El control de las emociones, así como de las
tentaciones e instintos básicos, es clave para facilitar la vida en comunidad y
mejorar en el plano personal. La capacidad de autocontrol se puede y se debe
entrenar para evitar emociones negativas como la ira o la envidia, pero también
para mejorar y prolongar nuestra disposición al esfuerzo o a la
concentración. La autodisciplina, como denominaba Foucault a la
técnica para no ceder a las tentaciones, es una de las primeras estrategias a
poner en práctica para lograr dominarnos a nosotros mismos.
La voluntad se puede fortalecer poco a poco siempre y
cuando no falta la constancia. Sean cuales sean nuestros fines, el
conocimiento de uno mismo, tanto de las fortalezas como de las debilidades, nos
ayudará en este proceso. Por ejemplo, para seguir una dieta o dejar de
fumar habrá que conocer nuestro grado de adicción y su relación con los hábitos
cotidianos para lograr nuestros objetivos sin tirar la toalla porque nos
creamos incapaces de seguir reglas preestablecidas, que no siempre se adaptan a
nosotros. Es por ello que el autoaprendizaje o metacognición ocupan un lugar
central en los estudios científicos sobre el autocontrol. Nadie mejor que uno
para ahondar en la causa de una tentación y buscar las estrategias para sortearla.
Las últimas investigaciones sobre el autocontrol se
han centrado en la irracionalidad que está detrás de algunos comportamientos o
decisiones. Sus conclusiones son que los impulsos, que por ejemplo nos llevan a
comprar constantemente cosas que no necesitamos, tienen que ver con las
gratificaciones a corto plazo. El denominado conflicto de preferencias
temporales nos provoca un dilema que nos hace elegir entre la gratificación
a corto o a largo plazo. Volviendo al ejemplo de dejar de fumar, el acto de
encendernos un cigarro nos provoca una gratificación inmediata, pero nos
frustra a la larga porque no es saludable o hace que nos arrepintamos por tener
una adicción. Lo mismo ocurre con las compras impulsivas.
La barrera del hedonismo y el cortoplacismo
El conflicto mental entre el deseo inmediato y el
beneficio a largo plazo es cada vez más común. Una cuestión que no se escapa a
las características de los modelos socioeconómicos imperantes hoy en día, en
los que prima la búsqueda del beneficio inmediato aunque provoque un alto
coste a la larga. Ni nuestra salud, en el caso del tabaquismo, ni nuestro
bolsillo en el caso del consumismo parecen ser más importantes que la
gratificación inmediata. Una particularidad que desde el punto de vista
antropológico es propia de las sociedades modernas.
El autocontrol es como un músculo y cuanto más se
ejercite más fácil será aumentar nuestra fuerza de voluntad. La generalización
de estas prácticas, en las que se antepone el cortoplacismo debido al mayor
hedonismo y egocentrismo, dificulta todavía más el desarrollo de la capacidad
de autocontrol, por lo que la disciplina debe ser aún más dura y constante.
Todo es cuestión de voluntad. El famoso marshmallow test de Princeton, llevado a cabo por el psicólogo Walter Mischel, docente
de la Universidad de Columbia, ya demostró a finales de los años 70 la relación
entre el hedonismo (más acusado por naturaleza en los niños, por lo que los
participantes tenían entre tres y cinco años) y la dificultad para rechazar
una gratificación inmediata en favor de una mayor recompensa a la larga.
Los investigadores ofrecieron una golosina a un grupo
de niños, explicándoles que podían comérsela cuando quisiera pero, si
aguantaban entre 10 y 15 minutos sin cogerla, recibirían otra más de regalo.
Alrededor de la mitad de los niños se comieron la golosina de inmediato, el
resto intentaron esperar para obtener las dos, pero a medida que pasaba el
tiempo se impacientaban e iban cayendo en la tentación.
Mischel estudió posteriormente la evolución vital de
todos los niños. Aquellos que habían resistido y habían esperado para obtener
dos golosinas, obtuvieron mejores calificaciones en el colegio, en la selectividad
y tuvieron familias más felices. Aquellos que se comieron la golosina en cuanto
pudieron desarrollaron mayores problemas emocionales debido a su incapacidad
para tener autocontrol. A pesar de ello, se ha demostrado que esta
atribución no tiene por qué ser innata, y aunque les cueste más a unas personas
que a otras, con disciplina puede acabar adquiriéndose autocontrol. De hecho,
incluso existen estudios que demuestran cómo diferentes especies de animales cuentan con dicha capacidad.
Terapias comportamentales y manipulación de emociones
El psicólogo Burrhus F. Skinner propuso una
serie de técnicas de autocontrol, ya en los años 50, como la concienciación
(animarse a uno mismo como suelen hacer los deportistas de élite), o la
transformación mental de los estímulos. Esto es retrasar las gratificaciones,
como dejar el cigarro que ansiamos o el pastel que queremos comernos para media
hora después. Asimismo, también se relaciona con la manipulación de las las
emociones: cambiar la gratificación por otra diferente o buscar
distracciones. Unas técnicas que han prevalecido hasta hoy en día y que
suelen utilizarse en los tratamientos contra todo tipo de adicciones o vicios.
Ni nuestra salud en el caso del tabaquismo, ni nuestro
bolsillo en el caso del consumismo parecen ser más importantes que la
gratificación inmediata. Otra de las estrategias propuestas por Skinner
consiste en puntuarnos positivamente cada vez que logramos resistirnos a una
tentación o cuando superamos una prueba, así como negativamente cuando caemos
en ella (la denominada token economy). Una forma de competición que si
se supera sirve como recompensa a los esfuerzos. Como cuando a los niños
se les ofrece un regalo o un caramelo al hacer algo bien. Otro
reciente estudio publicado en el último número de septiembre de Psychological
Science por psicólogos de la Universidad de Buffalo aseguraba que la clave
para no caer en la tentación y priorizar la recompensa a largo plazo está en la
capacidad de anticipación: proyectar mentalmente esa situación futura.
Por otra parte, las terapias comportamentales o
cognitivas se basan en alterar conscientemente nuestros propios pensamientos.
Se trata de concienciarnos sobre determinados retos, como por ejemplo repetir
la idea de que esta noche comenzaremos a realizar cierta tarea en lugar de
decirnos que vamos a descansar y que ya la haremos al día siguiente.
A base de repetir estas técnicas se lograrán alcanzar
los objetivos porque, como explica el psicólogo Roy Baumeister, el
autocontrol es como un músculo y cuanto más se ejercite más fácil será aumentar
nuestra fuerza de voluntad. Por tanto, también recomienda ir poco a poco
para no llevarnos desilusiones, tirar la toalla y volver a caer en las
viejas tentaciones o adicciones con una obsesión todavía mayor que antes, como
suele ocurrir cuando se fracasa al dejar de fumar. De hecho, otros estudios
neurobiológicos han demostrado que los esfuerzos por autocontrolarnos consumen
energía y glucosa de nuestro organismo, al igual que cualquier otro esfuerzo
físico e intelectual.
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