Los
creadores más destacados suelen ser personas tremendamente sacrificadas y
solitarias y, por tanto, no siempre felices
En un conocido episodio de 'Los Simpsons' en el que
Homer se vuelve inteligente, después de extraer de su cerebro un lápiz
Crayola, su hija Lisa le da la bienvenida al mundo de los listos de una
forma bastante peculiar: le advierte que una mayor inteligencia implica una
menor felicidad.
Cierto es que la aseveración de Lisa es algo
exagerada, pero no anda desencaminada. Según el profesor Mihaly
Csikszentmihalyi, que entrevistó a 91 genios de todas las disciplinas,
incluyendo a 14 premios Nobel, para la elaboración de su libro 'Creatividad' (Paidós,
2008), los creadores más destacados suelen ser personas tremendamente
sacrificadas y solitarias y, por tanto, no siempre felices.
Aquellos estudiantes que admitían estar siempre
preocupados tenían una tendencia mucho mayor a obtener buenas calificaciones en
el test de CI
Ahora un nuevo estudio viene a refrendar las conclusiones
de Csikszentmihalyi, aunque en el sentido contrario: la gente que está más
preocupada (y tiene una mayor tendencia a la depresión) parece ser más
inteligente, al menos en lo que respecta a las habilidades verbales.
Los autores del estudio, dirigido por el
profesor Alexander Penney de la Lakehead University en
Ontario, reunieron a 125 estudiantes que realizaron una serie de pruebas en las
que se medían sus niveles de depresión, timidez e inteligencia verbal,
esto es, su riqueza de vocabulario, su capacidad para categorizar las palabras
y su habilidad para entender proverbios. Además, los estudiantes tuvieron que
rellenar un cuestionario en el que se medía su nivel de “preocupación”.
Aquellos estudiantes que admitían estar siempre
preocupados tenían una tendencia mucho mayor a obtener buenas calificaciones en
el test de inteligencia verbal.
Lisa y su
gráfica de la felicidad. (FOX)
Una explicación evolucionista
Los investigadores creen que la capacidad de estar
preocupados era muy útil para nuestros antepasados, pues les daba tiempo a
anticiparse a las posibles amenazas. “Desde un punto de vista
evolucionista, los costes de preocuparse por una amenaza que finalmente no
ocurre son menores que los que tiene fracasar a la hora de trazar un plan para
evitar una amenaza que sí se materializa”, explican los autores en el estudio,
que ha sido publicado en la revista 'Personality and Individual Differences'.
Por desgracia, el precio que debemos pagar por ser
inteligentes es elevado, y viene, entre otras cosas, acompañado de una mayor tendencia
a padecer depresión, que fue otra de las relaciones significativas
señaladas en el estudio.
El estudio descubrió también que las personas con una
mayor inteligencia verbal tienen también una mayor habilidad para recordar
eventos pasados y, además, preocuparse por ellos y por lo que habría pasado si
hubieran actuado de otra forma. Los estudiantes con mayores dificultades para
recordar detalles de eventos pasados, por su parte, obtenían una mayor
puntuación en pruebas de inteligencia no verbal, esto es, resolución de puzles,
problemas y razonamientos abstractos.
La conclusión: aquellas personas con mayor habilidad
para observar el presente son mejores resolviendo problemas sobre la marcha y
no tienen por qué preocuparse de ellos más adelante –por lo que tienen una
menor tendencia a padecer depresión–, pero esto conlleva una habilidad menor
para anticipar las amenazas y una menor inteligencia verbal. Nadie es
perfecto.
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