La primera reacción es hacerte el loco o cantarles las
cuarenta, aquí te damos un enfoque mucho mejor para ti y para el equipo
Que tienes problemas con tu pareja, que no vas
vestido como toca, que tienes tal defecto oculto... Hay personas que
parecen encontrar un placer especial en decir todo aquello susceptible de
hacer daño. Puede ser por falta de empatía
innata, en venganza por algún trauma propio no superado o por curiosidad
incontenible. Cada uno tiene sus propios problemas, ¿pero qué pasa cuando eres
tú el objeto de las habladurías? ¿Hay algo que puedas hacer, además
de aguantar estoicamente?
En el trabajo no tienes forma de huir, lo que
engrandece cualquier detalle. Como dirían los concursantes de Gran Hermano,
todo se magnifica. En 'Psychology Today'
han encontrado algunas respuestas que te ayudarán a encarar estas incómodas
situaciones dándole la vuelta a la tortilla. El primer paso que hay que dar es
preguntarse si uno mismo está siendo cotilla o abusón, porque en tal caso
lo que está pasando puede ser una justa contrapartida y tener
beneficios para el grupo. Un reciente estudio liderado por el
sociólogo de Stanford Robb Willer y reseñado en 'Science Daily' afirma
que el cotilleo laboral puede servir a objetivos de autorregulación.
La
unión hace la fuerza
Los investigadores utilizaron una muestra de 216
personas, las dividieron en grupos y las invitaron a participar en un
juego en el que tenían que tomar decisiones financieras que debían beneficiar a
todo su grupo. El juego permitía de entrada hacer lo mejor según el propio
criterio egoísta, sin tener en cuenta las respuestas del resto del equipo.
Después, los autores del estudio crearon nuevos grupos pero esta vez cada
uno podía criticar a los miembros de su primer equipo. En el segundo
equipo, podían elegir aislar a los que en un principio habían sido más egoístas
y no dejarles opinar.
Este juicio grupal benefició a todos. Los menos
egoístas cooperaron entre ellos y así el grupo prosperó más que si no
hubiera habido chismes por la espalda. Otra investigación sacó similares
conclusiones recientemente: gracias al cotilleo, los individuos más egoístas,
narcisistas o perezosos son más conscientes de su comportamiento
y cooperan mejor en la consecución de objetivos comunes.
La mayoría de los que difunden rumores eligen justo a
los que más les afectará ser el blanco. Sobrerreaccionar añade combustible a la
llama
Incluso si no aprenden a colaborar, es beneficioso que
los que sí tienden a hacerlo puedan alinearse y hacer fuerza, y eso es
más fácil criticando a un tercero.
Lo malo es que estos experimentos solo estudian
los casos en que los criticados y excluidos se lo merecen. El chisme
también es una forma de intimidar a buenas personas, someterlas o ganar poder a
sus expensas. ¿Qué hay que hacer entonces? ¿Cómo reaccionar si un colega se
distancia de ti por culpa de una mentira infundada o por algo que no tendría
que afectar a tu trabajo?
En esos casos hablar con el jefe o confrontar al
matón no suelen ser buenas ideas. El enemigo en cuestión podría vengarse y
continuar con su táctica sucia. Además, la mayoría de los que difunden rumores
eligen, consciente o inconscientemente, justo a esos a los que más les afectará
ser el blanco. Sobrerreaccionar no hará más que añadir combustible a la
llama. Hablar con tu superior puede valer si ya está más bien inclinado en tu
favor, pero será un problema de lo contrario. Si el chisme es de poca monta,
darle importancia lo hará más grande.
¿Y Recursos Humanos?
Puede ser conveniente acudir a ellos si la falsedad que se está
extendiendo afecta de verdad a tu reputación profesional, pero ten en
cuenta que las consecuencias pueden llegar incluso a una demanda por
difamación, y es difícil ganarlas.
La mejor opción suele ser la psicología inversa.
Depende de la gravedad del asunto, pero ¿has pensado en hablar abiertamente del
tema, como si no te preocupara ni quisieras ocultarlo? Si se convierte en un
tema normal y corriente, perderá atractivo como tema de chismorreo. Nada atrae
más que lo misterioso o lo oculto, quítales ese placer. Desde 'Psychology
Today' ponen un buen ejemplo: si en la oficina se dice que tienes problemas
maritales que están afectando a tu forma de trabajar, una solución rápida de
mejorar la situación es decir, por propia iniciativa, que habéis
tenido problemas pero que los habéis solucionado, sea verdad o no.
Otra buena estrategia es redoblar los esfuerzos y
centrarte más que nunca en hacer el mejor trabajo posible, mientras evitas
contar cualquier detalle sobre tu vida. Por ejemplo, imagina que alguien
anda comentando que tienes una adicción y ha conseguido convencer a algunos
compañeros. Si no es cierto, lo más fácil para frenar esa bola es simple y
llanamente trabajar bien. Ser formal, entregar a tiempo, llegar puntual...
Respecto a lo último, la revista aconseja llegar unos minutos antes y
asegurarte de que todo el mundo se da cuenta. Por ejemplo, felicitando de buen humor a
tus compañeros al llegar por haber conseguido levantarse de la cama. Preséntate
voluntario para los trabajos que nadie quiere hacer y dales una lección de
perfección.
¿Y cuando es algo sin relación con tu talento o tu
disposición para el trabajo, como por ejemplo, que has subido unos kilos, o
que no les gusta el color de tu piel, o tus creencias...? Comentarios
sobre por qué no tienes hijos a tu edad, o por qué no te casas son también muy
típicos, especialmente si eres mujer. Si sufres aislamiento a causa de tu
género, orientación sexual o etnia, tampoco es aconsejable
quejarse a la primera de cambio si no puedes demostrarlo. Pregunta antes a
los compañeros que lo hayan visto si podrían llegar a testificar en caso
necesario, averigua si hay grabaciones que se puedan utilizar, etc.
Convertirte en un chismoso es una pobre solución:
mejor quitarle importancia a las pequeñas ofensas, pero sin dejarlas pasar
¿Y qué pasa con esos que saben tapar bien sus huellas,
los que jamás te criticarían por cuestiones así en un mail o una grabación pero
te están haciendo la vida imposible? Nos tememos que lo mejor, si se alarga en
el tiempo, es cambiar de trabajo y respirar otros ambientes. Si no
puedes ignorarlo ni terminar con ello, incluso puedes plantearte cambiar un
poco tu forma de ser.
Convertirte tú mismo en un chismoso es
una pobre solución, aunque a veces funciona. Más recomendable para ti y para
los demás es tratar de quitarle importancia a las pequeñas ofensas, pero sin
dejarlas pasar. Responder a los incidentes leves es fundamental a la
hora de perfilarte como el típico objeto de cotilleos: si te critican,
contesta, evitando, eso sí, la hostilidad.
La publicación nos da un último ejemplo
aleccionador: estás comiendo con la boca llena y un compañero se ríe de ti
o lo señala en alto. Puedes dejar de hacerlo avergonzado y no volver a abrir la
boca en toda la comida (mal), puedes actuar pasivo-agresivamente con él o ella
y hacerte esclavo de tu vergüenza (peor), puedes gritar como un loco (peor
imposible)... Nada será tan bueno como comer tranquilamente con gente a la que
quieres y que te respeta, pero lo segundo mejor es volverte hacia la
persona tranquilamente y decirle: "Sí, la verdad es que es una mala
costumbre. Pero hubiera sido mejor decírmelo en privado, ¿no crees?".
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