29/09/2013 - Carlos Manuel Sánchez - XL Semanal
Los científicos han descubierto que las emociones
positivas pueden curarnos. Y creen haber hallado la puerta misteriosa que le
permite al cerebro actuar sobre nuestro organismo: el nervio vago. Otra buena
noticia: la alegría y la paz interior están clínicamente asociadas a la
longevidad. Sonría y lea.
Sonreír alarga la vida. No es broma... Unos siete años
de media. Un estudio epidemiológico de la Universidad Wayne de Detroit (Estados
Unidos) llega a esa conclusión.
Los psicólogos estudiaron las fotografías de 196
jugadores de béisbol de 1952 y anotaron cuánto salían sonriendo. Luego
investigaron cuáles de ellos seguían con vida. El resultado: los risueños
viven casi 80 años; los serios, 73. El estudio parece anecdótico, pero se
inscribe en una corriente novedosa en la medicina académica y que avalan
decenas de investigaciones. La felicidad es curativa. Que las emociones
influyen en nuestra salud ya se sabía. Pero hasta hoy los científicos se habían
centrado en las emociones negativas (ansiedad, depresión, estrés...) que
aumentan el riesgo de determinadas enfermedades.
Lo que la comunidad médica no tenía tan claro es que
las emociones positivas también son importantes. La gente feliz no solo tiene
vidas más estables, matrimonios más duraderos, mayores habilidades
intelectuales y mejores relaciones interpersonales a lo largo de sus vidas.
Esas vidas son estadísticamente más sanas y más largas. El bienestar
psicológico reduce la actividad de las hormonas relacionadas con el estrés y
nos hace menos vulnerables a las enfermedades infecciosas, coronarias,
metabólicas y autoinmunes. Disfrutar de la vida debería ser un objetivo de los
programas de prevención de enfermedades.
Los investigadores creen haber encontrado la conexión
entre la felicidad y la salud: el nervio vago. «Es la estructura que une cuerpo
y mente», afirma Thomas Schläpfer, psiquiatra del Hospital Universitario de
Bonn a la revista alemana Der Spiegel. Un nervio vago en plena forma contribuye
a que el corazón palpite con brío, a que la digestión sea regular y nos ayuda a
alcanzar el orgasmo. Nos invita a empatizar, a mirar a los ojos, a sonreír... Los enamorados
deberían dejar de dibujar corazones de tiza y aprender a pintar la complicada
geografía de este nervio que parte del tronco del encéfalo y va a lo largo del
cuello y del tórax hasta los intestinos, con muchas ramificaciones. Inerva el
oído interno, la faringe, la laringe, los pulmones, el estómago, el intestino y
el corazón.
Se puede estimular el nervio vago recurriendo a
métodos como la meditación, el yoga, el zen y otras sabidurías milenarias que
se están ganando el respeto en facultades y hospitales. La doctora
norteamericana Bethany Kok ha comprobado que el nervio vago se activa con la
meditación, pero también con una buena charla entre amigos. Amor, bienestar y compasión son el
mejor ejercicio. «Las personas que atesoran sentimientos positivos mejoran el
tono de su nervio vago. Esto está asociado con una buena salud y una vida más
larga», asegura Kok, que realiza sus experimentos en el instituto Max Planck de
Leipzig. «El médico nos dice que no deberíamos fumar ni comer demasiado, pero
no nos suele aconsejar que seamos felices».
Psicólogos y médicos se proponen conciliar las
técnicas de meditación procedentes del budismo y el hinduismo con los postulados
de la medicina moderna. Monjes y yoguis les enseñan. En el Hospital General de
Massachusetts (Boston, Estados Unidos), 15 pacientes diagnosticados con
trastorno de ansiedad usaron su mente como si fuera un fármaco. Los voluntarios participaron en un
curso de meditación durante ocho semanas. Consiguieron controlar mejor sus
emociones y tuvieron menos problemas para dormir. Su cerebro había cambiado de
forma positiva, como se comprobó con resonancias magnéticas: ciertas zonas de
su córtex prefrontal aparecían muy irrigadas, aquellas que regulan los
sentimientos. Así que los médicos están empezando a tomar en serio el
pensamiento positivo. Es más, cuando el médico despierta confianza, provoca en
su paciente unas respuestas psicológicas que actúan como un medicamento. «Da
igual si practico la meditación o si mi médico despierta en mí alguna
expectativa de mejora: en el fondo, lo que hago es provocar alteraciones
bioquímicas que llegan a mis órganos a través de la sangre o de las fibras
nerviosas», afirma Manfred Schedlowski, psicólogo de la Clínica Universitaria
de Essen.
