Por más que se haya apartado últimamente de los focos,
Jorge Valdano (Las parejas, Argentina, 1955) continúa siendo enormemente
popular y suscitando admiración y animadversión a partes iguales. Una
capacidad, la de generar filias y fobias, característica de los líderes,
las figuras centrales de nuestra época, muy dada a encumbrar nombres propios y
a denostar estructuras. La vida de gran parte de los clubes de fútbol y de las
empresas contemporáneas sólo puede explicarse a partir de la personalidad de
quienes las dirigen.
Valdano ha unido su experiencia personal como
futbolista, entrenador y directivo, extrayendo anécdotas recogidas del campo
que mejor conoce, el del balón, para arrojar algo de luz sobre esas figuras
que, de un modo u otro, resultan esenciales en nuestras vidas. En Los
11 poderes del líder (Conecta), Valdano no sólo recoge un conjunto de
cualidades, sino que apuesta por un modelo de liderazgo. Estas son
algunas de las lecciones que todo líder debe saber, según contó a El
Confidencial.
La justicia es muy importante
Narra en su ensayo el día en que, en una reunión
postpartido, el entrenador abroncó de manera infernal al jugador que había sido
titular en su puesto. Mientras escuchaba los gritos, Valdano estaba
enfundándose mentalmente la camiseta, seguro de que en el próximo encuentro
le tocaría saltar al campo. Pero tras la retahíla de reproches e insultos,
el míster terminó confesando que el jugador era su debilidad y que
siempre sería titular. Valdano supo entonces que, hiciera lo que
hiciese, no iba a jugar de inicio. Nunca ha olvidado la historia porque, dice,
la injusticia se queda grabada en la mente. “Un líder no puede caer en la
arbitrariedad. Y eso tiene que ver con tomar decisiones justas, pero también
con ser consciente de que la misma pastilla no funciona con todo el mundo. A
algunas personas les recriminas en público y reaccionan y a otras las hundes.
Saber qué necesita cada cual es esencial para liderar bien”.
El ego es un problema. O un aliado
“Incluso en las empresas que cuentan con miles de
empleados, el CEO no ejerce su autoridad más allá de las treinta personas con
las que tiene contacto directo. Ejerce su poder sobre grupos relativamente
pequeños”. Pero no por ello menos complicados de gestionar. El universo de los
directivos, como el de los futbolistas, está lleno de egos con los que hay que
saber lidiar. Esas personalidades excesivas, afirma Valdano, no son siempre
negativas. “Hay que distinguir entre egos constructivos y destructivos.
Hay egomaníacos que pretenden que el mundo se adapte a sus caprichos y eso es
estéril para la organización pero, en otras ocasiones, la vanidad puede
convertirse en un factor altamente motivante”.
A veces tienes que mirar hacia otro lado
En estos días ha circulado una historia sobre un
desencuentro entre Messi y Guardiola que tuvo lugar en el
vestuario azulgrana, poco tiempo después que Guardiola se hiciera cargo del
equipo catalán. Messi pidió que le trajesen una Coca-Cola, el entrenador
le respondió que no se consumían ese tipo de bebidas antes de los partidos y el
jugador, sin mediar palabra, se levantó, cogió el refresco y se lo bebió
tranquilamente. Valdano, que afirma desconocer si la historia es
cierta, asegura, no obstante, que esa clase de desafíos no son
infrecuentes. “Son pruebas que ponen en peligro la autoridad del líder y
a las que hay que saber cómo dar respuesta. Presencié cómo en medio de una
charla táctica el capitán del equipo encendió un cigarrillo y el entrenador le
pidió que lo apagase, pero el jugador siguió fumando hasta que terminó el
pitillo. El líder tiene que manejarse con cierta astucia en esos desencuentros,
saber hasta dónde llega el orgullo de su enemigo ocasional e intervenir sólo si
es necesario porque no puede permitir que su equipo salga debilitado. En
este caso, se podría ejercer la autoridad y decirle que no se vista, pero si es
el capitán del equipo y es tu mejor jugador…”.
Hay que saber hablar “idiomas”
No siempre el líder ocupa el lugar más destacado de la
estructura. Al contrario, suele ejercer su tarea en espacios intermedios,
donde no sólo debe conseguir que su equipo rinda al máximo sino que ha de
rendir cuentas a quienes le observan desde lo más alto de la empresa. Y para
ello debe saber hablar dos “idiomas”, como es el caso del entrenador. “Por
encima de él suele haber un hombre de negocios que no conoce los códigos del
fútbol, pero que tiene poder para hacer preguntas y tomar decisiones. Y cuando
subes a su despacho, tiene que hablar un lenguaje que él entienda,
mientras que en el vestuario has de comunicarte de forma más pasional, más de
barrio”. Ese doble lenguaje es típico del mundo de la empresa actual, ya que
quienes las dirigen suelen desconocer los códigos del sector en el que operan y
fijarse únicamente en la rentabilidad económica inmediata, lo que suele generar
muchos problemas.
