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El agotamiento psíquico en el trabajo, la irritabilidad continua y la
sensación de que no se realizan las tareas tan correctamente como en el
pasado son los tres síntomas principales de lo que psicológicamente se conoce
como burnout. Un síndrome que puede afectar a cualquier profesional,
aunque suele predominar entre las personas que trabajan de cara al público.
Con frecuencia, suelen ser los médicos, profesores, abogados, ejecutivos y
políticos, habitualmente expuestos a situaciones de estrés, los profesionales
que más riesgos tienen de desarrollar el síndrome del trabajador quemado. La coach laboral Paula Davis-Laack trabajó como abogada y sufrió el síndrome de burnout hasta hace cuatro años, cuando se dio cuenta de que tenía que elegir entre el trabajo y su salud mental, decidiéndose por dejar su empleo. Tras estudiar pormenorizadamente las respuestas inadecuadas de los trabajadores al estrés emocional crónico, ha publicado varios libros sobre el tema, partiendo de las enseñanzas de su propia experiencia. En sus conferencias y talleres enseña algunas de las claves para dominar el estrés y desarrollar habilidades específicas para prevenir este síndrome. Sus enseñanzas se pueden resumir en seis estrategias fundamentales o pasos que nos ayudarán a prevenir o mitigar el agotamiento laboral. Aprende a valorar tus capacidades Las personas que más creen en sí mismas y valoran sus propias capacidades profesionales experimentan menos estrés en situaciones difíciles. Convencernos de que somos capaces de sacar adelante el trabajo nos ayuda además a alcanzar otras metas y ganar en confianza. Al alcanzar un objetivo o resolver un problema, inconscientemente incrementaremos nuestra autoestima y nos atreveremos a afrontar nuevos retos con menos miedo. La confianza en uno mismo también es contagiosa, por lo que mirarse en el espejo de los compañeros de trabajo más eficaces es otra buena forma de aprender a valorarnos a nosotros mismos. Crea tu propia escala de necesidades laborales En ocasiones nos sentimos agobiados o estresados en un trabajo, pero no sabemos realmente por qué. Para saber con precisión qué es lo que falla y por qué nos sentimos así, es recomendable identificar las necesidades básicas que esperamos cubrir en un empleo. Si intuimos que alguna de ellas no está siendo respetada, quizá esa sea la carencia por la que nos sentimos mal. Recientemente, la Harvard Business Review publicó un artículo con las seis necesidades laborales básicas de un ejecutivo, a partir de los testimonios de más de medio millar de CEO. -Poder ser tú mismo. -Saber todo lo que está pasando en el seno de la empresa. -Ser valorado por los demás. -Identificarse con la empresa para la que trabajas. -Disfrutar con lo que se hace y sentirse gratificado por el trabajo realizado. -No tener que seguir reglas internas que nos parezcan irrelevantes o inmorales. Desarrolla tu creatividad Las situaciones de estrés crónico anulan la creatividad, la concentración y la capacidad reflexiva. Aunque se realice un tipo de trabajo en el que predominan las tareas rutinarias, es fundamental intentar incorporar un sello personal a lo que se hace y fomentar la creatividad siempre que la ocasión lo permita, aunque sea mínimamente y de forma esporádica. De este modo, lograremos mantenernos motivados y aumentar nuestro compromiso con el trabajo que realizamos. Tómate alguna pausa Cuando nos enfrentamos a una situación de agobio en el trabajo nos podemos olvidar hasta de ir al baño y mucho más tomarse un descanso o perder el tiempo yéndose a comer a casa, lo que no hace más que incrementar y potenciar peligrosamente el estrés emocional. Seguro que siempre hay algo que hacer en el trabajo, pero aún así debemos intentar tomar una pausa y relejarnos cada cierto tiempo, además de evitar comer en la mesa de trabajo delante del ordenador o mientras realizamos alguna tarea física. El cuerpo humano no es una máquina, por lo que precisa tomarse sus pausas y desconectar. Si se hace esto último no solo aminoraremos el estrés, sino que incluso realizaremos más eficazmente nuestras tareas. Busca apoyos entre tus compañeros de trabajo Suele ocurrir que cuanto más quemado está uno en el trabajo más se encierra en sí mismo. Evitar a los compañeros de trabajo es una de las actitudes más perjudiciales