domingo, 24 de noviembre de 2013

EL TEST DE LAS PERAS Y LAS MANZANAS: UNA PRUEBA CIENTÍFICA PARA SER MÁS FELIZ



En inglés la expresión comparing apples and oranges (comparar manzanas con naranjas) se utiliza para referirse a dos cosas que se distinguen con facilidad. En España, se utiliza para lo mismo el enunciado “comparar peras con manzanas” o, el más rural, “comparar churras con merinas”.
En el ámbito escolar la frase se utiliza para referirse a dos unidades distintas, pero cuando crecemos, y nos da por discutir de forma acalorada, se lo echamos en cara a las personas que utilizan una falsa analogía entre dos objetos, asuntos o conceptos que, en nuestra opinión, no tienen nada que ver. El problema es que, en multitud de ocasiones, las peras y las manzanas no son peras y manzanas: son conceptos que, en esencia, significan lo mismo.
Basta aplicar una sencilla prueba, y un poco de sentido común, para darnos cuenta de que nuestras discusiones más acaloradas giran en torno a términos poco acertados. Multitud de discusiones en nuestra vida diaria giran en torno a palabras que no se diferencian más allá de las connotaciones positivas o negativas que queramos darles. Son términos capciosos, que usamos para criticar o a alabar, y que suelen protagonizar las conversaciones más acaloradas: él dice que está siendo diplomático, tú que está mintiendo; ella dice que está siendo meticulosa, tú que es quisquillosa; ellos dicen eres en cabezón, tú que eres obstinado.
Este tipo de conversaciones acaban siempre mal: han destrozado amistades, familias e, incluso relaciones diplomáticas. Tal como Jeremy Sherman, doctor en epistemología evolucionista, explica en su blog Ambigamy, este tipo de discusiones no hacen más que distraernos, permiten que los poderosos nos manipulen y hacen que dejemos de centrarnos en lo verdaderamente importante. La buena noticia es que se trata de un problema muy sencillo de evitar: basta con aplicar una sencilla prueba, que Sherman ha bautizado como el Test de las Peras y las Manzanas (Apple and Orange Test, en inglés). Si lo hacemos, asegura, seremos más felices y nuestro bienestar mejorará notablemente. ¿Qué hay más tranquilizador que evitar las discusiones?
En busca de la objetividad
En opinión de Sherman, el Test de las Peras y las Manzanas, puede usarse como estándar científico para “resolver los desacuerdos sobre si dos términos describen comportamientos diferentes o no son más que términos para los mismos comportamientos diferenciados sólo por cómo nos sentimos acerca de ellos”.
Si nos gusta lo que dice un político que repite siempre lo mismo, decimos que es "obstinado" o "firme", si no nos gusta decimos que es un "cabezón": no estamos atendiendo al significado real de cada palabra, simplemente estamos haciendo un juicio sobre esa persona.
Debemos aprender a distinguir los argumentos de los juicios. Para saber si los términos que enturbian una discusión se están usando para distinguir asuntos distintos o sólo para dejar clara nuestra posición ideológica, debemos asegurarnos de que los términos no son intercambiables. Y para esto es muy útil acudir al diccionario. Según la RAE, “cabezón” se define como “terco, obstinado”, “obstinado” como “perseverante, tenaz”, “tenaz” como “firme, porfiado y pertinaz en un propósito”…. Es la pescadilla que se muerde la cola.
Si hacemos un ejercicio de autocrítica, sabemos ser objetivos y mirar las cosas con distancia, nos daremos cuenta de que estamos usando distintas palabras para definir las mismas cosas pero con una connotación distinta, con el objetivo de imponer nuestra opinión como si fuera un argumento (“razonamiento que se emplea para probar o demostrar una proposición, o bien para convencer a alguien de aquello que se afirma o se niega”, no un juicio (“opinión, parecer o dictamen”). Y no es que sea malo emitir juicios, pero si disfrazamos estos como argumentos crearemos una ciénaga discursiva de la que no sabremos salir.
Todo esto parece complicado, pero no lo es tanto. Sherman propone un sencillo ejercicio: trate de aplicar el Test de las Peras y las Manzanas a estos pares de palabras, tan utilizadas en nuestras discusiones cotidianas. El profesor las llama sinantónimos: sus definiciones son sinónimos, sus connotaciones antónimas. 
- Insulso / Flexible
- Mentir / Ser diplomático
- Seducir / Persuadir
- Codicia / Prudencia
- Miedoso / Cauto
- Criticón / Exigente

