El sufrimiento puede manifestarse de
muy diferentes maneras. En muchos casos, es el producto lógico de un
acontecimiento negativo o traumático, que trae consigo un proceso de duelo del
que la angustia es parte consustancial, quizá no deseable, pero sí inevitable.
Sin embargo, la vida contemporánea ha hecho aparecer una nueva forma de sufrimiento,
mucho más difuso porque no logramos atribuirle un origen claro ni puede
achacarse a algún hito vital determinado.
Se le puede llamar “náusea”, como haría Jean-Paul
Sartre, o simple malestar existencial: lo que está claro es que cada vez
más, incluso cuando tenemos todas las necesidades materiales y emocionales
cubiertas, sufrimos. Y el hecho de que no sepamos cómo ponerle remedio no
hace más que contribuir a que esa sensación aumente y nos incapacite en nuestra
vida diaria.
Tal vez por eso las filosofías orientales hayan gozado
de un auge tan importante durante las últimas décadas. Si bien quizá tan sólo
para unos pocos sean la panacea definitiva que cure todos los males, es cierto
que algunas de sus enseñanzas nos pueden echar una práctica mano a la hora de
contener esa sensación de desasosiego implacable.
- No juzgues el presente
Tendemos a hacer juicios de valor continuamente
sobre nuestro momento vital y nuestras circunstancias personales, lo cual nos
conduce a pensar en términos de bueno o malo (en muchos casos, malo, muy malo).
Pero la vida sigue siempre, y si simplemente nos dejamos llevar aprovecharemos
mejor el momento que si nos preocupamos por el aún lejano futuro.
- El futuro nunca llega
Uno de los procesos mentales más perjudiciales es
aquel que nos hace anticipar las hipotéticas catástrofes mucho antes de que
ocurran; aunque ello parezca que nos puede hacer más precavidos, en realidad
simplemente da lugar a un sentimiento de miedo atenazador que nos impide
funcionar correctamente en el día a día. La mayor parte de desastres que se nos
pasan por la cabeza nunca llegan a ocurrir.
- Aclara tu mente
En un artículo publicado en Huffington Post, la
escritora de autoayuda Byron Katie explicaba cómo vivió durante años con
una pistola debajo
de su almohada hasta que, un buen día, comprendió como una revelación que “la única cosa
que nos hace sufrir es cuando creemos en algo que está en conflicto con la
realidad”. Sentémonos a reflexionar y nos daremos cuenta de que la mayor
parte de nuestros miedos son infundados.
- Sé responsable, pero no te culpes
La culpa, como hemos explicado en el pasado, puede ser
tóxica o saludable. En algunos casos, es inevitable
para recordarnos que hemos sido viles o irresponsables, pero en otros, sólo
consigue atormentarnos sin ayudarnos a poner solución. Es preferible ser
responsable a tiempo que sentirse culpable a destiempo.
- Acepta tus sentimientos negativos
Uno de los orígenes del sufrimiento más
habitual es torturarnos por los sentimientos (de ira, de miedo, de
angustia, de envidia) que tenemos. Pensamos que somos malas personas por caer
en dichas debilidades, y de esa manera, nos sentimos aún peor. Sin embargo, se
trata de emociones que afectan a todo el mundo; el propio sufrimiento es
una de ellas, así que si somos conscientes de que habremos de pasarlo mal de
vez en cuando, cuando esto ocurra, sabremos mejor cómo afrontarlo.
- No juzgues a los demás
Somos nuestros peores jueces, nos exigimos demasiado
incluso cuando ya lo hemos dado todo. Ello se ocasiona porque, previamente,
hemos solicitado a los que nos rodean que sean perfectos, puesto que nosotros
intentamos serlo. En realidad, nadie lo es, así que aceptemos los defectos y
las carencias tanto propias como ajenas.
- No envidies
El décimo mandamiento de las Tablas de la Ley de Moisés.
Siempre se ha dicho que la envidia es el peor pecado español, y desde luego, es
un sentimiento altamente dañino. No sólo por que el envidiado pueda ser objeto
de un odio que no se ha merecido, sino porque esta emoción nos corroe por
dentro al mirar a los que nos rodean y nos hace sentirnos inferiores.
- Cuidado con lo que deseas
De todos los principios que promulga el budismo, quizá
el más útil en una sociedad en la que el consumo desmedido y la satisfacción
inmediata de todos los deseos parecen la clave del éxito, sea el que recuerda
que el deseo es el origen de todo el sufrimiento. En muchos casos, el
origen de toda angustia es la imposibilidad de satisfacer nuestros anhelos. Es
inevitable desear determinadas cosas (o personas), pero debemos aprender a
mantener la cabeza fría en los momentos en los que el deseo se convierta en
sufrimiento.
- Todo pasa
Volviendo al primer punto, debemos tener presente que
tanto la felicidad como la angustia tocan a su fin, y que mejores (o peores)
tiempos nos esperan a la vuelta de la esquina. Aceptarlo es el primer
paso para disfrutar cuando la marea nos mece suavemente o para saber capear el
temporal cuando este llegue.
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