para sentirse a gusto en el puesto laboral, y contribuye a incrementar el estrés, como si fuese una bola de nieve. En muchas ocasiones rehuimos de los compañeros para ocultar nuestros sentimientos y esconder nuestras debilidades. Sin embargo, el mero hecho de compartir con alguien nuestras frustraciones nos ayuda a superarlas y a relativizarlas. Poder apoyarse en un compañero de trabajo es la mejor vacuna contra el desgaste laboral. Fomenta las emociones positivas Los estudios psicológicos han demostrado insistentemente que las emociones positivas son beneficiosas para recuperarnos de una mala experiencia, así como para fomentar la creatividad, la autoestima y estar abiertos a encontrar soluciones a un problema, en lugar de ofuscarnos ante ellos. Cuando escasea este tipo de emociones positivas quizá se deba a que uno es demasiado exigente consigo mismo, por lo que es necesario ser realistas, saber disfrutar de los éxitos, y relativizar los fracasos. Los especialistas en psicología positiva defienden que la fórmula de la felicidad sigue una proporción de tres emociones positivas por cada una negativa. Elconfidencial.com |
domingo, 30 de junio de 2013
Las seis mejores estrategias psicológicas para no acabar quemado en el trabajo
miércoles, 26 de junio de 2013
Solo sé que no sé nada
Por: Pilar
Jericó | 13 de junio de 2013
Solo sé que no sé nada es la archiconocida frase de
Sócrates y el comienzo de cualquier aprendizaje. Y esto que parece tan fácil,
no lo es en absoluto. Aprender significa humildad, reconocer que no somos tan
buenos en algo y que tenemos espacio de mejora. Aprender es también una actitud
y una forma de ver la vida. Muchas veces nos empeñamos en forzar las cosas
conforme a nuestras expectativas, a lo que creemos que deberían ser. Sin
embargo, la realidad se “empeña” en demostrarnos que sencillamente somos humanos
e imperfectos. Y es ahí donde surge la posibilidad del aprendizaje. Cuando
estamos muy seguros de todo, no contemplamos lo que nos sucede con los ojos del
aprendiz. Optamos por una actitud de “superioridad”, de pensar “ya lo decía yo”
e insistimos en encajar la realidad a nuestras expectativas. Un ejemplo clásico
es cuando catalogamos a alguien de un determinado modo. Podrá dar igual lo que
haga porque seguiremos viéndolo del mismo modo. O si no, ¿cuántas veces
quedamos con alguien y reforzamos un día tras otro que teníamos razón? Aprender
significa descansar un poco de nuestra cabeza, ser
curiosos, humildes
y, sobre todo, dejarnos sorprender. De algún modo es sustituir una actitud de
ir por la vida como un tren con carriles bien marcados, a un barco que navega
por surcos sin dibujar. Y el primer paso consiste en reconocer que “solo sé que
no sé nada”.
La Programación Neurolingüística (PNL) ha recogido las fases del
aprendizaje de un modo muy sencillo. Veámoslas a continuación:
- Inconscientemente incompetente (No sé
que no sé): El ser
humano es especialmente habilidoso para autoengañarse, ¡puede que sea una de
nuestras mayores capacidades!... y cualquier argumento es válido en una cabeza
que no está dispuesta a reconocer una carencia. Esta fase es la zona ciega de
nuestro carácter o de lo que hacemos. Tenemos una venda que nos impide ver más
allá. E incluso por mucho que nos digan algo los demás, llegamos a ser
especialmente tercos en no querer verlo. Sin duda, esta fase es la más difícil
porque es un tema de actitud. Un ejemplo de dicha etapa es cuando aprendemos a
conducir. Hemos podido ver a nuestros padres conducir y no pensamos que sea tan
difícil. Con esta actitud nos sentamos la primera vez en un coche.
- Conscientemente incompetente (Sé que no sé): Para entrar en esta fase,
necesitamos habernos dado cuenta de nuestros límites y tener la intención de
explorar. ¿Cómo se logra ser consciente? En el mundo de la empresa se utilizan
a veces las herramientas de diagnóstico. Se hacen evaluaciones de lo que uno
piensa de sí mismo y de lo que el resto piensa de él y se comparan. Ahí es
donde surgen las sorpresas. Los errores y los fracasos son grandes maestros para
adentrarnos en esta fase. Son momentos de vértigo, de caerse incluso las
seguridades en uno mismo, pero son las puertas para explorar. Siguiendo con el
coche, es cuando conducimos la primera vez. Los otros coches parecen que están
demasiado cerca y las calles resultan lugares complicados.
