El economista estadounidense Benjamin Jerry Cohen
(1937, Nueva York), catedrático de la Universidad de California-Santa Barbara,
es una de las más destacadas figuras de la Económica Política Internacional,
una disciplina mixta que estudia las relaciones internacionales utilizando
teorías y métodos aplicables de la economía política.
Desde que empezara a trabajar como investigador en la
Reserva Federal de Nueva York, en 1962, Cohen ha publicado decenas de libros
sobre la forma en que la política internacional influye en el devenir de la
economía, y ha escrito libros fundamentales para entender las dinámicas
financieras internacionales. En su opinión, es imposible explicar la economía sin política, pues ésta nunca es independiente
del contexto social en que se desarrolla.
El profesor ha recibido a El Confidencial en la
Fundación Rafael del Pino, donde impartió anoche una conferencia sobre “El
desorden monetario que viene”. En su opinión, el mundo va camino de una
enorme crisis monetaria que creará un desorden difícil de prever. Y no
es optimista sobre las posibilidades que tenemos de frenarla.
PREGUNTA. El próximo domingo 400 millones de europeos
están llamados a las urnas para votar a sus representantes en el parlamento de
la Unión Europea. ¿Crees que el futuro del euro depende de lo que vayamos a
votar o está ya decidido? En otras palabras, ¿quién está al cargo?
El parlamento tiene un rol mínimo en la gobernanza del
euro, así que no creo que las elecciones del próximo domingo vayan a cambiar
nadaRESPUESTA. Es importante saber quién está al cargo del dinero. El sistema
de gobernanza de la eurozona es una de las principales razones por las que el
euro ha sido menos exitoso de lo que muchas personas esperaban que fuera. La
elección del parlamento europeo no va a tener ninguna influencia sobre esto. El
euro está manejado, principalmente, por el Banco Central Europeo, y por los
ministros de finanzas de la eurozona. El parlamento tiene un rol mínimo en la
gobernanza del euro, así que no creo que las elecciones del próximo domingo
vayan a cambiar nada. El problema es que la eurozona está gobernada de forma
muy pobre, porque las diferentes responsabilidades son compartidas por
diferentes grupos y actores: el BCE, los ministerio, el eurogrupo, la comisión…
Esta es una forma ineficiente de gobernar, y un gobierno ineficiente sobre la
zona monetaria hace que el euro sea más débil.
R. ¿Cuál es el camino para que recuperemos el control
de nuestro dinero?
P. Desafortunadamente, las soluciones pueden ser
fácilmente descritas, pero alcanzarlas políticamente es muy difícil. Uno de los
más grandes problemas de la eurozona es la falta de mecanismos para lidiar con
los desequilibrios dentro del grupo. Hay países que lo están haciendo mal y
países que lo están haciendo bien. En EEUU pasa algo parecido, somos 50 estados
y tenemos una sola moneda, pero tenemos un mecanismo automático de
transferencia. Los estados que van bien transfieren su superávit a Washington y
el gobierno financia a los estados que van mal. Es un sistema que ha
evolucionado durante mucho tiempo, pero funciona de forma automática. No tenéis
nada parecido a esto en Europa. Si hablas con cualquier economista que esté
familiarizado con la situación te dirá que lo que tiene que hacer Europa es
adoptar un mecanismo similar al que tenemos en EEUU. Pero claro, políticamente
esto es imposible mientras Europa siga siendo una confederación de estados soberanos
y no sea una federación de verdad.
P. Pero estamos yendo justo en la otra dirección.
Incluso dentro de los países tenemos problemas de solidaridad entre regiones.
¿Si no conseguimos que haya solidaridad entre regiones de un mismo país, cómo
vamos a conseguir que exista entre diferentes países?
R. Es cierto, es un problema de solidaridad. Lo
irónico de la unión monetaria europea es que el euro se creó para unir a los
países, pero lo que está haciendo es separarlos aún más. Debido a la evolución
de países como Grecia o España lo que estamos viendo es que hay menos
solidaridad y un menor sentido de comunidad que cuando se creó la moneda única.
