“Cuando visité por primera vez una prisión me di
cuenta de que mucha gente encarcelada tiene un fuerte potencial emprendedor
y habilidades que podrían utilizar para sus propios negocios, así que empecé a
preguntarme qué ocurriría si les diésemos la oportunidad de desarrollarlas”. De
esta forma define la CEO de Defy Ventures, Catherine Rohr, su primera
visita a una cárcel. Esta tuvo lugar en el año 2004 en Texas, después de que un
amigo le invitase a comprobar de primera mano la vida de los reclusos.
Lo que vio a sus 26 años de edad cambió la vida de la
franco-canadiense para siempre. Los presos eran también seres humanos, y no sólo
eso, sino que su experiencia en el mundo de las drogas o el crimen
organizado implicaba la posesión de ciertas cualidades semejantes a las del
mundo de los negocios. “Comprobé que muchas de esas personas comparten la misma
iniciativa que algunos de los ejecutivos más exitosos”, explica Rohr a El
Confidencial.
Tuve que trabajar duro. Todo el mundo al que llamaba
me cerraba sus puertas. Me decían que no se podía hacerEsta revelación le llevó
a fundar en 2004 el Prison Enterpreneurship Program, que tenía como objetivo
hacer llegar la educación de las Escuelas de Negocio a los presos. Rohr tomó
dicha decisión tras seis años en una firma de capital riesgo, donde
cobraba un buen sueldo, pero que no le llegaba a llenar. “Quise unir mis
habilidades en los negocios con mi recién encontrada pasión por la lucha contra
la injusticia, y para mí era el momento indicado”, explica la empresaria, que
reconoce haber encontrado la fe a los 25 años, un acontecimiento que fue
decisivo a la hora de poner en marcha PEP”.
Siete años después de la apertura de PEP y dos después
de su dimisión como CEO, Rohr puso en marcha el proyecto que recupera la
idea de aquella primera empresa, Defy Ventures, que oferta programas
anuales a los reclusos que, bajo la tutela de un ejecutivo local, compiten para
conseguir los 100.000 dólares necesarios para desarrollar sus negocios. Un
programa apoyado por Ashoka, la organización sin ánimo de lucro
que se encarga de respaldar el trabajo de 3.000 emprendedores sociales.
El estigma de la vida en prisión
La célebre frase de Francis Scott Fitzgerald
decía que no existen las segundas partes en las vidas americanas, pero Rohr
parece empeñada en llevarle la contraria. Sobre todo, en un país como Estados
Unidos donde más de 2 millones de personas viven entre rejas y casi un
tercio de la población tiene antecedentes criminales. “Mucha gente que ha
estado en prisión pasa su vida avergonzada, ocultándose. Hay grandes problemas
de reinserción, porque los presos viven siempre estigmatizados. Una vez salen a
la calle, las oportunidades son muy limitadas, sigue habiendo una gran
discriminación”.
Como decía recientemente Piper Kerman, autora de Orange Is the New
Black, Rohr es muy crítica con la auténtica utilidad del sistema
penitenciario estadounidense. “Se llama el sistema correccional, pero creo que
no corrige nada. Si eso fuera verdad, las tasas de reincidencia no se
encontrarían entre el 50 y el 70%”, explica. “Es algo que hace gastar mucho
dinero a los contribuyentes: en Nueva York un convicto cuesta 167.000
dólares al año. Se gasta mucho dinero en encerrar a la gente sin
rehabilitarla, y es muy difícil para los políticos que se aprueben fondos con
ese objetivo”.
Además, la cárcel sigue siendo un tabú, por lo que la
iniciativa de Rohr ha sido criticada por ayudar a aquellos que han violado las
leyes. Pero Rohr recuerda que el sistema penitenciario, tal y como está
planteado, no sólo perjudica a los presos, sino también a la sociedad en su
conjunto: “Hay un importante coste que la sociedad está pagando”. La empresaria
recuerda que, por ejemplo, los niños son también víctimas del fracaso de las
políticas de reinserción. “El 70% de los niños cuyos padres están
encarcelados seguirán sus pasos. Si no apoyamos a los padres, habrá una
herencia de enclaustramiento, pobreza y violencia que recibirán sus
descendientes”.
