Cuando un jefe interactúa con un
empleado, hay un desequilibrio de poder
Los matices que
se producen en función de quién emite un mensaje y a quién lo dirige pueden ser
muy grandes, dependiendo de si quien lo emite en un buen o mal jefe. Las
situaciones que se crean a raíz de estas buenas o malas maneras van a definir
el tipo de relación que se va a establecer entre los jefes de equipo y sus
subordinados. Dentro de estas cuestiones entra en juego las diferencias que hay
entre lo que supone ser un líder y un mero gerente.
Varios estudios han demostrado que la confianza
bidireccional entre un equipo y su director es fundamental a la hora de
afrontar los retos que, en la actualidad, el mundo de los negocios está
imponiendo a las empresas. Los desafíos ligados a una alta competitividad en el
mercado, la aparición de nuevos modelos de producción y negocio y la
transformación digital está obligando a las compañías a mejorar sus procesos
de comunicación interna.
Estas conversaciones entre directivos y empleados, sin
embargo, se ven a menudo condicionadas por las posiciones jerárquicas que
tienen los interlocutores en la organización. De hecho, un artículo publicado en INC ha identificado las 3 situaciones que los
jefes de equipo deben evitar y que los grandes líderes no desarrollan en
favor de la superación de los objetivos marcados por su empresa:
1. Las humillaciones
Ya sea con motivo o sin él, humillar a una persona
nunca es buena idea, ya que no va a producir ningún cambio que no sea la creación
de un sentimiento de rechazo, frustración o resentimiento por parte de la
persona que la recibe. Si a esto le añadimos que se trata de un empleado, las
consecuencias de una humillación, pública o privada, pueden derivar a una
bajada de la motivación y productividad, al mismo tiempo que se intoxica el
ambiente laboral.
Es cierto que la presión que se ha creado en el mundo
empresarial, sumado a los posibles errores que haya podido cometer el
trabajador, generan un nivel de estrés para los jefes de equipo que puede
conllevar un estadio de irritación. Sin embargo, el sarcasmo o las
respuestas pasivo-agresivas impiden que la comunicación de ideas, plazos y
soluciones no favorezca esa relación laboral con el empleado en cuestión y
acabe siendo pero “el remedio que la enfermedad”.
2. Las bromas
Un ambiente distendido dentro del trabajo genera unas
dinámicas mucho más positivas que si se desarrollan en ambientes demasiado
estrictos y serios. Sin embargo, hay que tener cuidado a la hora de medir el
tono de jocosidad en la oficina, ya que no todo el mundo va a reaccionar de
la misma forma ante un hecho u otro. El margen de humor de cada trabajador
puede tener, hace que se creen situaciones que impidan reforzar las relaciones
en la oficina, creándose situaciones incómodas que deriven en un sentimiento de
humillación.
3. Decir "No"
Aprender a rechazar las propuestas, proyectos o ideas
que nos ofrecen en fundamental a la hora de no meterse en “jardines” de los que
luego nos va a costar salir. Sin embargo, como líderes, tenemos que tener
cuidado a la hora de rechazar rápidamente una propuesta que provenga de
nuestros empleados. Aprender a evaluar y transmitir la sensación de que se
está tomando en cuenta el valor del trabajo de nuestro equipo es fundamental
a la hora de generar relaciones laborales estables y duraderas. Por ello, es
importante argumentar antes de negarte a hacer algo
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