Un grupo de investigadores ha realizado diferentes mapas corporales que
recogen aquellas zonas donde está socialmente permitido rozar y aquellas otras
donde deberíamos tener más cuidado
La globalización ha provocado que cada vez sea más
frecuente que en nuestro día a día laboral nos veamos obligados a saludar a
personas de todos los rincones del mundo con sus propias costumbres, que
varían significativamente de un sitio a otro. ¿Dar dos besos o mejor la mano?
¿Está bien apretar el codo de la persona que acabamos de conocer o es
suficiente con un saludo verbal y una sonrisa? Por lo general, tendemos a bajar
el listón y limitarnos a estrechar la mano, el gesto de saludo y reconocimiento
mutuo más habitual.
Una investigación realizada por psicólogos de la
Universidad de Oxford y la de Aalto en Finlandia que ha sido publicada en el
último número de 'Pnas' acaba de desvelar de qué manera
reacciona cada una de las culturas al contacto físico que, no nos olvidemos, es
muy importante en nuestra relación con las personas que nos rodean. “Nuestros
resultados indican que tocar es una manera muy importante de establecer
relaciones sociales”, ha señalado la investigadora finlandesa Juulia
Suvilehto. “El mapa espacial se asocia de manera estrecha con el placer
causado por el toque. Cuanto más placer cause tocar un área específica del
cuerpo, seleccionaremos más a quien dejemos que la toquen”.
Los británicos están menos inclinados al contacto
personal y, sorprendentemente, los italianos detestan aún más que los rusos ser
rozados por desconocidos
A grandes rasgos, explica la investigación, no hay
diferencias sustanciales entre las cinco nacionalidades de los 1.300
participantes que han sido analizadas (finlandeses, ingleses, franceses,
italianos y rusos, es decir, una mayoría de europeos). Todos ellos, que debían
señalar dónde dejarían tocar a cada una de las personas que les rodean (madre,
padre, amigos, conocidos, desconocidos...) coincidían en permitir a los
conocidos tocar más partes del cuerpo, aunque los británicos están menos
inclinados al contacto personal y, sorprendentemente, los italianos detestan
aún más que los rusos ser rozados por desconocidos. Los finlandeses son
los que en términos generales se muestran más cómodos con el contacto
ajeno.
Lo que resulta menos sorprendente es que las mujeres
muestren en términos generales una mayor propensión a tocar y ser tocadas que
los hombres, mucho más distantes. Basta con echar un vistazo a la ilustración
realizada por los propios investigadores para descubrir algunas peculiaridades
en nuestro contacto con los demás. Por ejemplo, mientras las mujeres permiten
que sus hermanas o madres toquen sus zonas genitales, los hombres rechazan
cualquier contacto físico en dichas partes realizado por sus familiares;
ellos detestan que los desconocidos les toquen la cabeza, pero ellas no; o
los hombres no tienen problemas en que un desconocido les toque cualquier parte
(y cuando decimos 'cualquiera', queremos decir 'cualquiera') siempre y cuando
sea una mujer.
“Es la clase de relación más que la
familiaridad lo que de verdad importa”, ha explicado el profesor de la
Universidad de Oxford y principal responsable del estudio Robin Dunbar.
“Un amigo al que no hemos visto durante mucho tiempo todavía podrá tocar zonas
que un desconocido al que vemos cada día no podría”. Es evidente. ¿Dejarías que
tu jefe, por mucho que le vieses día tras día, tuviese la misma confianza
contigo que tu primo, aunque sólo le veas de Pascuas a Ramos?
El mismo gesto puede ser interpretado de muchas
maneras diferentes y tiene distintas implicaciones sexuales, de ahí los
aparentes desencuentros entre sexos: “Desciframos cada toque dependiendo del
contexto de la relación”, recuerda Dunbar. “Podemos percibir un toque en
determinada zona de un conocido o un amigo como un gesto reconfortante,
mientras que de una pareja podría ser más placentero y, de un desconocido,
totalmente inoportuno”. De ahí que los hombres no tengan problema en que una
desconocida roce sus partes pudendas: probablemente la interpretación que den a
ello sea en todos casos el de un cortejo sexual, al contrario de lo que ocurre
con las mujeres, que probablemente lo sentirán como una agresión.
Incluso en una era de comunicaciones móviles y medios
sociales, el contacto es todavía importante para establecer y mantener lazos
entre la gente
En líneas generales, sugiere el estudio, si no
conocemos a la persona podemos seguir haciendo lo que siempre hemos hecho: dar
la mano tanto a hombres o a mujeres, puesto que es un gesto que agrada a todo
el mundo, mientras que los dos besos son mucho más invasivos. “Incluso en una
era de comunicaciones móviles y medios sociales, el contacto es todavía
importante para establecer y mantener lazos entre la gente”, recuerda Dunbar.
Así que se puede mirar y tocar… Siempre y cuando tengamos cuidado dónde
y de qué manera.
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