Andy Puddicombe
es uno de los máximos responsables de la fiebre del ‘mindfulness’, una técnica
de meditación budista
Ante la sobrecarga de estímulos a la que vivimos
expuestos y la vorágine del mundo contemporáneo, nuestra mente necesita algo de
espacio para respirar. Por eso triunfa el mindfulness, esa suerte de meditación alejada
de la espiritualidad y adaptada al carácter occidental. Su cabeza visible (y rapada) es Andy
Puddicombe (Bristol, 1972), exmonje budista y graduado en artes del circo,
pero, sobre todo, cofundador junto con el creativo publicitario Rich Pierson de
la aplicación Headspace.
Más de 1,6 millones de personas en 150 países utilizan
esta app de salud, que es de las más populares en el mundo. A través de
ella, con tan solo meditar 10 minutos al día, aseguran, se puede llevar una
vida libre de ansiedad y pensamientos negativos.
Entre sus usuarios están grandes compañías como
Google, los marines del Ejército estadounidense o celebridades como
Gwyneth Paltrow o Emma Watson. La empresa colabora con las aerolíneas Virgin
Atlantic o la cadena de hoteles Westin: en sus aviones y hoteles se puede
utilizar la aplicación.
Puddicombe tiene buen perfil mediático, lo que
seguramente le ha ayudado en su misión de difundir la meditación budista en su
actual encarnación, lejos de todo misticismo o tinte religioso. Sus inicios
como mentor tuvieron lugar en el adinerado barrio londinense de Kensington,
donde empezó a tener como clientes a altos ejecutivos, parlamentarios o
futbolistas de la Premier League británica. Gente, por lo general, con
demasiadas cosas en la cabeza. Su charla TED, en la que explica su doctrina
haciendo malabares, se ha hecho muy popular.
Aunque según la Real Academia Española la palabra
meditar signifique reflexionar sobre las cosas, el mindfulness consiste
justamente en lo contrario: liberar la mente de ellas. Ni siquiera se trata de
poner la mente en blanco, como algunos pretenden, sino de dar un paso atrás y
observar cómo los pensamientos brotan por doquier para, después, dejarlos irse
de la misma forma en que vinieron. Cosa nada fácil, porque cuando uno se pone a
meditar lo más sorprendente es la cantidad de imágenes y pensamientos
inopinados que van apareciendo, aparentemente al azar, desde todos los lugares
de la existencia.
¿Por qué me ha
saltado ahora a la cabeza aquella persona, aquel lugar, aquel sentimiento? ¿Por
qué no dejamos de preocuparnos por cosas (casi todas) que no merecen tal
inquietud? “Es algo muy extraño, ¿no?”, dice Andy Puddicombe, experto en
meditación. “Pero es parte del ser humano y no es nada negativo, solo tenemos
que estar cómodos con ello”, continúa. Esto es la meditación: vivir concentrado
en el momento, aquí y ahora. “Cuando como, como. Cuando duermo, duermo”, resume
un proverbio zen.
A pesar de todo, Puddicombe no se considera un gurú,
sino justamente lo contrario: un antigurú que ha secularizado la meditación. “Mindfulness
puede aplicarse a todos los aspectos de la vida, desde cepillarse los dientes
hasta almorzar. Esto significa que puede ser fácilmente incorporado a la rutina diaria. Por supuesto, cuanto más medites,
más fácil es aplicarlo a estas actividades”, dice el exmonje.
¿Cómo un joven universitario acaba en el Himalaya
entrenando su mente para ser monje budista? En 1994, cuando Puddicombe tenía 22
años, perdió a su hermanastra, que fue arrollada cuando iba en bicicleta, y a
su exnovia, que falleció en una operación de corazón. No fue todo: dos amigos
murieron atropellados por un conductor borracho en una fiesta de Navidad en la
que Puddicombe estaba presente. Impactado por el dolor y la fragilidad de la
vida, decidió dejar su carrera y viajar hacia Oriente, donde pasó 10 años
preparándose en lugares como India, Tíbet o Nepal.
Normalmente, en un retiro, uno se levanta a las tres
de la madrugada y medita hasta las diez de la noche, “así que no hay mucho que
contar”, explica sobre su vida allí. “No es una experiencia para todo el mundo.
Pero hacerse monje es un viaje vital que implica estar menos absorbido por uno
mismo y volverse más calmado, compasivo, amable”. Después de ordenarse monje
budista tibetano, regresó y se puso a contar la buena nueva: la meditación.
Y lo hizo a
través de los dispositivos móviles. “La tecnología nos ha ayudado mucho. En
3.000 años de historia de la meditación nunca hubo esta manera de llegar a
tanta gente, y hay que estar agradecido”. Pero reconoce que también representa un reto para muchas personas. “Las constantes notificaciones,
alertas y actualizaciones de las redes sociales pueden hacernos sentir
derrotados y faltos de contacto con la gente que más nos importa. Eso puede
tentarnos a rechazarla, pero yo prefiero algo más moderado. Hacer un uso mindful
de la tecnología”.
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