Sobreponiéndose a las dificultades
Rohr se encontró con serias dificultades durante las
primeras fases del proyecto, pero logró superar todas ellas. Para empezar, su
edad (27 años) era un importante obstáculo para que le tomasen en serio. “Tuve
que trabajar duro. Todo el mundo al que llamaba me cerraba sus puertas. La
gente era muy escéptica sobre mi motivación y mis habilidades. Me decían
que no se podía hacer”. Pero, finalmente, lo consiguió, y PEP se convirtió en
un exitoso proyecto.
Coss llegó a ganar dos millones de dólares vendiendo
drogas, y tenía 15 empleados a su cargoAunque el reto más difícil de su carrera
estaba aún por llegar. En 2009, admitió frente a la junta de PEP que había
mantenido “relaciones inapropiadas” con cuatro de sus graduados, algo que
contravenía gravemente las leyes, por lo que dimitió. Devastada, se vio
obligada a renunciar al sueño de su vida. Pero pronto, la ayuda y el cariño
de sus amigos le animaron a arrancar con Defy Ventures, un reto aún mayor que
PEP. “Fue incluso más difícil, porque con PEP era mucho más inocente, lo cual
me fue útil”.
“Cuando comencé con Defy, sabía los retos que tendría
que afrontar, lo que me causó miedo y dudas”. Hoy en día, Rohr explica a
sus alumnos lo más importante que aprendió de esos años oscuros: a aceptar el
pasado. Pero el trabajo dio sus frutos, como demuestran las historias de Rob
Lilly o Coss Marte.
De magnate de la droga o poderoso empresario
“Rob es uno de nuestros graduados. Cuando lo conocí,
nos dijo que pertenecía a la tercera generación de presos. Él fue
encarcelado por tráfico de drogas”, explica Rohr. “No tuvo un buen padre. Pero
abrió una compañía de catering, y en ella contrató a otros compañeros para
darles una oportunidad”. Como confiesa la empresaria, a Rob le va muy bien, y
ella misma contrató sus servicios para su segunda boda.
Aún más sorprendente resulta la historia de Coss
Marte. “En su adolescencia, llegó a ganar dos millones de dólares
vendiendo drogas, y tenía 15 empleados a su cargo. Entró a los 19 años en
la cárcel”, relata la empresaria. “Los médicos le dijeron que no le quedaban
más de cinco años de vida por los problemas derivados de su sobrepeso. Así que
diseñó su propio programa de entrenamiento con el que llegó a perder más de 30
kilos, y ayudó a otro recluso a hacer lo mismo”. Al salir de la cárcel, Marte
fundó Coss Athletics, que cuenta entre sus clientes con
trabajadores de Goldman Sachs, además de abrir un campo de entrenamiento donde
ayuda a otros presos.
Gran parte de la energía e iniciativa que ha demostrado
la joven (aún tiene 35 años) ha sido heredada de su padre, un inmigrante que
llegó a Estados Unidos con apenas unos dólares en el bolsillo. “También fue
empresario, y me he criado en una familia muy emprendedora. Me sentaba a la
mesa a los 7 años, y me decía: ‘tienes 60 segundos para tener una nueva idea y
defenderla’”. Por ello, no es de sorprender que antes de cumplir los 30, Rohr
hubiese formado ya su propia empresa. “Nos criamos en una familia en la que se
nos animó a crear nuestros propios caminos y a no seguir trayectos prefijados”.
Se requieren habilidades organizativas, así que tienes
que hacer una buena red de contactosEs probable que próximamente, y con el
aumento de la población mundial que vive encarcelada, se vean más iniciativas
como Defy Ventures. ¿Qué recomienda a aquellos que deseen arrancar con un
proyecto semejante? “En primer lugar, que aprendan todo lo que puedan sobre los
programas que ya existen, para implementar todas las buenas ideas con las
que se encuentren”, sugiere. “Se requieren habilidades organizativas, así que
tienes que hacer una buena red de contactos y presentarte a los potenciales
donantes, lo que es un trabajo muy duro. Si no eres capaz de convencer a la
gente, lo vas a pasar mal”.
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