R. Ninguna hegemonía dura para siempre. Pero llevo en
esto mucho tiempo y aún no ha cambiado. Finalicé mis estudios hace 50 años
y el primer trabajo que tuve fue como investigador en la Reserva Federal de
Nueva York. Lo primero que me dijeron cuando llegué allí en 1962 es que EEUU
estaba perdiendo su hegemonía. Fue hace 50 años. El hecho es que EEUU no
depende de otros países, es menos poderoso, pero sigue siendo la economía
dominante, representa el 24% de la economía del mundo y el dólar sigue siendo
la divisa preponderante. Es incuestionable que con el tiempo ha ido perdiendo
poder, pero de forma muy gradual y lenta. ¿Por qué? Desde luego no porque los
gobiernos estadounidenses hayan sido eficientes. Ahora mismo tenemos un sistema
totalmente disfuncional. EEUU no ha perdido la hegemonía por la falta de
alternativas.
Si el dólar pierde su importancia ¿qué divisa puede sustituirlo?
No el euro, desde luego, tampoco el yen, porque Japón sigue en declive.
Posiblemente, la divisa china es la mejor situada, pero no cumple los
requisitos necesarios para ser una moneda popular. Para que una moneda sea
atractiva como divisa internacional, tiene que respetar las leyes, los
contratos y la propiedad privada y tiene que tener un mercado financiero
bien desarrollado que permita a los inversores comprar activos en esa moneda.
China no ofrece esto.
P. En un artículo reciente asegura que, hoy en
día, muchos estados pueden ser acusados justamente de manipular los tipos de
cambio, pero ninguno tanto como China. ¿Puede algo, o alguien, forzar a China a
cambiar sus prácticas monetarias?
Todos sabemos que China está manipulando las divisas,
pero la realidad política es que nadie quiere ir contra China y crear un
conflicto, porque es muy grande e importanteR. En principio, hay diversas
formas de presionar a China, empezando por el Fondo Monetario Internacional. El
organismo está autorizado gracias al artículo 4 del acuerdo a
ejecutar una firme supervisión, identificar a los países que estén manipulando
los tipos de cambio, y hacer saber qué país está haciendo eso y pedirle que cambie
sus políticas. Pero la realidad es que el FMI ha sido siempre reacio a molestar
a un país tan grande e importante como China. Así que año tras año se ha negado
a identificar a China como un país que manipula las divisas. Lo mismo ocurre
con el tesoro estadounidense, que está obligado cada seis meses a informar
sobre la manipulación de divisas, y nunca ha etiquetado a china como un
manipulador.
Todos sabemos que China está manipulando las divisas,
pero la realidad política es que nadie quiere ir contra China y crear un
conflicto, porque es muy grande e importante. Lo que ocurre es que, al final,
la gente se queja de lo que están haciendo los chinos pero nadie toma cartas en
el asunto, para no molestar a las autoridades chinas.
A nivel estructural no. Seguimos teniendo un sistema
basado en el mercado, que los gobiernos tratan de supervisar o regular. La
naturaleza del sistema permanece exactamente igual. Lo que está pasando es muy
representativo de lo que Karl Polanyi, un académico muy famoso de
mediados del siglo XX, describió en su libro La gran transformación.
Hablaba de un doble movimiento. En primer lugar los mercados innovan y, a
menudo, esas innovaciones nos llevan a una crisis. Como resultado de esto, la
segunda parte del movimiento tiene como protagonistas a los gobiernos, que
intentan lidiar con los problemas creados por el mercado a base de regulaciones
y nuevas formas de supervisión. Pero entonces los mercados crean nuevas
innovaciones.