martes, 19 de noviembre de 2013

Comprender antes de condenar: el enorme valor de la tolerancia



En la Plaza Juárez del Centro Histórico de México hay un museo que no creo que deje indiferente a nadie, ya que su visita provoca emociones muy intensas y reflexiones muy profundas. El museo está dividido en dos secciones, la de la memoria y la de la tolerancia. A medida que se recorren las distintas salas, también se experimentan desde la tristeza más honda y la repulsión más firme hasta la admiración más sublime. El museo está dedicado a los genocidios, definiendo con esta palabra a un tipo de crímenes con los que se busca eliminar seres humanos por su pertenencia a un grupo racial, étnico, religioso o nacional. Entre los genocidios que allí se exponen destacan, como no podría ser de otra manera, el Holocausto, los Campos del Silencio de los Jemeres Rojos en Camboya, los actos de genocidio en Guatemala, la guerra en la antigua Yugoslavia y el genocidio en Bosnia-Herzegovina y cómo no, el conflicto entre los hutus y los tutsis en Ruanda en el que, entre 1959 y 1969, más de 20 mil tutsis fueron asesinados y al menos 130 mil tuvieron que refugiarse en países vecinos.
Se sabe que los equipos más creativos son los equipos en los que más diversidad existe. Cuando tocamos la parte más oscura del ser humano y somos capaces de contemplar lo que unos hicieron a otros, podemos perder por completo la fe en nosotros mismos y con ello la esperanza de que realmente se pueda vivir en un mundo en el que estén presentes la paz y la justicia. Cuando simplemente se soporta la diversidad, en cuanto las condiciones son propicias para ello, surge el conflicto y la violencia. ¿Por qué no celebrar las enormes posibilidades que aporta la diversidad? Hoy por ejemplo, se sabe que los equipos más creativos son los equipos en los que más diversidad existe, siempre claro está que dicha diversidad se valore como una ventaja y no como un problema.
Creernos mejores que otros en todo puede llevar a que aflore desde las profundidades de nuestra sombra, el deseo de controlar, el deseo de dominar, el deseo de someter, sea por un camino o por otro. Es entonces cuando se deja de ver al otro como un ser humano y se le degrada al nivel de objeto. Un objeto es algo manipulable y que se puede tirar cuando deja ya de servir.
Decía Gandhi que cuando señalemos con un dedo a otros no nos olvidemos de que tres dedos nos están señalando a nosotros. Si cuando visitamos un museo como el de la Memoria y la Tolerancia no salimos con un mayor nivel de consciencia y convertidos en mejores personas es que algo fundamental se nos ha quedado en el camino.
La resistencia al horror
Hay muchos momentos cuando se pasa por las distintas salas de este museo en los que se describe a los que perpetraron los crímenes. Sin embargo, también se hace una clara referencia a todos aquellos que por conveniencia o por miedo fueron indiferentes frente a ellos. Como no podría ser de otra manera, en el camino nos encontramos con un grupo de seres humanos que ante aquel horror hicieron lo que pudieron, arriesgando incluso su propia vida, para salvar la de otros. En este sentido, me llamó mucho la atención un cuadro lleno de pequeñas fotografías de personas. Unas estaban de frente y otras estaban de espaldas. En el medio del cuadro aparecía el contorno de una silueta humana y en su interior un signo de interrogación. Las personas que estaban de frente eran aquellas que no habían sido indiferentes, sino que habían hecho todo lo que les había sido posible para denunciar aquellas atrocidades y para ayudar a otros a escapar de su cautiverio. Las personas de espalda correspondían a los indiferentes, a todos aquellos que habían pasado de largo. El contorno de la figura humana en el centro con el signo de interrogación en el interior transmitía una pregunta muy directa: ¿Y tú, vas a ser de los perpetradores, de los indiferentes o de los valientes y comprometidos?
Tolerar es comprender que no poseemos la verdad absoluta y por eso la tolerancia pide una actitud de respeto y de apertura. Decía Víctor Frankl (1905-1997), psiquiatra austriaco de origen judío y superviviente del Holocausto: “Al ser humano se le puede quitar todo excepto su libertad esencial: su actitud ante cualquier circunstancia”.
No llevemos a cabo ningún acto de violencia frente a otros, porque hay una violencia física, pero también hay una violencia emocional. No seamos perpetradores de violencia, no avergoncemos, no humillemos, no marginemos a otros por ser diferentes, sea en casa, en el trabajo o en la sociedad. No seamos indiferentes ante las injusticias cuando veamos que alguien está siendo objeto de burla y de desprecio.
Hace tiempo escuché la historia de una joven en una empresa a la que su jefe, para humillarla, sacó su mesa del pequeño despacho en el que ella trabajaba y la hizo sentarse en medio del pasillo donde todos sus compañeros la vieran. A esta mujer se le exigió estar en la mesa sin nada que hacer, pero sin poderse mover. Ninguno de sus compañeros denunció semejante atropello a pesar de la tremenda humillación a la que estaba sometida aquella mujer.
Cuando se habla de la tolerancia, se habla de una virtud que hace posible la paz. Tolerar es comprender que no poseemos la verdad absoluta y por eso la tolerancia pide una actitud de respeto y de apertura. La tolerancia no implica renunciar a las convicciones personales y desde luego lo que tampoco implica bajo ningún concepto es ser indiferente ante la injusticia. Si la intolerancia ha provocado tanta violencia, la tolerancia se convierte en un valor esencial para poder convivir y progresar en paz. Decía Octavio Paz: “Para que pueda ser he de ser otro, salir de mi, buscarme en el otro, los otros que no son si yo no existo, los otros que me dan plena existencia”. Palabras hermosas para reflejar el ideal de la unidad. Por eso, tenemos que quitarnos tantos prejuicios que nos hacen vernos unos a otros no solo como distintos, sino también como distantes. Decía Albert Einstein: “¡Triste época la nuestra! Es más fácil desintegrar un átomo que un prejuicio”.
Aunque a veces nos cueste, no hay más remedio que detenerse frente al secreto de cada conciencia, a comprender antes de discutir y a discutir antes de condenar, nos recuerda Norberto Bobbio. MARIO ALONSO PUIG

