Creíamos que
una buena formación era la solución para lograr una exitosa vida laboral. Ahora
ya sabemos que no. Pero el mundo de las profesiones trae más sorpresas
Dado que vivimos en la economía del conocimiento, hay
una percepción muy acentuada de que la única opción, si se quiere tener una trayectoria
laboral provechosa, es invertir en formación. Ese es el camino para, en lugar de
trabajos repetitivos, rutinarios y mal pagados, conseguir puestos
intelectualmente satisfactorios, bien retribuidos y con proyección profesional.
Los tiempos exigen personas que sepan resolver problemas en entornos altamente
competitivos, en especial lo que se ha dado en llamar analistas simbólicos, como los ingenieros, abogados,
científicos, directivos, consultores, periodistas o creadores, personas que
saben procesar la información para conseguir buenos resultados en escenarios
complejos.
Esa es la creencia, pero la realidad dista mucho de la
teoría, afirma Jadranka Švarc, del Institute of
Social Sciences de Zagreb, en el estudio 'The knowledge worker is dead. ¿What
about professions', publicado en la revista 'Current
Sociology'.
En primera instancia, porque el escenario laboral es
muy ambiguo. Si bien la tercera revolución industrial y la revolución digital
nos dirigieron a un entorno productivo en el que la mayoría de los empleos se
demandaban en el sector servicios, y en el que muchos de ellos no
eran manuales, sino típicos de los 'white collar', como los
relacionados con tareas administrativas, técnicas o de gestión, los resultados
no han favorecido a los profesionales formados, asegura Svarc.
Lo que se promueve en Europa es la McDonaldización de
la sociedad (empleos rutinarios con bajos salarios y escasa capacitación) y no
una mayor cualificación
Según el proyecto WALQING de la Comisión Europea,
"la mitad de los 16,67 millones de nuevos puestos de trabajo creados entre
2000 y 2008 en la UE tienen condiciones laborales muy problemáticas, como
salarios bajos, contratos temporales y empleos precarios con escaso contenido
técnico, etc”. Además, en las últimas décadas, prosigue la Comisión, ha habido un preocupante aumento en la polarización del mercado laboral, lo que
reduce la movilidad ascendente, provoca un aumento de las desigualdades
sociales, disminuye las oportunidades de empleo y pone en peligro la
estabilidad macroeconómica.
Menos margen, más competencia
La explicación puede estar en que, con la excepción de
algunas áreas especialmente afortunadas, como la financiera o determinados
sectores de la salud, lo que se está promoviendo en Europa es, como la denominóGeorge Ritzer, la McDonaldización de la sociedad
(empleos con bajas retribuciones, escasa capacitación y mucha tarea rutinaria)
y no una mayor cualificación. Desde esta perspectiva, podría entenderse que los
márgenes se han estrechado, que cada vez hay menos espacio para
los puestos intensivos en conocimiento y mucha más demanda
de empleos de bajas prestaciones en el sector servicios. Eso
implicaría una reducción de opciones, pero no la modificación del esquema: la
formación sería más importante que nunca.
Existe un nuevo grupo laboral, el de las personas de
clase media en cuanto a formación y de clase obrera en cuanto al salario que perciben
Sin embargo, el trabajo cualificado no parece vivir su
mejor momento. En parte porque, como señala I. Brinkley en
'Knowledge Workers and Knowledge Work', después de 40 años de crecimiento
ininterrumpido en industrias y ocupaciones basadas en el conocimiento, estos puestos de trabajo representan hoy sólo uno de cada diez.
Y en segundo lugar porque, afirma Svarc, existe una nueva tipología dentro de
este grupo, el de personas de clase media en cuanto a formación y de clase
obrera en cuanto a retribución, que se ha dado en llamarse 'cognitariado', y
que a pesar de la sólida educación recibida, viven en condiciones de
precariedad e inseguridad social, sin contar con ingresos estables ni
perspectivas de futuro.
Gente creativa
La solución al problema pareció llegar de la mano de
un nuevo concepto, la clase creativa, que popularizó Richard Florida, y que trataba de sustituir el
conocimiento por la capacidad innovadora. Todo era susceptible de ser
mejorado, desde un modelo de negocio hasta un servicio de peluquería, y los
profesionales que supieran crear esa diferencia serían los que gozarían de un
mejor futuro. Ocurría en alta tecnología y en los servicios, en la abogacía y
en las empresas de catering, en la enseñanza y en la prestación de
asesoramiento tributario. Lo que hacía falta era gente con capacidad de crear.
Esa nueva visión de la innovación produjo también una serie de nuevos profesionales(ingenieros, gestores
o programadores informáticos, pero también diseñadores de moda, cineastas,
psicoterapeutas, fisioterapeutas, gerontólogos o urbanistas, entre otros) que
encajaban en este nuevo modelo del creador incrustado en la
innovación.
Todos estos factores han conducido a una pérdida
progresiva de la confianza en la experiencia profesional, en la capacitación y
en el logro
Sin embargo, y una vez más, la teoría y la práctica no
han terminado de encontrarse, ya que la clase creativa se desenvuelve dentro de
un elevado nivel de desempleo, una alta proporción de
trabajadores por cuenta propia que obtienen escasos beneficios
y mucha inseguridad laboral.
Intuición en lugar de conocimiento
Al mismo tiempo, asegura Svarc, esta economía de
servicios ha cambiado la racionalidad técnica, los conocimientos especializados
y las competencias predefinidas que eran típicas de las profesiones, por los valores y habilidades, como la creatividad, la
multitarea, el talento artístico, la intuición y la orientación al cliente. Eso
también ha supuesto algunos cambios en la percepción del consumidor final. La
descualificación que está ocasionando esta deriva, junto con el hecho de que
las ocupaciones más inverosímiles se hayan convertido en candidatas para la
profesionalización y la excesiva (o falsa) publicidad que utilizan los
prestadores de servicios, conduce a una pérdida progresiva de la confianza en
la experiencia profesional, en la capacitación y en el logro.
El trabajador del conocimiento es cada vez menos
relevante en el mercado laboral, y el emprendedor de sí mismo cada vez lo es
más
¿Hay futuro, pues, para los profesionales? Según
Svarc, el momento es complejo, porque la digitalización hace la vida más fácil,
pero está creando problemas estructurales en el mercado laboral contemporáneo,
provoca que las desigualdades aumenten, y crea nuevas clases pobres, como el
cognitariado y el precariado. Sin embargo, la menguante presencia de los
trabajadores del conocimiento, que se prevé que será mucho mayor en el futuro cercano, no
significa que el empleo profesional vaya a desaparecer. Más bien, se está
transformando: una enorme variedad de ocupaciones, inconcebible hace tan sólo
una década, han surgido en el mercado de trabajo y van camino de
convertirse en profesiones completas y estructuradas. Sin embargo, tienen poco
que ver con las anteriores, y necesitan nuevas formas de ser entendidas y
nuevos cánones y reglas que las organicen.
Pero queda
una pregunta en el aire: no se trata sólo de si es comparable el médico del
pasado con el creador de moda para perros del presente, ni si unos y otros se
encuadran en la misma categoría, sino de que los cambios son más profundos en
lo que se refiere sobre todo a lo económico. La mayoría de los nuevos
profesionales, que tienen que ver con el área creativa subsisten en
condiciones materiales que distan mucho de las categorías del pasado. La cuestión
es que parece más que cada cual se está inventando su
puesto de trabajo, y con escasa suerte, que insertándose en
estructuras laborales que garantizan la subsistencia. El trabajador del
conocimiento es cada vez menos relevante, y el emprendedor de sí mismo cada vez
lo es más.
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