- Conscientemente competente (Voy
aprendiendo): Esta es la
fase del entrenamiento o de la práctica. Es el momento de las clases, de los
maestros, de los libros… o de lo que hagamos para ir mejorando. Equivaldría a
nuestro ejemplo cuando vamos conduciendo y vamos memorizando “piso embrague,
cambio de marcha”; “pongo intermitente, giro volante”… sabemos hacerlo pero
vamos despacio. No fluimos todavía con ello. También se ve con los idiomas,
cuando tenemos que construir la frase mentalmente. En este punto, la habilidad
más importante es la paciencia y la constancia para crear nuevos
hábitos; y el
principal riesgo es el posible aburrimiento.
- Inconscientemente competente (Sé). Somos capaces de conducir y pensar
en cuatro cosas a la vez, sin darnos cuenta del embrague o del intermitente; o
hablamos el otro idioma sin tener que hacer paradas en busca de la palabra
precisa. Esta es la fase en la que hemos interiorizado el aprendizaje. Hemos
llegado a este punto después de mucha práctica y el riesgo se esconde en un
posible exceso de confianza o dejar de contemplar lo que sabemos con ojos de
aprendiz. Y aquí es cuando los errores se convierten en maestros que nos llevan
a comenzar el ciclo desde el principio.
Recetas:
- Toma
aquello que haces bien y cuestiónalo. Pregunta a amigos, compañeros,
familiares sobre algún aspecto en el que te sientas muy seguro e interroga
sobre qué podrías mejorar. Deja espacio a la duda interna.
- Cuando
quedes con alguien que conoces bien, indaga sobre algún aspecto que no
veías antes de él o de ella. Intenta salirte de tu creencia y explora.
- Y si te
enfrentas a un error o a un fracaso, pregúntate sobre qué podrías aprender
de ello.
Fórmula:
Aprender significa
tener una actitud socrática: solo sé que no sé.
martes, 25 de junio de 2013
Cómo encajar bien las críticas y sacar partido de ellas
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A
casi nadie nos gusta que nos critiquen. En general nos hace sentir vulnerables, inseguros y en
ocasiones atacados. Por eso tendemos a negar, a buscar argumentos para
defendernos, a reaccionar con ironía o en el peor de los casos con violencia.
Hay personas que en un intento desesperado por prevenir las críticas terminan
por renunciar a sus proyectos personales o a sus objetivos más ambiciosos. La
única forma segura de prevenir la crítica de los demás es no hacer nada, así
no nos equivocaremos.
Las
críticas duelen más cuando cumplen dos criterios. El primero es que sean
globales. Nos duele que nos digan que somos personas defectuosas, malas o
insuficientes. Sin embargo nos resulta más soportable que nos hablen de
nuestro comportamiento, es decir, de algo concreto que hicimos en un momento
concreto. El segundo criterio es si podemos hacer algo por mejorar, es decir,
hasta qué punto sentimos que podemos cambiar eso por lo que nos critican.
Resumiendo, las críticas se digieren peor cuando son extremadamente
globales y hacen referencia a características de nosotros mismos no podemos o
no queremos cambiar. Dicho de otra manera, nos duele que nos toquen en
ese valor tan preciado que es nuestra propia imagen, nuestro concepto o de
forma más general, la percepción que tenemos de nosotros mismos.
Construimos
esa imagen a lo largo de los años, recogiendo información de diferentes
fuentes y tratando de darle sentido. Pero no somos objetivos en el proceso. Sabemos
muy bien que al percibirnos tendemos a cometer errores, a sesgar la
información o a interpretarla de manera que encaje con lo que habíamos
asumido previamente. El resultado es que esas instantáneas de nosotros
mismos, en ocasiones, son tremendamente imprecisas. Algunas investigaciones
han puesto de manifiesto esta realidad tanto en rasgos de personalidad (ej.,
extraversión, neuroticismo) como en atributos físicos e intelectuales (ej.,
atractivo, inteligencia). Los resultados son claros, la percepcion que
tenemos de esos atributos coincide poco o nada con la percepción de los demás
o con medidas objetivas de esos atributos.