Hay estrategias que funcionan, pero sólo a corto
plazo…
Valdano apuesta en su libro por un modelo de liderazgo
alejado de aquel que sólo funciona “en un contexto de guerra, que necesita y
busca enemigos, que fabrica un discurso en el que están presentes el bien y el
mal. Pero esa dialéctica del líder autoritario, que ahora parece
revolucionaria en el mundo del fútbol, es muy vieja, y lo es mucho más si nos
referimos al entorno de la empresa. No hay nada más tradicional que el
'ordeno y mando'. O que el presidente bajando al final del día al vestuario
diciendo ‘esto si no lo arreglo yo no lo arregla nadie’ y metiéndose en cosas
que corresponden a los mandos intermedios. Hay pocas cosas más dañinas para un
colectivo”.
…Y se paga un precio elevado por ellas
El liderazgo de guerra no sólo deja de generar
efectos positivos a medio plazo, sino que introduce en las organizaciones un
clima que acaba por enrarecerlas definitivamente. “Si ese liderazgo se
prolonga”, asegura a El Confidencial, “el clima divisorio permanece
instalado y las dificultades se multiplican. Permanecen las diferencias entre
los aficionados pro Mourinho y contra Mourinho, permanecen las
diferencias entre Arbeloa y Casillas, y toda clase de
enfrentamientos tienden a perpetuarse”. Por eso, uno de los parámetros más
certeros a la hora de medir a un líder es ver qué deja cuando se marcha.
Recuerda Valdano el ejemplo de Rijkaard, un entrenador que ganó títulos,
que afirmó las bases de un estilo de juego atractivo para el espectador y que,
cuando estaba en su época de caída, supo marcharse con la cabeza alta.
“Recuerdo claramente su imagen, esperando como un soldado la salida del Real
Madrid al campo para hacerle el pasillo en el Bernabéu, tras la
obtención del título de liga. Ese día no murió nadie por hacer eso, pero nos
quedó a todos una sensación de personaje digno que aceptaba con naturalidad el
resultado del campeonato. Se trata de matarse en la batalla, y cuando ésta
termina, de dar la mano al adversario”.
Hay que reinventarse. Continuamente, no como antes
En el pasado, el jugador que sabía hacer una sola cosa
bien podía vivir de ella toda la vida, porque tardaban mucho tiempo en pillarle
el truco. Ahora no. “Cuando yo era niño, imitaba al delantero centro de mi
pueblo. Ahora, los chavales pueden ver a Messi, Cristiano, Ribéry
a Rooney e imitarles al día siguiente en el baldío de al lado de su
casa”. Por eso hay que reinventarse, ya no vale con hacer lo mismo
de siempre, lo cual es obvio en el mundo laboral.
Con el mundo global, los grandes salen ganando. Hasta
que llega el Atleti…
“La dinámica de gigantismo económico en la que estamos
inmersos hace que parezcan inabordables los grandes clubes, como Real Madrid y
Barcelona, pero de pronto aparece el Atlético de Madrid, un equipo con un
líder y cuatros convicciones muy firmes que consgiue pasar de equipo
modesto a amenaza cierta. Ejemplos como esos nos ayudan a creer en la fuerza
del liderazgo”. Hay muchas cosas que los pequeños pueden hacer…
No pierdas de vista el cliente
En muchas más ocasiones de lo que sería recomendable,
la empresa o el equipo se extravían en luchas internas y terminan perdiendo de
vista a quienes dan sentido a su tarea, el cliente o el espectador. “Lo
importante es no perder el foco. Hemos de tener claro que un enfado, una
pelea interna y demás tonterías menores pueden llevar a tomar decisiones
erróneas para los clientes. En el fútbol es muy evidente, porque es un juego
que afecta a la felicidad de millones de personas, y es algo que no se puede
dejar en segundo plano”.
No todo vale
Valdano asegura que creer que “hay que ganar como
sea” es igual a justificar la corrupción. Y aunque parezca que el triunfo
legitima todo, no es así. Estamos demasiado atentos a esa clase de mensajes,
pero no es cierto que todo el mundo esté dispuesto a hacer cualquier cosa para
conseguir sus objetivos. “No todo vale, como nos enseña la selección española
de fútbol. Ninguno de ellos va a romper la pierna a un contrario, a drogarse o
a hacer idioteces para ganar un partido. La selección está integrada por gente
discreta que se relaciona de manera normal con una profesión llena de
privilegios y que no ha sido alterada por el ego”. Es cierto que a quien gana
nada se le discute, pero “caer en esa desesperación por ganar que barre con
valores de referencia me parece un error mayúsculo”.
Elconfidencial
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