Esta sorprendente capacidad mental de curación viene
programada de serie en el Homo sapiens, según los científicos que estudian la
evolución. Todos tenemos de nacimiento un botiquín de primeros auxilios en el
cuerpo. Este sistema repara heridas haciendo crecer tejido nuevo, elimina
sustancias tóxicas con el hígado, lanza sus células inmunitarias contra los
gérmenes... Pero estas acciones consumen energía y tienen efectos secundarios. Los
vómitos y las diarreas expulsan los patógenos, pero también desperdician
alimentos y líquidos. La fiebre achicharra las bacterias, pero recalienta los
órganos. El cuerpo dispone de una especie de sistema de control que administra
estas fuerzas curativas. Se encarga, por ejemplo, de que el sistema inmunitario
funcione a medio gas durante los meses de invierno para ahorrar energía. El
precio que pagamos por ello son los resfriados.Este sistema de control puede
movilizar fuerzas insospechadas. Unos médicos italianos lo comprobaron
durante un terremoto. En el hospital tenían ingresadas a 14 personas aquejadas
de párkinson; apenas tenían movilidad. Pero durante el seísmo el bloqueo
desapareció momentáneamente y los pacientes corrieron buscando la salida.
Cuando el cerebro percibe una ayuda del exterior o
cuando alcanza un estado positivo gracias a la meditación, este sistema de
control consigue utilizar mejor la farmacopea interna del organismo. Por eso,
sensaciones como el optimismo o la confianza pueden influir sobre la salud. Es
algo que ya intuían los chamanes de la Edad de Piedra. Realizaban acciones médicas como
entablillar una pierna rota con una rama o aspirar el veneno de una picadura,
acciones que tenían un componente psicológico, pues conseguían que el sanador
despertara la esperanza del paciente. Incluso cuando el brujo no tenía ningún
remedio, siempre podía sacarse un as de la manga: los bailes, los tambores y
unos conjuros conseguían también buenos resultados. A lo largo del proceso
evolutivo se han ido formando en el cerebro diferentes áreas sensibles a estas
prácticas de magia médica. Hoy se ha comprobado su existencia gracias a las
resonancias. «La gente se siente más esperanzada cuando llega a la consulta
del médico, igual que cuando brilla el sol o cuando se acerca el fin de
semana», explican los investigadores británicos Nicholas Humphrey y John
Skoyles.
La fe también ayuda. Un estudio de la Universidad de
Duke, en Carolina del Norte (Estados Unidos), sobre casi 4000 ancianos concluye
que las personas que rezan tienen vidas más longevas. También son importantes
los vínculos sociales. La psicóloga Julianne Holt-Lundstand ha analizado los
datos de más de 300.000 personas. Su conclusión: el índice de supervivencia de
las personas bien integradas en su comunidad es un 50 por ciento más elevado.
Estar solo es tan perjudicial como fumar.Una clínica de Hamburgo ha estado
aplicando la 'terapia del esparadrapo' a enfermos con dolores crónicos de
espalda. Un médico pega con esparadrapo en las lumbares un tubo unido a una
botella de perfusión e informa al paciente de que se trata de un analgésico muy
potente. Al cabo de un cuarto de hora retiran el esparadrapo y lo dejan
marchar. Cuando vuelven a revisión, la mayoría asegura que sus dolores se han
reducido. Entonces, le explican que la mejoría deben agradecerla al poder
curativo de sus mentes, ya que la botella solo contiene suero salino. Es el
propio paciente el que fabrica el analgésico que le alivia, segregando
endorfinas, un opioide orgánico.
El pensamiento positivo y la meditación producen una
mejoría más clara si el paciente recibe, además, un tratamiento contrastado o
un fármaco eficaz. Y a la inversa, el desánimo y las expectativas negativas
pueden arruinar los efectos de una medicina. El cerebro del paciente reacciona a todo lo que el
doctor dice. Y también es hipersensible a las señales no verbales. Una duda,
una mala cara, información poco clara y en jerga técnica pueden ser casi tan
perjudiciales como una infección. Por el contrario, una sonrisa, palabras
sencillas, confianza, son herramientas curativas. Incluso en intervenciones a
corazón abierto, la confianza del paciente desempeña un papel decisivo. Y
científicos estadounidenses han comprobado que las técnicas de meditación
ayudan a prevenir infartos y accidentes cardiovasculares en personas con el
colesterol alto.
Los anestesistas de la clínica universitaria de
Regensburg (Alemania) intentan calmar la ansiedad de los pacientes recurriendo
a estas técnicas. «Un accidentado, una parturienta y cualquier persona que
entra a un quirófano se encuentra en estado de trance explica el doctor Ernil
Hansen a Der Spiegel. Son muy sensibles a las sugestiones negativas y caen en el pesimismo». Lo
que un paciente ve antes de su operación también suele ser bastante desagradable.