martes, 12 de noviembre de 2013

5 ACTITUDES QUE DISMINUYEN TU AUTORIDAD COMO LÍDER




A veces, las cosas pequeñas hacen la diferencia. Por ejemplo, las personas que frecuentemente usan el pronombre “yo” en interacciones con pequeños grupos, podrían ser percibidas como más inseguras que las personas que usan pronombres más inclusivos como “nosotros, de acuerdo con un estudio recientemente publicado por el Journal of Language and Social Psychology.
Aquellos que se enfocaron en el lenguaje en primera persona demostraron estar más preocupados por sí mismos que por las necesidades de los demás.
Pero también hay otros hábitos que podrían demostrar tu incomodidad con el liderazgo e incluso mermar tu autoridad como manager, asegura Angie Segal, coach de negocios en ActionCoach. A continuación te presentamos cinco actitudes que debes cuidar en tu estilo de management:
1. Reír nerviosamente
Segal observa que muchos managers llenan su lenguaje de risas nerviosas. Ésta es una señal de incomodidad y nerviosismo, lo cual puede convertirse en un gran obstáculo para tu autoridad, señala. La solución es prestar atención a las conversaciones y definir cuándo debes reírte y cuándo mantenerte serio.
2. Agudizar la voz al final de las oraciones
La tendencia de aumentar tu entonación al final de una oración, de manera que suene como pregunta, disminuye el efecto de tus argumentos como autoridad. Es difícil que las personas distingan entre cuando les estás haciendo una pregunta a cuando les das una orden, señala Segal.
Esta característica es relativamente común entre los emprendedores jóvenes y demuestra incomodidad con un puesto de liderazgo. Grabarte cuando das pláticas o haces videoconferencias es una buena forma de identificar este hábito para corregirlo.
3. Evitar el contacto visual
Fracasar en hacer contacto visual puede afectar gravemente tu autoridad. Ver a alguien directamente a los ojos mientras entregas instrucciones o das noticias te da la apariencia de tener el control y ser confiable. Fallar en hacerlo también puede hacer que la otra persona sienta que tienes algo que ocultar. Así que siempre ve a la persona a los ojos cuando hables con ella. Si hablas con varias personas a la vez, trabaja en hacer contacto visual con las más posibles a lo largo de tu plática.

4. Ser el ‘amigo’
Segal dice que los managers que son ascendidos para liderar a sus colegas muchas veces cometen el error de ser muy amigos de sus empleados. Ésta es una línea que debes dibujar, ya que ser el mejor amigo de todos dificulta la toma de decisiones y ser disciplinado cuando se requiere. Esto también abre la puerta a los empleados para aprovecharse de ti, asumiendo que no tendrá repercusiones el hacerlo. Habla francamente con tu equipo acerca de tus metas y expectativas, y por más difícil que sea atente a las reglas.
5. Esquivar la responsabilidad
Algunos managers esquivan la responsabilidad de tomar decisiones poco populares diciendo, “Yo no hago las reglas”. Segal dice que éste es un error crítico entre managers. Cuando lideras a las personas, necesitas inspirarlos por las metas. Y es difícil conseguirlo cuando sólo plantas semillas de infelicidad. En lugar, presenta la dirección u objetivo bajo la mejor luz posible y delinea tu plan para conseguirlo juntos como equipo
·         Escrito por  Management Journal

