Incluso nuestros seres más queridos pueden hacernos
daño. Un buen día, nuestra pareja nos reprocha la falta de cuidado en la
limpieza del hogar. O nuestros hermanos nos echan en cara que ignoramos las
reuniones familiares. Algunos padres habrán deseado que la tierra se los trague
después de que sus propios hijos les hayan pillado en un renuncio (“¿no te
acuerdas que hoy era el partido?”). Como seres humanos que somos, podemos
cometer errores. También vivimos sujetos a la envidia de los demás. Y, por lo
tanto, es normal que tarde o temprano recibamos fuertes críticas, incluso por
parte de aquellos que más confían en nosotros.
La diferencia entre aquellas personas que salen
adelante y las que fracasan suele ser su capacidad para gestionar las
críticas. Estas dañan nuestra autoestima, lo que provoca que dejemos de
afrontar muchos retos por miedo a exponernos a más críticas. Sin embargo, si
somos capaces de escuchar lo que los demás tienen que decir de nosotros, por
mucho que no nos guste lo que vamos a oír, no solo no saldremos perjudicados,
sino reforzados. Es otra expresión de la recurrente “resiliencia”, ese concepto tan de moda que
habla de la capacidad para responder a las dificultades.
Libros como Resilience: Facing Down Rejection
and Criticism on the Road to Success (Lateral Action Books), del poeta y coach
Mark McGuinness, sugieren guías para
comportarse en caso de que nuestros superiores, compañeros o amigos nos
critiquen. Pero no son los únicos, sino que se trata de uno de los temas
abordados con mayor frecuencia por coach, psicólogos y gurús del
éxito. A continuación recogemos cinco de los consejos más habituales.
No te pongas a la defensiva
La tentación, nada más recibir una crítica, es
la de defendernos. Lo más probable es que comencemos a pensar en razones por
las que nuestro interlocutor está equivocado, y así se lo haremos saber. Es
natural: se trata del proceso mediante el cual protegemos nuestro orgullo y
nuestra autoestima. Pero ¿a quién pretendemos engañar? Si se nos hace saber que
hemos hecho algo mal, es probable que haya cierta razón en dichas palabras o
que quizá estemos dando una imagen que no nos corresponde.
Peor aún que defendernos es contraatacar y echar
otras cosas en la cara de aquel que nos ha criticado. Es ese “tú más”
que no puede deparar nada bueno, ya que sólo perjudicará la relación sin que
ninguno ponga nada por su parte para solucionar los problemas. Como recuerda la
escritora Gretchen Rubin, autora de The Happiness
Project, lo mejor es repetirse lo siguiente: “Doy la bienvenida a las críticas.
Esa persona me está ayudando. Tengo ganas de escuchar lo que sea necesario para
mejorar mi trabajo”.
No proyectes tus inseguridades en la crítica
¿De verdad nos están criticando o simplemente es
que somos demasiado inseguros? Como explica Susan Krauss en Psychology Today, tendemos a proyectar nuestra falta
de confianza personal en las palabras de los demás. Cuanto más daño nos hace
una crítica, más probable es que haya tocado un punto sensible que, incluso
inconscientemente, sabemos que no es precisamente nuestro fuerte. En ocasiones,
nos tomamos lo que es un comentario constructivo como algo destructivo, por lo
que debemos conocer nuestras limitaciones para entender qué es aquello que nos
pueden reprochar con razón. También debemos tener presente la posibilidad de
tocar en nervio cuando critiquemos a los demás, por lo que hay que tener
cuidado. Krauss sugiere que sigamos la estrategia de la “crítica sandwich”,
es decir, introducir el reproche entre dos elogios. Ello no solo atenuará su
efecto negativo, sino que hará más probable que nuestro interlocutor se muestre
proclive a escucharnos.
No reacciones inmediatamente
Ante la crítica, lo mejor, en muchos casos, es callarse
y asentir. Suena a mansa sumisión, pero especialmente si somos pasionales, es
mejor darnos tiempo cuando estemos a solas para reflexionar sobre aquello que
nos han dicho. Sólo entonces podremos distinguir lo útil de lo accesorio, y
extraer una valiosa enseñanza. Uno de los grandes problemas de ser criticado es
que podemos reaccionar exageradamente mal, lo que provocará que la otra
persona no esté dispuesta a ayudarnos nunca más. Si contestamos en menos de
diez segundos, será nuestro corazón quien hable; si lo hacemos un día más
tarde, de forma calmada, será nuestra mente quien lo haga. Además, como
recuerda Lori Deschene de Tiny Buddha, es un buen momento para practicar
la escucha activa, y analizar cuidadosamente las palabras de la otra persona.
Identifica la fuente de la crítica
Hasta este momento, hemos hablado de estrategias
de aguante. Pero también es posible que la crítica no tenga nada de razón (algo
que pensamos quizá con demasiada frecuencia). De igual manera que proyectábamos
nuestras inseguridades sobre las palabras de los demás, puede ser que los demás
proyecten sus problemas sobre nosotros. ¿Quién ha hecho la crítica? ¿En qué
tono la ha realizado? ¿Tiene alguna razón para estar envidioso de nosotros? Puede
ser una estrategia, incluso inconsciente, para hacernos fracasar, especialmente
si es nuestro competidor. Piensa si la crítica puede ser en realidad un
argumento ad hominem, y réstale importancia. Incluso en dicho caso, es
preferible callar que contraatacar.
Deshazte de lo dañino y quédate con lo útil
Las críticas más despiadadas pronunciadas por
nuestros peores enemigos pueden tener parte de razón. Para evitar que nuestro
orgullo salga herido, solemos quedarnos con la forma y no con el contenido.
Las palabras fieras pueden encubrir una gran verdad, así que, aunque no
aceptemos ser tratados injustamente, en nuestro fuero interno debemos hacer
ejercicio de autocrítica y juzgar si de verdad debemos cambiar algo de nuestro
comportamiento. Al final, nosotros debemos ser nuestros mejores (y más
rigurosos) críticos. Los demás simplemente nos proporcionan las pistas para que
cambiemos nuestro comportamiento a mejor. No es fácil, pero sólo ello nos
permitirá subsanar nuestros defectos.
No hay comentarios:
Publicar un comentario