Rejillas de ventilación, lámparas cegadoras, personas con mascarillas... «Aquí
hemos optado por pegar en el techo pósteres de destinos turísticos, saludar a
los pacientes antes de ponernos la mascarilla y dejar que sostengan la máscara
respiratoria para que se familiaricen con ella».
Cómo sanan los pensamientos
1. En el lóbulo temporal, la amígdala procesa las percepciones sensoriales y
les asocia una etiqueta emocional. Si esas percepciones apuntan a un peligro,
induce a través del hipotálamo la liberación de la hormona del estrés. Surge
así la sensación de ansiedad.
2. A continuación, el impulso recibido por la amígdala vuelve a ser analizado
en el córtex prefrontal, valorado y, si es necesario, corregido. De esta manera
se evitan sobrerreacciones y se atenúan los ataques de ansiedad.
3. La influencia del córtex prefrontal sobre la amígdala puede fortalecerse a
través de la meditación. La persona acaba reaccionando con más calma a los
estímulos externos. Se vuelve menos propensa al estrés y a las reacciones
exageradas de ansiedad.
4. Los sentimientos y estados de ánimo pueden actuar sobre todo el organismo,
pues el cerebro está conectado con el resto del cuerpo a través de fibras
nerviosas. El nervio vago está considerado uno de los principales enlaces entre
mente y cuerpo.
5. El nervio vago es parte del sistema parasimpático, o 'sistema de la
calma', responsable del sosiego, la relajación y la regeneración. Su
contraparte, el simpático, pone el cuerpo en tensión, acelera el pulso y la
respiración y descarga adrenalina.
6. El vago, por su parte, se encarga de ralentizar la frecuencia cardiaca y
se ocupa de la peristalsis, es decir, del avance de los alimentos a lo largo
del sistema digestivo. También produce la secreción de enzimas digestivas y
contrae los bronquios.
7. Nuevos estudios apuntan a que es posible influir voluntariamente sobre el
nervio vago a través de la meditación.Un tono más elevado podría reforzar el
efecto tranquilizador del parasimpático y de este modo influir positivamente
sobre el organismo.
8. El vago forma parte de un gigantesco sistema de comunicación compuesto por
miles de millones de neuronas, células nerviosas con multitud de prolongaciones
similares a tentáculos.
9. Cada neurona está conectada a otras células nerviosas mediante un millar
de sinapsis. La longitud total de las células nerviosas del ser humano sumadas
equivale a la distancia de la Tierra a la Luna, de ida y vuelta...
Escuelas de relajación... y qué curan
-Meditación trascendental. Hay muchas técnicas, aunque los
médicos suelen prescribir la Reducción del Estrés Basada en la Atención Plena.
Proviene del budismo, aunque no tiene naturaleza religiosa. Puede describirse
como una atención desapasionada e intensa a las sensaciones físicas,
percepciones y pensamientos, pero sin hacer juicios de valor. Es eficaz contra
la ansiedad, la depresión y los dolores. La presión sanguínea baja.
-Zen. Un estudio del Hospital Quirón de Zaragoza ha probado
cómo esta meditación aumenta la plasticidad cerebral, mejora la coordinación
entre las neuronas y altera los circuitos cerebrales, induciendo a mejoras
permanentes. Disminuye a su vez la actividad metabólica neuronal y aumenta la
inmunidad.
-Chi kung. Un trabajo de los profesores María D. Flores Bienert,
Gregorio V. Nicolás y Manuel G. López, de la Universidad de Murcia, estudió a
458 empleados públicos con alto nivel de estrés laboral y los sometió a un
tratamiento de formación teórico-práctico de un mes basado en esta técnica
relacionada con la medicina china tradicional. Los trabajadores experimentaron
una mejora sustancial de los niveles de ansiedad, volviendo a cifras de la
población sana.
-Hatha yoga. Un estudio de la Universidad del Estado de
California, en Los Ángeles, demostró que la práctica del yoga intensifica la
densidad de los huesos vertebrales. Su capacidad para bajar los niveles de la
hormona del estrés y el cortisol ayuda a conservar el calcio de los huesos y
contribuye a alcanzar la relajación muscular y a bajar el ritmo respiratorio,
favoreciendo así entrar en estados mentales más serenos y tranquilos.
-Taichí. Científicos de la Universidad del Sur de Florida y de
la de Fudan, en Shanghai, verificaron aumentos en el volumen cerebral y mejoras
en las pruebas de memoria y pensamiento en ancianos chinos que practicaban
taichi chuan tres veces a la semana, según informa un artículo publicado en el
Journal of Alzheimers Disease.
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