Armand Mattelart (1936) ha vivido varios siglos en sus 78 años. Su
primer recuerdo data de cuando las tropas del Tercer Reich entraron en
Boussu-lez-Mons, el pueblo belga en el que vivía con su familia. Era mayo de
1940, y contaba con apenas cuatro años, pero hay imágenes que quedan fijadas en
la memoria y no se marchan jamás. Tampoco le abandonaron las imágenes del otro
11-S, el del golpe de estado que derrocó a Salvador Allende. Mattelart
llevaba más de una década viviendo en Chile y trabajaba para el gobierno, por
lo que tuvo que marcharse a Francia cuando Pinochet se hizo con el
poder. Son dos momentos que marcan sociedades radicalmente diferentes: la de la
guerra, la de la llegada del capitalismo fordista y la de su final.
Pero a Mattelart le ha dado tiempo a vivir otra muy
distinta de sus precedentes, la que da forma a nuestro tiempo. El sociólogo,
que está en España con motivo de la publicación de Por una
mirada-mundo (Gedisa) y por
la concesión de sendos doctorados honoris causa por la Universidad de
Málaga y la de Valladolid, tiene claro que hay un instante que define la
ruptura, ese 11 de septiembre de 2001 que dio origen político al siglo XXI,
y que supuso un “cambio radical en los modos de gobernar”.
Hoy nos encontramos con una enorme variedad de
productos culturales a nuestra disposición, pero apenas ninguno de ellos
permite otra cosa que ser un consumidorHemos entrado, advierte Mattelart, “en
un mundo de hipervigilancia, pero diferente del imaginado por Orwell”.
Como explica en su recientemente publicado en Francia Le profilage de la
population (La découverte), las técnicas de recolección de datos que
facilitan las nuevas tecnologías tienden a perfilar a ciudadanos y
consumidores, esto es, a subsumirles en categorías que hagan previsibles sus
comportamientos. “Los Estados hacen esta tarea como elemento no tanto para
organizar ficheros policiales, lo que es tan viejo como el mundo, como para
saber qué servicios demanda la gente, en esa permanente construcción del
ciudadano como consumidor”. Por su parte, las empresas utilizan esta recogida
de datos continua como tarea de anticipación que prevea los movimientos de los
consumidores”. Frente a esta nueva tendencia, los ciudadanos apenas pueden
oponer instrumentos de defensa de sus derechos, no porque no existan, “sino
porque la rapidez de los cambios tecnológicos han llevado a una desincronización
acentuada”.
El presentismo
La velocidad de las transformaciones en que estamos
inmersos, así como la aceleración de los procesos, están provocando este enorme
desajuste, una de cuyas principales consecuencias es el presentismo, “el
dominio de un presente omnipresente”. Para Mattelart, "la actualidad
permanente de la conmemoración ha reemplazado a la mirada que se nutre en la
historia" o, en otras palabras, “la falta de perspectiva nos lleva a
desvincularnos de la historia como ayuda a la comprensión de los que nos pasa”.
El ejemplo más claro de este presentismo, asegura, es nuestra visión de la
globalización como si fuera un proceso inédito, radicalmente distinto de lo
acontecido en la historia de la humanidad. Pero esto no es un corte drástico,
aun cuando lo percibamos así.
La historia como mecanismo de
comprensión del presente desaparece, del mismo modo que se borran otros instrumentos
que nos permitían acceder a un mejor conocimiento de nuestro tiempo y de
nosotros mismos. Este viraje hacia la ignorancia tiene un buen ejemplo en
la cultura. Mattelart, que cobró fama mundial con Para leer al Pato Donald,
un análisis realizado en 1972 junto con Ariel Dorfman acerca de las
tiras cómicas producidas por Walt Disney, entiende que ha operado
también en ese terreno un cambio drástico respecto al tiempo en que escribió su
libro, y no para mejor. “Hoy nos encontramos con una enorme variedad de
productos culturales a nuestra disposición, pero apenas ninguno de ellos
permite otra cosa que ser un consumidor”. Según apunta Mattelart, lo que hemos
perdido por el camino es el concepto de servicio público, entendido como mucho
más que la provisión estatal de recursos. “En Francia, la cadena que más suelo
ver es Arte, que está muy bien, pero que se ha hecho elitista y
solamente un tipo de público la entiende. La cultura de masas, por su parte,
se ha hecho espectacular, por lo que no te permite pensar. Es más, no ayuda
en nada a ello”.
Los padres protestan porque ven que la educación no sirve a sus hijos para
conseguir un trabajo y los jóvenes porque perciben la necesidad de otro tipo de
educación
Una situación muy similar opera en el entorno de la
información. Cada vez hay más medios, hay más noticias a nuestro alcance y
tenemos más posibilidades de acceder a fuentes plurales, pero carecemos de los
instrumentos que nos permitirían analizar este cúmulo ingente de datos.
“Vivimos en la saturación informativa, y las instituciones que nos
socializan, como la educación, no llegan a formarnos para que seleccionemos
entre todo lo que recibimos. En muchos países se está reflexionando sobre la
necesidad de que la educación nos prepare en este aspecto ya desde la escuela
primaria. No podemos discutir el problema de los medios sin discutir antes de
las fuentes de la producción del entendimiento. Hoy no se trata de tener
acceso a los medios, sino de cómo se va a comprender lo que recibimos. Creo
mucho en una reflexión paralela sobre la escuela y las instituciones
educativas”.
También por esta razón, cree Mattelart que el foco de
los próximos tiempos va a estar en el terreno educativo, en tanto todos
conocemos de su importancia para nuestro futuro. Y esto es lo que hace que se
esté fraguando un nuevo tipo de conciencia política. “Los padres protestan
porque ven que la educación que reciben sus hijos no les servirá para tener un
trabajo y los jóvenes porque perciben la necesidad de otro tipo de educación”.
Eso está produciendo un buen número de rebeliones estudiantiles (“en Canadá,
Chile o México ha habido movimientos muy interesantes y en Francia los
estudiantes van a salir a la calle dentro de poco”) pero también una nueva
alianza intergeneracional, que junto con la pauperización de las clases medias,
hará que el deseo de cambiar la sociedad y cambiar el sistema sea cada vez más
insistente.
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