En primer lugar debo advertirte que si tienes la firme
convicción de que el ser humano es puramente racional y lógico, este post no es para ti. Puedes salir ahora mismo del
blog. Muchas gracias por haberte interesado.
¿Sigues estando aquí? Insisto en que si eres muy
lógico, analítico y extremadamente racional, la lectura de este post puede
irritar tu sistema nervioso. Si aun así quieres continuar, a riesgo de rotura
o crujimiento de tu armazón mental, es responsabilidad tuya.
Por favor, que quede constancia de ello a los efectos
oportunos.
Aclarado esto, todos sabemos que una empresa de servicios
excelentes, que se jacte de ello, tiene un equipo de personas que precisamente
es el que hace brillar (o no) el servicio, o al menos que así lo perciban sus
clientes.
Y no hablo solo del servicio en sí mismo (consultoría,
software, transporte, restauración, mantenimiento, etc.), sino de todo lo que
rodea y da forma al servicio (atención al cliente, recepción, administración,
comercial, marketing, dirección, I+D, etc.). Porque estaremos todos de acuerdo
en que una empresa es una cadena y si falla un eslabón o éste se rompe, deja de
funcionar como tal, resintiéndose entonces los clientes y el negocio en sí. ¿Es
así?
Si estamos de acuerdo y unimos esta premisa al
funcionamiento biopsicológico, social y emocional del ser humano, cuya unidad inseparable cuerpo-mente
puede funcionar como un preciso engranaje allá donde estemos, incluido el
entorno laboral, tenemos como resultante que el cuidado de estos
aspectos en cada empleado/a de manera individual y colectiva es crucial,
necesario, imprescindible y crítico para su óptimo rendimiento y productividad.
Si como empresarios y directivos no tenemos en cuenta y cuidamos con esmero y estratégicamente estos factores, estaremos
perdiendo más de la mitad de todo lo que puede dar cada componente de la
plantilla y generando mediocridad en los equipos. ¿Esto es lo que queremos?
”Investigaciones
recientes en las organizaciones han descubierto que los directivos que se
centran en las fortalezas de los empleados son 1,9 veces más efectivos; los
equipos de trabajo ilusionados y positivos son 1,4 veces más productivos”, Marisa Salanova
Pero claro, cuando como directivos nos enteramos de estas
cosas, quizá pensemos: “bueno,
pues si lo demuestra la investigación y aquellas empresas con equipos de
trabajo ilusionados y positivos tienen, efectivamente, mejores resultados, voy a decirle a mi equipo
que tenemos que estar ilusionados con el trabajo y ser positivos. Además esto me posicionará como alguien abierto
a los cambios, flexible y ejemplo del siglo XXI”.
A partir de aquí, cada vez que hablamos con
alguien de nuestro equipo le decimos: -mira, tenemos que estar ilusionados
y ser positivos, ya que esto hará que funcionemos mejor. O enviamos una misiva vía e-mail arengando a
todo nuestro equipo o plantilla con este mismo mensaje. ¡Y ya está! ¡Y nos
quedamos tan anchos!
Claro, luego pensamos que si nuestros empleados no
están ilusionados y no se muestran positivos es porque no les da la gana,
porque no tienen interés, compromiso, no están motivados para trabajar duro, etc. (que no digo que no haya
alguien así en una empresa, pero de ahí a generalizar a toda la plantilla hay
un trecho), pero nosotros nos eximimos de toda responsabilidad porque ya sabe
nuestro equipo que ese es el camino, ¡pero si se lo hemos dicho por
escrito y todo!
¿qué más puedo hacer yo como directivo con
todo el maremágnum de preocupaciones que tengo? ¡Además, que ya son mayorcitos para saber
lo que tienen que hacer, y yo no tengo que andar motivándoles!, solemos pensar
también, olvidando que en los seres humanos prima la
emocionalidad sobre la racionalidad, tengamos la edad que tengamos.
Solemos pensar que las personas cuando son
responsables, trabajan, trabajan y trabajan sin desfallecer, pese a que nosotros como jefe o directivo no
sepamos manejar nuestras emociones ni las suyas y terminemos quemándolos (el
famoso burnout). Pero no es así, amigo directivo; hasta el mejor
trabajador, serio,
responsable, comprometido y con talento, terminará quemado o sin energía para dar lo
mejor de sí,
buscando la oportunidad de marcharse a la competencia en cuanto pueda.
Debemos
ser conscientes de que hay vida más allá de nuestra empresa y no mirarnos tanto
el ombligo. Y es que esto el talento… ¡lo sabe!
Mientras no pueda marcharse tratará de
aguantar el temporal emocional con la mejor cara posible, si es que
no termina cayendo enfermo/a con la consiguiente baja laboral y su
correspondiente pérdida económica para nosotros.
