El concepto
de empowerment se creó hace muchos años, aunque sigue teniendo hoy en
día una extraordinaria vigencia. Lo que esta palabra refleja es la
capacidad de influir en otras personas para que desarrollen su autoconciencia,
su automotivación, su autoresponsabilidad y su autoconfianza. Cuando dicho empowerment
se produce, la persona va madurando de forma progresiva y así, poco a poco,
se da cuenta de lo que hay que hacer, sabe que es ella la que tiene que
hacerlo, quiere hacerlo y confía en su capacidad para hacerlo. El empowerment
favorece la autonomía sobre la heteronomía. De esta manera, las personas
inmersas en este proceso van sintiéndose cada vez más protagonistas de sus
vidas, de sus acciones y de los resultados que obtienen con ellas.
El poder nos
da la oportunidad de ayudar a los demás a desplegar todo su potencialAyudar a
que alguien desarrolle esa madurez, que le va a permitir ser autónomo, precisa
de una gran generosidad y de una clara voluntad de servicio. En el fondo se
trata de “dar raíces para crecer y alas para volar”. ¡Qué distante esta actitud
de la que escuché en una ocasión a un directivo, cuando durante un programa de
formación comentó que para qué iba a potenciar a alguien de su equipo, si a lo
mejor luego esta misma persona le quitaba el puesto! Cuando alguien piensa así,
es muy comprensible aunque no justificable que no quiera desarrollar a su
gente. Muchas personas en las empresas se quejan de que no las ayudan a
desarrollarse y esto les resulta profundamente frustrante. De hecho suele
ser este un elemento esencial para que, si surge la oportunidad, se
marchen a otro lugar donde se sientan más queridos y valorados.
Cuando lo
que más nos importa es demostrar que somos los que más sabemos y los que mejor
hacemos las cosas, no es fácil que nos arriesguemos a delegar, no sea que
alguien demuestre que es capaz de hacer las cosas mejor que nosotros. Tener
poder implica una gran responsabilidad, la de ejercerlo con justicia y
generosidad. El poder no ha de servir para atrincherarnos en nuestro puesto,
para reforzar nuestro estatus y para consolidar la sensación de dominio sobre
otros. El poder nos da la oportunidad de ayudar a los demás a desplegar todo su
potencial y esto, sin duda, requiere de una combinación de humildad y de
generosidad. La autosuficiencia no nos deja compartir y la arrogancia siempre
nos pone a la defensiva.
Cuando en un
colectivo no hay una cultura que favorezca esta maduración de las
personas vemos que la gente no toma decisiones y no se atreve a proponer
iniciativas. Hay alguien que manda y el resto simplemente obedece.
Del arte de
la navegación a vela he aprendido algunas de las características que son
necesarias para favorecer que la gente crezca como profesionales y como
personas.
1. Dar
instrucciones claras y asegurarse de que han sido entendidas perfectamente por
todos. Recordemos
que la ciencia de comunicar no se basa en el hablar, sino en el llegar. No
somos nosotros los que decidimos si comunicamos bien o mal, sino que lo deciden
aquellos que nos escuchan.
2. Animar
a la gente del equipo a que intente cosas nuevas y mostrarse cercano y disponible si
se precisa ayuda para llevarlas a cabo.
3. Ante
los errores, no ser duros con los que los han cometido. Se puede hacer un enorme daño
cuando se es duro con alguien que está pasando por un mal momento. Los errores
cuestan caro, pero pueden transformarse en valiosa experiencia si se reflexiona
sobre ellos para obtener el necesario aprendizaje. No es realista que alguien
dedique tiempo a reflexionar sobre un error cometido, si a la vez se siente
avergonzado o humillado.
No es motivo
de orgullo saber que cuando uno no está en la empresa o en casa, nada funciona
bien. Conozco a unas cuantas personas que “van con la lengua fuera” a todas
partes porque no dedicaron suficiente tiempo a desarrollar a su gente. La
diferencia fundamental que hay entre los grupos y los equipos es que en
los grupos no se han creado conexiones emocionales potentes y en los equipos sí.
Por eso su nivel de eficiencia es tan distinto. Cuando con nuestra conducta
estamos añadiendo valor a la vida de otros, de manera natural estamos creando
unos vínculos emocionales sólidos. El elemento clave para que una empresa o
una familia salgan adelante en un momento de dificultad puede ser la
fuerza de los vínculos que se han creado, porque son estos los que unen a las
personas para trabajar juntos en medio de la dificultad. No solemos olvidar con
facilidad a aquellas personas que nos animaron y nos acompañaron en el proceso
de superar nuestros propios límites.
Mario Alonso Puig
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