Tener
una idea precisa de quiénes somos, de cuáles son nuestros puntos fuertes y
débiles, es un recurso fundamental para tomar buenas decisiones sobre nuestra
carrera, nuestras relaciones con los demás, etc. ¿Cómo resolvemos ese problema?
¿De dónde sacamos esa información para cuadrar versiones y construirnos una
imagen más realista de nosotros mismos?
Las
críticas bien gestionadas son una excelente fuente de información
Las
críticas son como el espejo en el que nos miramos por las mañanas antes de
salir de casa. Nos aportan información, nos cuentan quiénes somos desde
perspectivas distintas a la nuestra. Es como si pudiéramos salir durante
unos segundos de nuestra persona y vernos desde fuera. No son juicios,
aunque a veces lo parezcan. Las críticas son opiniones, no pueden ser
juicios, nadie es mejor juez de cada uno de nosotros que nosotros mismos. La
gente de nuestro alrededor puede observarnos, pensar sobre nosotros y emitir
su opinión al respecto, pero no pueden juzgarnos.
En
ocasiones criticamos a los demás para doblegarlos, para manipularlos o
sencillamente hacerles dañoLa cuestión es qué se oculta detrás de esas
opiniones. La primera opción es que la crítica tenga buenas intenciones, es
decir, que pretenda darnos información de una manera constructiva. En este
caso el peligro es que la critica sea de mala calidad, esto es, global y
carente de sugerencias de mejora. En estos casos, siempre podemos ayudar a
nuestro crítico mostrando interés por su opinión, pidiéndole más información
y tratando de llegar a la versión más completa posible de su crítica.
La
segunda opción es que la intención no sea tan constructiva. En ocasiones
criticamos a los demás para doblegarlos, para manipularlos o, sencillamente,
hacerles daño. En estos caso no tenemos por qué aceptar el mensaje y tenemos
todo el derecho del mundo a decir ·no estoy de acuerdo·.
Nuestra
sugerencia consiste en asumir que todas las criticas son constructivas
hasta que se demuestre lo contrario. La ventaja de este enfoque es que
permite sacar todo el partido de las opiniones constructivas y desarma una
parte importante de las críticas destructivas. Para conseguir unos buenos
resultados podemos seguir estos sencillos pasos.
Elconfidencial.com |
martes, 11 de junio de 2013
Las competencias que no me enseñaron en el colegio
Las
competencias que no me enseñaron en el colegio
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¿Quiénes son más inteligentes? Los nuevos tiempos han transformado
sustancialmente el concepto de inteligencia. Todos lo sabemos: un CI alto
no asegura el éxito en la vida. Una persona inteligente es quien logra
adaptarse de manera eficaz a los requerimientos del entorno haciendo uso,
claro está, de los recursos de los que dispone. Hoy no podemos entender la
inteligencia sin hablar de competencias. Y, ¿cuáles son las competencias que exige el mundo actual? En los últimos tiempos asistimos a un cambio de paradigma que ha generado grandes transformaciones en este aspecto. Un reciente estudio de la Nebrija Business School ha confirmado esto y también que las competencias más demandadas por el mundo real siguen aún sin estar demasiado presentes en las aulas. Eso mismo se apunta en otra investigación de la Agencia Nacional de Evaluación de la Calidad y la Acreditación (ANECA). Pero esto no sucede sólo en la escuela. Estudios con trabajadores muestran también que todavía son pocas las empresas con planes sistemáticos para el desarrollo de competencias personales y profesionales. Es un error. No podemos vivir de espaldas a la investigación y sobre todo a las demandas reales del mundo en que vivimos. Y aunque en algunos casos se están dando pasos importantes, aún queda mucho por hacer. Es necesario invertir mucho más esfuerzo en el desarrollo de las personas. Esta ha de ser sin duda una de las claves que nos haga afrontar con éxito las demandas del mundo actual. Algunas herramientas que me hubiera gustado conocer Pero, ¿cómo mejorar las competencias personales y profesionales? Hoy muchas investigaciones ofrecen pistas valiosas acerca de cómo hacerlo.
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