Si somos un directivo abierto a las críticas y
generador de confianza, quizá se decida a contarnos lo que le sucede, pero “cuando se nos queman casi
todas las magdalenas” suele ser síntoma de que no tenemos esa apertura mental y
confiabilidad de la que tanto nos gusta hacer gala verbalmente.
Es como si pensamos que plantando en nuestro
huerto un buen número de árboles frutales de demostrada calidad, nos podemos
olvidar de cuidar el terreno y concentrarnos nada más que en su producción. Pensamos que como esos
árboles seleccionados por su calidad son seres vivos muy
resistentes que soportan las inclemencias del tiempo no habrá ningún problema
en que den frutos también de mucha calidad, sin apenas cuidados.
¿Algún agricultor profesional olvida regar y
abonar con mucho cariño el terreno pensando que no es necesario? ¿No le da
importancia a cuidar el clima y las malas hierbas para que los árboles respiren
y se nutran del mejor de los ambientes posibles? ¿Olvida poner apoyo a las ramas de aquellos
árboles que soportan más peso productivo para prevenir su rotura? ¿Trata
de ahorrarse estos cuidados porque cree que es un gasto con poco retorno a
corto plazo?
“A ningún agricultor profesional se le ocurre estirar
de las ramas hacia arriba, diciendo ¡crece!, ¡crece!, con la intención de que
el árbol crezca más deprisa y dé fruto mucho antes; porque sabe que lo más
probable es que ese árbol deje de dar frutos valiosos debido al maltrato de sus
ramas”.
Pues igual ocurre con las personas. El desarrollo
es un proceso de duración diferente en cada empleado/a. Y para que dé
fruto; llámese creatividad, proactividad, curiosidad, iniciativa, conducta
extra-rol o de ciudadanía, alta disponibilidad, calidad, excelencia,
compromiso con la empresa, confianza…, es estrictamente necesario
cuidar esos factores de clima biopsicosociales y emocionales a nivel
individual y colectivo, aunque no nos guste, pensemos que no tiene
importancia, suponga un coste a corto plazo o los cientos de excusas más
que queramos poner.
Si queremos sacar jugo a nuestro equipo y
mejorar sus(nuestros) resultados, debemos llevar al día a día estas prácticas:
- Mostrar una sonrisa genuina en nuestro rostro,
saludando a nuestro equipo al entrar y salir de la oficina. Incluso a
aquellos que lleguen después o se vayan antes que nosotros. Si hay malas
noticias las daremos después, en el momento adecuado, pero no las
anticipemos nada más entrar dando pie a comentarios improductivos.
- Identificar correctamente nuestros estados
emocionales y
los de nuestro equipo. Si lo obviamos, terminará interponiéndose en
nuestros objetivos.
- Utilizar las emociones; éstas facilitan el
pensamiento dependiendo de la tarea. Un estado ligeramente sombrío será
fenomenal para revisar propuestas ya redactadas. Sin embargo, para diseñar
un nuevo proyecto será más adecuado un estado emocional
moderadamente alegre.
- Comprender las emociones; descubrir su
verdadera causa y su correcta evolución. No progresará igual la tristeza,
que la repulsa o la satisfacción.
- Manejar los sentimientos, mostrándonos
abiertos a ellos (y a los de nuestro equipo) e integrándolos
con la razón
para tomar mejores decisiones y comportamientos.
- Tener muy presente el contagio emocional para prevenirlo o
potenciarlo; la tristeza, el miedo o la rabia se instalan mucho más
rápidamente que la alegría, la confianza o la satisfacción, y no tienen
las mismas consecuencias. ¡Ojo con esto!
- Promocionar activamente la salud de
nuestro equipo
mediante el ejercicio físico regular, la alimentación equilibrada y el
descanso, para recuperar la energía física y mental. Pensar
que no es necesario es la forma más ignorante de “reventar” proyectos y
personas.
- Dar feedback diario de manera asertiva,
con coherencia. Las
contradicciones no argumentadas o aceptadas se pagan muy caras.
No están todas las que son pero sí son todas las
que están. La lista de
comportamientos positivos y prácticas saludables para un liderazgo eficaz es
mucho más larga, pero si empezamos gestionando nuestras emociones y las
de nuestro equipo, tendremos mucho ganado.
Parafraseando
al gran Albert Einstein, la verdadera locura es esperar resultados diferentes y
seguir haciendo lo mismo. ¿No te parece?
Amigo directivo, el talento está deseando
ser exprimido de manera positiva para poder dar lo mejor de sí mismo. En nuestras manos está crear las condiciones
necesarias para
regar con su jugo la excelencia empresarial.
Juan Pedro Sánchez
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