En el tipo de sistema en el que vivimos hoy el poder
está ejercido por los actores privados del mercado, las multinacionales
principalmente, y ningún gobierno es capaz de controlarlosLo que vimos en la
primera década del siglo XXI fue como los mercados financieros innovaron,
particularmente en EEUU, creando todos los instrumentos financieros derivados
que nos llevaron a la peor crisis desde los años 30. Los gobiernos han tratado
de ponerse al día, creando nuevas formas de regulación, como Basilea III, que impone nuevas regulaciones
bancarias o la Ley Dodd-Frank en EEUU, que introduce nuevas formas de regulación, incluida la
separación de la banca de inversión de la banca comercial. Son regulaciones
introducidas por el segundo movimiento. Pero mucha gente que sabe de esto cree
que no van a prevenir nuevas crisis en el futuro. No creo que el sistema haya
cambiado, y tampoco creo que cambie. En el tipo de sistema en el que vivimos
hoy el poder está ejercido por los actores privados del mercado, las
multinacionales principalmente, y ningún gobierno es capaz de controlarlos.
P. Entonces, ¿no hay ninguna manera de cambiar el
sistema?
R. Aparte de una revolución marxista, no. Lo mejor que
podemos hacer es que nuestros sistemas políticos ofrezcan una regulación
suficiente a la actividad mercantil, que aleje al sistema de crisis tan duras
como la que estalló en 2008. Es una cuestión de gobernanza efectiva. Hoy en día
la mayoría de nuestros gobiernos no son muy efectivos, incluido el mío propio,
que está muy dividido. Mientras esto continúe, el balance de poder estará del
lado del sector privado, y seguirá tomando riesgos, y mientras se tomen esos riesgos
habrá siempre posibilidad de que estalle una crisis. No espero ver un cambio
fundamental en la naturaleza del sistema, porque no creo que veamos una
revolución, y además no la defiendo. Lo que espero es que nuestros sistemas
políticos tengan la suficiente iluminación para introducir las regulaciones
necesarias.
P. Como asegura, las grandes multinacionales tienen
cada vez más poder ¿Es necesario contar con ellas para cambiar la regulación?
Ahora mismo, el balance del poder está en el lado de
las empresas, porque pueden tomar ventaja de las diferencias entre los
gobiernosR. La gobernanza formal tiene que venir siempre de los gobiernos
nacionales. Es ciencia ficción pensar en un mundo gobernado por las empresas.
Así no funcionan las cosas. Los países siguen siendo los únicos que pueden usar
legítimamente la fuerza. Esa es la base de la soberanía. A nivel global sólo
los gobiernos pueden ejercer el control, pero sabemos que las grandes empresas
son muy poderosas y tienen una enorme influencia. La única manera de que esa
influencia sea controlada es mediante la cooperación entre gobiernos. De forma
individual, los gobiernos tienen muy difícil controlar una multinacional, sólo
pueden controlar lo que ocurre dentro de sus fronteras. La jurisdicción de los
estados es limitada, pero el dominio de las empresas es global. La única forma
para que los gobiernos igualen el poder de las empresas pasa por juntarse y
cooperar. Ahora mismo, el balance del poder está en el lado de las
empresas, porque pueden tomar ventaja de las diferencias entre los gobiernos.
Sabemos que para ejercer una correcta autoridad sobre estas se necesita una
mayor cooperación, y para ello necesitamos un consenso y un liderazgo que no
tenemos. Mientras, las empresas podrán ejercer una enorme influencia informal,
y aunque los gobiernos sigan siendo los que ostenten el poder formal, las
empresas seguirán influyendo en estos, a todos los niveles.
P. Está claro que necesitamos un nuevo Breton Woods, una nueva gobernanza a nivel
supranacional, pero nadie está dispuesto a ceder soberanía.
R. Otra vez tenemos que hacer una distinción entre lo
que necesitamos y los requerimientos políticos necesarios para llegar a ello.