lunes, 11 de noviembre de 2013

Nueve hábitos mentales que te pueden ayudar a dejar de sufrir



El sufrimiento puede manifestarse de muy diferentes maneras. En muchos casos, es el producto lógico de un acontecimiento negativo o traumático, que trae consigo un proceso de duelo del que la angustia es parte consustancial, quizá no deseable, pero sí inevitable. Sin embargo, la vida contemporánea ha hecho aparecer una nueva forma de sufrimiento, mucho más difuso porque no logramos atribuirle un origen claro ni puede achacarse a algún hito vital determinado.
Se le puede llamar “náusea”, como haría Jean-Paul Sartre, o simple malestar existencial: lo que está claro es que cada vez más, incluso cuando tenemos todas las necesidades materiales y emocionales cubiertas, sufrimos. Y el hecho de que no sepamos cómo ponerle remedio no hace más que contribuir a que esa sensación aumente y nos incapacite en nuestra vida diaria.
Tal vez por eso las filosofías orientales hayan gozado de un auge tan importante durante las últimas décadas. Si bien quizá tan sólo para unos pocos sean la panacea definitiva que cure todos los males, es cierto que algunas de sus enseñanzas nos pueden echar una práctica mano a la hora de contener esa sensación de desasosiego implacable.
  • No juzgues el presente
Tendemos a hacer juicios de valor continuamente sobre nuestro momento vital y nuestras circunstancias personales, lo cual nos conduce a pensar en términos de bueno o malo (en muchos casos, malo, muy malo). Pero la vida sigue siempre, y si simplemente nos dejamos llevar aprovecharemos mejor el momento que si nos preocupamos por el aún lejano futuro.
  • El futuro nunca llega
Uno de los procesos mentales más perjudiciales es aquel que nos hace anticipar las hipotéticas catástrofes mucho antes de que ocurran; aunque ello parezca que nos puede hacer más precavidos, en realidad simplemente da lugar a un sentimiento de miedo atenazador que nos impide funcionar correctamente en el día a día. La mayor parte de desastres que se nos pasan por la cabeza nunca llegan a ocurrir.
  • Aclara tu mente
En un artículo publicado en Huffington Post, la escritora de autoayuda Byron Katie explicaba cómo vivió durante años con una pistola debajo de su almohada hasta que, un buen día, comprendió como una revelación que “la única cosa que nos hace sufrir es cuando creemos en algo que está en conflicto con la realidad”. Sentémonos a reflexionar y nos daremos cuenta de que la mayor parte de nuestros miedos son infundados.
  • Sé responsable, pero no te culpes
La culpa, como hemos explicado en el pasado, puede ser tóxica o saludable. En algunos casos, es inevitable para recordarnos que hemos sido viles o irresponsables, pero en otros, sólo consigue atormentarnos sin ayudarnos a poner solución. Es preferible ser responsable a tiempo que sentirse culpable a destiempo.
  • Acepta tus sentimientos negativos
Uno de los orígenes del sufrimiento más habitual es torturarnos por los sentimientos (de ira, de miedo, de angustia, de envidia) que tenemos. Pensamos que somos malas personas por caer en dichas debilidades, y de esa manera, nos sentimos aún peor. Sin embargo, se trata de emociones que afectan a todo el mundo; el propio sufrimiento es una de ellas, así que si somos conscientes de que habremos de pasarlo mal de vez en cuando, cuando esto ocurra, sabremos mejor cómo afrontarlo.
  • No juzgues a los demás
Somos nuestros peores jueces, nos exigimos demasiado incluso cuando ya lo hemos dado todo. Ello se ocasiona porque, previamente, hemos solicitado a los que nos rodean que sean perfectos, puesto que nosotros intentamos serlo. En realidad, nadie lo es, así que aceptemos los defectos y las carencias tanto propias como ajenas.
  • No envidies
El décimo mandamiento de las Tablas de la Ley de Moisés. Siempre se ha dicho que la envidia es el peor pecado español, y desde luego, es un sentimiento altamente dañino. No sólo por que el envidiado pueda ser objeto de un odio que no se ha merecido, sino porque esta emoción nos corroe por dentro al mirar a los que nos rodean y nos hace sentirnos inferiores.
  • Cuidado con lo que deseas
De todos los principios que promulga el budismo, quizá el más útil en una sociedad en la que el consumo desmedido y la satisfacción inmediata de todos los deseos parecen la clave del éxito, sea el que recuerda que el deseo es el origen de todo el sufrimiento. En muchos casos, el origen de toda angustia es la imposibilidad de satisfacer nuestros anhelos. Es inevitable desear determinadas cosas (o personas), pero debemos aprender a mantener la cabeza fría en los momentos en los que el deseo se convierta en sufrimiento.
  • Todo pasa
Volviendo al primer punto, debemos tener presente que tanto la felicidad como la angustia tocan a su fin, y que mejores (o peores) tiempos nos esperan a la vuelta de la esquina. Aceptarlo es el primer paso para disfrutar cuando la marea nos mece suavemente o para saber capear el temporal cuando este llegue.