how. Para poder delegar funciones en los
trabajadores, es preciso ser generosos con ellos a nivel de transmisión de
conocimientos y ayudarlos para que sepan desenvolverse solos y de la
mejor forma posible cuanto antes. “Si trasmitimos todo lo que sabemos saldremos
ganando”, asegura el consultor. Sin embargo, el autor reconoce que no siempre
es fácil asumir esta máxima porque está demasiado extendida la idea de que si
les enseño todo lo que sé a mis los trabajadores que están por debajo de mi
escala podrán llegar a superarme. Un “miedo irracional” del que nos debemos
liberar.
Humildad y cooperación. Para poder delegar hay que saber
valorar a los subordinados, como comentábamos en el primer punto, algo que
nunca se conseguirá si no tenemos la suficiente humildad como para depositar
un voto de confianza en los demás. Hoy en día, y sobre todo cuando la
empresa pasa por una situación difícil, la humildad es una herramienta mucho
más fructífera que el férreo control de mando para que el equipo al que dirige
un jefe crea en éste, se involucre y sea más cooperativo.
La autoridad no se gana automáticamente detentando
poder, sino mediante el reconocimiento de los subordinados. Un aprecio que sólo se conseguirá
ejerciendo una influencia positiva en ellos a partir del desarrollo de las
cualidades anteriormente citadas. Una cuestión clave debido a que el deterioro
del mercado laboral por las dificultades económicas impuestas por la crisis
está siendo acompañado de una deterioro de la imagen de los jefes y cuadros
superiores, según han ratificado la mayoría de encuestas. En este contexto, lo
que marca la diferencia para que todos los integrantes de una empresa
aumenten sus esfuerzos y logren sacarla adelante son las cualidades
personales de sus dirigentes.
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