¿Por qué tuvo éxito Breton Woods y ha durado décadas? Por dos cosas. En primer
lugar, porque por aquel entonces había un consenso sobre un aspecto básico: que
los tipos de cambios volátiles eran algo malo. Había acuerdo. Pero además había
un liderazgo efectivo, una concentración de poder en manos de EEUU y Reino
Unido. Compara la situación de antes con la de ahora. En primer lugar, no hay
consenso sobre ningún principio básico. Lo que piensa EEUU y la UE es
totalmente distinto a lo que piensa China. Por otra parte, el poder es cada vez
más difuso. Son 20 países. No hay liderazgo como en 1944. Para que haya una
mejora de la gobernanza internacional necesitamos un nuevo consenso y un
liderazgo efectivo. No creo que tengamos nada de esto.
P. Hay quien piensa que la caída del comunismo
precipitó también la caída en desgracia de ciertas ideas de raigambre
socialista que, hoy en día, solucionarían parte de nuestros problemas.
Tenemos que entender que una economía exitosa no es
una economía que esté basada únicamente en el mercado, y tampoco en una
planificación central, sino una combinación comprometida entre la gestión
gubernamental y la iniciativa privadaR. Todo depende de lo que entendamos
por socialismo. Si socialismo significa sustituir el control del mercado por el
del estado, entonces no creo que sea una mejora. Tenemos suficiente experiencia
con el capitalismo de estado para saber que no es efectivo. Pero lo que
necesitamos es una combinación de dos cosas. En primer lugar, unas regulaciones
suficientes, a nivel micro y macro, para que los riesgos y la inestabilidad no
sean excesivos. Una regulación para que estemos seguros de que los monopolios
no concentren demasiado poder y para que las instituciones financieras no tomen
demasiados riesgos. El otro aspecto es una correcta redistribución de la renta,
para que aquellos que tienen desventajas en el sistema de mercado tengan
una red de seguridad, un sistema en el que la gente esté protegida de la
bancarrota y el desempleo, para que la gente con dificultades sobreviva. Esto
es lo que necesitamos. Es socialdemocracia más que socialismo. Tenemos que
entender que una economía exitosa no es una economía que esté basada únicamente
en el mercado, y tampoco en una planificación central, sino una combinación
comprometida entre la gestión gubernamental y la iniciativa privada.
P. En su país estas ideas son tremendamente
impopulares.
R. Sí. Desafortunadamente, la ideología dominante en
EEUU es la que asegura que el gobierno es el enemigo. Pero la gente no entiende
hasta qué punto se beneficia de la intervención gubernamental. A la vez que
critican al gobierno disfrutan de subsidios, utilizan las infraestructuras que
ha creado el gobierno, el Medicare… La realidad es que la gente no está educada
sobre lo positivo que un gobierno puede ser.
En mi país hay mucha gente, la mayoría, que cree que
un estado fuerte es por definición un mal estadoEs un problema histórico. En
EEUU la ideología dominante ha sido siempre el capitalismo de libre mercado, y
se ha creado un cierto mito sobre los beneficios de un gobierno mínimo. Pero la
realidad es que el gobierno ha estado ahí siempre. Un buen ejemplo, hoy en día,
es la reforma del sistema médico, el conocido como Obamacare. Es muy
interesante las encuestas que se han realizado, en las que se pregunta a la
gente sobre distintos aspectos del Obamacare. Ves lo que han contestado en
todas las preguntas, y están de acuerdo con la reforma, pero al final les
preguntan si están a favor de Obamacare y dicen “no”. El partido republicando
ha convencido a las personas de que Obamacare significa un mayor control
gubernamental, y la mayoría de personas en EEUU, desafortunadamente, no están
los suficientemente bien informadas como para darse cuenta de que se
beneficiarían de Obamacare. En mi país hay mucha gente, la mayoría, que cree
que un estado fuerte es por definición un mal estado. Ya lo decía Reagan: “el
gobierno no es la solución, es el problema”.
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